Simplemente indignante

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Bryan Pérez, de El Salvador es marcado por René Miranda, de Costa Rica

/ Foto Por Marlon Hernández

Por Por Federico Hernández Aguilar*

2014-07-29 6:00:00

Creciente indignación ciudadana ha causado la propuesta del presidente de la Asamblea Legislativa de viajar a Palestina en medio del recrudecido conflicto en esa zona del mundo. Su intención de encarnar, junto a otros diputados acumuladores de millas, un “mensaje de solidaridad” de parte del muy ilustre parlamento salvadoreño, le ha acarreado un incontenible aluvión de reacciones negativas, entre las que sobresalen aquellas que exhiben la escandalosa incompatibilidad del oneroso gasto del viaje con las necesidades que nuestro propio país padece en casi todas las áreas.

La situación en Gaza es terrible y dudo que haya alguien que no se conmueva ante las espeluznantes escenas que allá se ven a diario. Por encima de los discursos políticos o las afinidades ideológicas, cualquiera que aprecie el valor de una sola vida humana estará deseando el fin de un enfrentamiento que ya ha cobrado demasiadas víctimas civiles, tanto entre israelíes como entre palestinos.

Pero patentizar solidaridad con los inocentes de ambos bandos está fuera de toda proporción cuando excede los escasos recursos de un país que, como el nuestro, gime aplastado por sus propios problemas. Si en tiempos de sequía agarro la poca agua de que dispone la gente que me es más cercana y muy “solidariamente” la llevo a otro desierto, ¿cómo deberían entender mi gesto los que aquí se quedan sin el vital líquido? Una lógica bastante elemental debería hacerme concluir que mi impulso, por humanitario que pretenda ser, causará malestar y hasta cólera a la gente que está a mi lado y que también sufre.

Pensemos ahora que el dinero de los contribuyentes salvadoreños viene a ser como el agua en esta época de sequía económica. Gastarlo en delegaciones parlamentarias que vayan al otro lado del mundo es una idea inoportuna, irreflexiva y contraproducente. Las expresiones de rechazo generadas por la propuesta han sido tantas y de tal volumen, que ni la forzada ecuanimidad de su autor le inhibió de descalificar e insultar a los críticos, con lo que se hundió aún más en el fango. ¡Qué ceguera!

Luego nos enteramos con estupor que tres diputados se fueron a visitar un templo evangélico en Barcelona para comprobar, in situ, la “eficiencia energética” de un sistema de iluminación replicable en nuestras tierras, dado que el nuevo edificio del parlamento nacional, cuando se construya, necesitará verse bien en la noche. ¡Vaya misión de envergadura la que fueron a cumplir nuestros esforzados representantes! ¡Qué responsabilidad histórica la suya! Algo tan urgente como el rebote de la luz perpendicular sobre los muros del “templo” legislativo constituye una muestra magnífica del extremado detalle al que les obligan sus delicadas funciones.

Pero, por favor, agradezcamos que semejantes niveles de “previsión” al menos no se contrapongan descaradamente a la Constitución de la República. Recordemos que hace apenas dos años los ciudadanos financiamos el viaje de una delegación de nuestros diputados hasta la sede de la Corte Centroamericana de Justicia con el deshonroso objetivo de poner, a los pies de este organismo regional, ¡ni más ni menos que nuestra soberanía constitucional!

Guillermo Miranda Cuestas escribió recientemente, en este mismo espacio de opinión, la siguiente frase lapidaria: “Es intolerable que a la par de los graves problemas que atraviesa El Salvador coexista una forma tirana y cínica de hacer política”. Nunca mejor dicho. Solo una actitud despótica y desvergonzada, ajena a la verdadera empatía, es capaz de tildar de “fascistas” o “estúpidos” a quienes legítimamente reclaman de sus funcionarios una mayor responsabilidad con los impuestos que pagamos.

Mientras tanto, la canasta básica sube de precio, la inseguridad nos asfixia, la calidad de los servicios públicos disminuye y el gobierno sigue endeudado con sus proveedores. Diputados de gira solidaria por la franja de Gaza o revisando luminarias en la península ibérica son afrentas que los salvadoreños estamos cada vez menos dispuestos a aceptar. Ojalá nos aficionemos a exigir el respeto que merecemos.

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy.