La otra cara

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Pedro Flores en acción en el evento salto con pértiga en el Festival Deportivo Panamericano

/ Foto Por Foto edhdep

Por Por José María Sifontes*

2014-08-15 6:00:00

Las personas famosas que admiramos llegan a convertirse como en parte de nosotros mismos. Nos identificamos con ellas o con las obras o personajes que crearon. Cuando mueren participamos del duelo como cuando se nos va alguien cercano. Solo conocemos parte de sus vidas, la que exponen al público o la que imaginamos a través de su trabajo, pero eso es suficiente para la identificación. Por algo los admiramos.

La muerte de Robin Williams me impactó, tanto por su deceso mismo como por la forma trágica en que ocurrió. Hasta el momento de escribir este artículo todo apunta a que se quitó la vida en el contexto de una severa depresión. Doble tragedia y doble sentimiento de tristeza.

Al enterarme a través de los periódicos lo primero que me vino a la mente fue su personaje en La sociedad de los poetas muertos. ¿Cuántas veces habré visto esa película? No lo sé con exactitud pero han sido muchas. Está en mi colección y la última vez fue hace poco. La veo para inspirarme. Me ha enseñado mucho este profesor que consiguió sacar a sus alumnos de sus moldes sociales y hacerles sentir amor por lo que en la vida realmente vale la pena. Usé por mucho tiempo la película en mis cursos de la universidad y en el hospital. No tiene nada qué ver con la psiquiatría clínica pero enseñar es más que trasmitir hechos científicos. Gracias Mr. Williams por haberme ayudado en esto.

Su personaje de terapeuta en Good Will Hunting es también inspirador. El infatigable interés por curar los traumas de su paciente y darle sentido a su vida sirve de ejemplo a todos los que tratan a personas que sufren. Ni que decir del Dr. “Patch” Adams, que lleva alegría donde el sufrimiento reina.

Robin Williams no fue profesor, terapeuta ni médico, pero estoy convencido que en su personalidad había una mezcla de los tres personajes. Todo actor pone parte de sí mismo en los personajes que interpreta. Por eso son únicos, irrepetibles.

Por lo que conozco de su vida fuera de cámaras Robin Williams poseía el don de emanar vitalidad y contagiar alegría a los que estaban a su alrededor. Tenía magnetismo. El carisma fue de lo más notable de su persona.

Pero había otro aspecto en él que no muchos conocían. Al investigar sobre su vida personal en sitios especializados se indica que padecía de un trastorno bipolar, enfermedad de la que ya hemos hablado en artículos anteriores. Esta es la parte oculta, que sin duda empañó una vida por lo demás muy exitosa. En la enfermedad bipolar la etapa maníaca (o hipomaníaca) es que más se nota. Pero está la otra parte, la etapa depresiva, menos advertida por otros pero que implica para la persona el mayor sufrimiento. Se nota menos porque no es aparatosa y muchas veces transcurre detrás de puertas cerradas. En esta condición casi siempre subyace el riesgo suicida por lo que su detección es crucial.

Muchos famosos han padecido o padecen de trastorno bipolar. Actores, músicos, novelistas y poetas han presentado también estas dos caras en una misma vida.

La trágica muerte de Robin Williams sin duda hará que los problemas depresivos tengan más atención pública, lo que abrirá la oportunidad de prevenir otras muertes. Pero aparte de estos puntos que son de suma importancia, yo quiero recordar a este actor como persona y como uno de mis artistas favoritos.

*Médico psiquiatra.

Columnista de El Diario de Hoy.