Estado Islámico

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Estado Islámico

Por Por Carlos Mayora Re*

2014-08-29 6:01:00

El mundo se ha quedado horrorizado con la decapitación en vivo del periodista norteamericano James Foley, difundida globalmente en las redes sociales. Una sola acción ha tenido más impacto que cientos de miles de cristianos desplazados y perseguidos desde hace más de once años en Irak y las naciones vecinas, e incluso que las muertes de miles de yazidis, perseguidos por ser cristianos en algunos casos, y en otros simplemente por no ser musulmanes sunitas.

Detrás de todo está el autodenominado Estado Islámico. Una organización fundamentalista-político-religiosa que abandonó Al Qaeda por considerarla no suficientemente radical con respecto al islamismo, y la “necesaria” implantación del Islam en su interpretación más radical, primero en los territorios del norte de Irak y desde allí a toda la región del Oriente Medio.

Antes de proseguir, una acotación: el fundamentalismo islámico es muy distinto de la religión musulmana en cuanto tal. Al referirse al Islam, se habla de un sistema político que ciertamente cuenta entre sus elementos la religión, pero no necesariamente quienes comparten la fe en Alá, ni sus planteamientos políticos, son partidarios del totalitarismo inherente al islamismo fundamentalista, ni a su inseparable yihadismo.

El Estado Islámico nace en el Irak de posguerra, como una fuerte reacción de un núcleo perteneciente a la mayoría de musulmanes sunitas contra la minoría chiita que deja gobernando los Estados Unidos después del derrocamiento de Sadam Husein. Al principio los sunitas radicales respondieron con terrorismo al régimen de favoritismo para los chiítas del presidente Maliki. Después de trabajar diez años, y de que llegara a ser adulta una generación educada en el fundamentalismo cultural-religioso, se han organizado y han conformado esa sanguinaria organización, mezcla de ejército profesional, creyentes exaltados y nacionalismos étnicos exacerbados, capaces de las acciones más inhumanas.

“Según A. Samrani en el periódico L’Orient-Le jour, el Estado Islámico contaría con 10.000 combatientes en Irak y 7.000 en Siria. A ellos se unen musulmanes extremistas de diferentes países [también en Occidente] que comparten la misma forma de ver el islam”. Un temible ejército financiado con el petróleo de Irak, que según algunos analistas, después de hacerse con las instalaciones de extracción, ponen en el mercado a menos de una tercera parte de su precio de mercado.

El gobierno de Irak, dividido y muy débil, es incapaz de impedir lo que está pasando. Los únicos que han reaccionado son los miembros de la autoridad religiosa chiita, que ha llamado a su gente a rebelarse contra los radicales sunitas. Pero desde que el Estado Islámico declaró el Califato en el norte de Irak, la situación pinta cada vez peor, pues desde la ciudad de Mosul su poder ha ido creciendo y extendiendo su radio de acción.

Para no darle más vueltas, podría decirse que el Estado Islámico pretende instalarse en el poder (un poder que favorezca a los sunitas) utilizando como pretexto la religión y explotando cuestiones culturales.

Pero no se quedan allí. Su objetivo último es la implantación del Islam interpretado en términos radicales, y su rápida extensión sin límites de fronteras nacionales. Pero al lado de Irak está Irán (chiita en su mayoría), que no permitirá la invasión, como tampoco lo harían Turquía, Líbano o Siria.

¿Cómo va a terminar todo esto? Para el Dr. Farid el Jasen, politólogo libanés: “el fundamentalismo islámico es como el comunismo y el nazismo, ideologías llevadas a extremos que, después de causar mucho daño, caen por su propio peso, y eso es lo que va a ocurrir con estos movimientos: dejan a su paso muertos de cuerpo y de espíritu”. De acuerdo, pero hasta que eso suceda, el embotamiento mental que produce el fundamentalismo, seguirá cobrando víctimas y abriendo heridas que sufrirán muchas generaciones.

*Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare