La necesidad de un nuevo modelo económico para El Salvador

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Osael Romero (de celeste a la derecha) se reunió con la comisión de Juventud y Deportes de la Asamblea Legislativa.

/ Foto Por Jorge Reyes

Por Por William Pleitez*

2014-07-14 5:00:00

El Salvador ha practicado tres modelos económicos: el agroexportador, el de industrialización por sustitución de importaciones y el de promoción de exportaciones.

En el modelo agroexportador, la creación de riqueza era vista como el resultado del aprovechamiento de los altos precios que prevalecían en los mercados internacionales de ciertos productos tropicales, en cuya producción el país tenía ventajas absolutas. La expansión de los cultivos de cacao, bálsamo, añil, café, algodón y caña de azúcar obedecieron a la lógica de ese modelo. Al ser un modelo instaurado en la época colonial, no es de extrañarse que en sus inicios estuviese fundamentado en una visión racista en la que las personas que no procedían directamente de la raza conquistadora no eran vistas como portadoras de derechos ni de capacidades.

De hecho, dentro del imaginario social de su introducción se consideraba que la población autóctona estaba integrada por seres naturalmente inferiores que requerían de la conducción del pequeño grupo descendiente de la raza conquistadora, al que se le atribuía la visión y las capacidades para sacar adelante al país, aunque en la práctica, nunca pudo llevar bienestar a la mayoría de la población. La escasa atención asignada por este modelo a la expansión de capacidades se evidencia en que los gastos públicos en defensa y seguridad durante su vigencia superaran en más del doble a los de salud y educación.

Con la introducción del modelo de industrialización por sustitución de importaciones en los años 1950, las personas comienzan a ser vistas como sujetos de derecho e incluso se comienza a afirmar que “la mayor riqueza de El Salvador es su población”. En congruencia con ello, se aumenta de manera significativa la inversión pública en educación y salud y se impulsa una estrategia (la industrialización sustitutiva de importaciones), con lo que se esperaba mejorar progresivamente el nivel de vida de la población. Durante las casi tres décadas de su aplicación, este modelo generó altas tasas de crecimiento económico y mejoró los principales indicadores sociales, especialmente en las áreas urbanas; pero no fue capaz de generar suficientes empleos dignos, ni de reducir las desigualdades en la distribución del ingreso y de la riqueza.

Finalmente, durante los últimos 25 años El Salvador le ha apostado al modelo de promoción de exportaciones, Para ello, se emprendió una aplicación bastante ortodoxa de la fórmula neoliberal conocida como la política de las 3 “D”: desestatización (privatización), desregulación (liberación de precios y poca intervención estatal) y desprotección (liberalización comercial), junto a un nuevo enfoque de política social, caracterizado por la asignación creciente de recursos que privilegian la atención a la pobreza sobre el combate a la pobreza. La implementación del modelo ha coincidido con la salida de más de 60,000 personas por año que buscan en otros países mejores opciones y oportunidades.

Por otra parte, aunque el modelo reconocía que la principal ventaja comparativa del país consistía en contar con mano de obra abundante y laboriosa, le ha apostado muy poco a la expansión de las capacidades de la gente. Aunque el gasto público en salud y educación ha registrado una importante recuperación luego de la fuerte caída que experimentó durante la década del conflicto armado, todavía es inferior al observado durante 1970 y a lo que se necesita para transformar la laboriosidad de la población salvadoreña en un mejoramiento sostenido de su productividad. Curiosamente, con excepción del apoyo brindado inicialmente a la maquila, tampoco se han impulsado grandes apuestas productivas intensivas en la generación de empleo formal.

Estas falencias, unidas a que el modelo ha sido implementado sin valorar adecuadamente el impacto macroeconómico de las migraciones y las remesas, han provocado resultados diversos. Por un lado, según el PNUD, es el país de América Latina que más ha aumentado el valor del índice de desarrollo humano entre 1990 y 2012; pero, por otro, es de los que menos crecimiento económico ha experimentado, con el agravante que las perspectivas no son halagadoras. A ello habría que agregar que más de la mitad de su población laboral continúa subempleada o desempleada, muchos valorando la posibilidad de emigrar, tratando de emular los pasos de los más de dos millones de compatriotas que les han antecedido.

No cabe duda, por lo tanto, que lo que realmente existe ahora en El Salvador es un modelo económico inmoral basado en la exportación de mano de obra, que urge sea sustituido por uno que, vía aumentos sostenidos en la competitividad, amplíe y diversifique las exportaciones, sustituya importaciones y reduzca las altas tasas de subutilización laboral (desempleo y subempleo).

*Economista Jefe PNUD.