La rebelión contra la naturaleza

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elsalvador.com

Por Por Luis Fernández Cuervo*

2014-07-20 5:00:00

Se crea o no en su valor religioso, en la Biblia aparecen bien señalados las dos grandes fuerzas enfrentadas a lo largo de la historia humana: obediencia y rebeldía. Obediencia humilde y llena de amor. Rebeldía soberbia y llena de odio. Hoy día vemos esas dos fuerzas bien delineadas en la fe y mandatos de la cultura cristiana y en las ideas y acciones de la cultura de la muerte. No hay que perderse en detalles secundarios; estamos en guerra. La cultura de la muerte pretende acabar, primero con todo el cristianismo y después con toda libertad y dignidad humana.

Que los seres humanos tienen una naturaleza que es más que naturaleza, ya lo vio claro Aristóteles cuatro siglos antes de Cristo. Pero, como hombre sabio que era, supo ver que ese más que naturaleza nunca era contra lo natural. Ese animal racional, como solía llamarlo, podía trabajar todas las potencialidades que tenía en su naturaleza para alcanzar cumbres en lo político, lo militar, la literatura, las bellas artes, etc., algo que ningún otro ser vivo podía hacer. Y toda la cultura cristiana se fue desarrollando siempre en ese respeto a lo humano natural y a las distintas perfecciones y cumbres que su desarrollo permite, incluyendo la más alta: la santidad.

La cultura de la muerte, verdadera anticultura, es lo contrario de todo lo anterior. Es rebeldía total. Odio a Dios, a sus leyes morales universales e incluso a la naturaleza humana en sus dos diferencias sexuales.

El odio a Dios puede tomar acciones directas contra las iglesias, los sacerdotes, su liturgia, en la plebe que sigue esta anticultura. En sus altos dirigentes se prefiere una forma más elegante: desprecio e ignorancia: Dios no existe o si existe no importa; no es necesario. Y por lo tanto no existen leyes de moralidad: –¡Soy libre! ¡Obediencia moral es esclavitud! ¡Yo soy mi propia ley, yo soy mi propio dios!

Puede no atacarse a Dios directamente, pero siempre se hace en sus creaciones principales: el matrimonio, la familia, los hijos, la sexualidad. ¿Matrimonio…? -Oh, sí, hay muchas clases de matrimonios; la convivencia sexual de dos hombres o de dos mujeres, por ejemplo, y su derecho a adoptar niños. Se atropella así el derecho de los niños a tener unos padres adoptivos normales. Y siempre el odio a la familia numerosa, siempre la obsesión de frenar la natalidad a nivel mundial como meta principal. Los más exaltados muestran su odio a los seres humanos con una idolatría hacia la otra naturaleza, la de los vegetales y animales. Si pudieran, exterminarían a casi todos los humanos en beneficio de la conservación de los bosques, las selvas y todos los territorios deshabitados.

La ideología del género es una de las manifestaciones más claras y exageradas del odio a toda servidumbre, incluyendo a la naturaleza. Va extendiendo su influencia a todo el mundo principalmente a través de la ONU, la Unesco, la OMS y el Fondo de Población y con la extensión de la homosexualidad y la fobia al matrimonio y la maternidad, así el control de población es más efectivo que si se limitasen a reducir la fertilidad por medios más tradicionales.

Ya no más la obligación– proclaman– de ser hombre por tener ese sexo; ya no más ser mujer por tener sexo y cuerpo de mujer. -¡Fuera la maternidad y la esclavitud de la crianza de los hijos! -En mí no manda nadie, ni Dios, ni el cuerpo masculino o femenino que me impusieron la tiranía de mis cromosomas sexuales. Seré del género que yo quiera y por el tiempo que yo quiera…

¡Qué patética es esta rebeldía contra la realidad! ¡Qué razón tenía aquel que, exagerando las posturas, dijo: Dios perdona siempre, el hombre alguna vez, ¡la naturaleza nunca! Su rebeldía puede llevarles a los placeres, pero nunca a la felicidad, ni en esta vida, ni en la otra.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

luchofcuervo@gmail.com