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Los becarios regresan a una final, ahora por lograr el título del torneo Clausura 2014.

/ Foto Por EDH / Miguel Villalta

Por Por Cristina López G.*

2014-05-31 6:05:00

El Salvador es en realidad un país pionero. Nos destacamos y estamos ganándonos a pulso un lugar en la historia por conseguir proezas nunca antes logradas por otros países. De acuerdo, no hemos todavía puesto a ningún salvadoreño en la luna (aunque con las tasas de migración, puede que no estemos tan lejos). Pero sí hemos conseguido, a diferencia de otras naciones, que se nos perdiera un presidente sin que nadie se diera cuenta, a pesar de que el suceso se dio a la luz del día, con las cámaras enfrente y toda la atención mediática posible. Quién sabe por medio de qué truco de magia, desapareció y fue suplantado por un impostor casi idéntico, al mejor estilo del clásico de Dickens “Historia de dos ciudades”.

Probablemente los niveles de inseguridad se deben en nuestro país, a que el aparataje de seguridad del Estado se encuentra buscándolo de sol a sol y han vuelto de esta tarea su prioridad número uno, descuidando lo demás. Cómo culparlos si, sin que nos diéramos cuenta, desapareció sin dejar rastro el hombre que el 1 de junio de 2009 asumía, según sus palabras, la banda presidencial con toda humildad.

Porque ese que tenemos, que termina su período presidencial entre escándalos, desfiles bufos y reportajes de nepotismo y poca transparencia, no puede ser el mismo que hace cinco años, juró que su administración no tendría derecho a equivocarse. De ninguna manera el que se pasea en autos de lujo y exhibe sus excesos de manera poco discreta, puede ser el valiente periodista que desenmascaraba corrupciones y criticaba a quienes valiéndose del poder, se enriquecían ignorando el juego limpio.

Aunque se le parezca de cara (de cuerpo son un tanto diferentes)- este que se despide ahora debe por fuerza, ser un impostor, porque desafiaría a la lógica que aquél que hizo un llamado a la unidad nacional, esa que es “fruto de la pacificación de los espíritus, del optimismo creativo y realizador de la armonización democrática (…) sin odio y sin resentimiento” sea el mismo que detrás de los micrófonos semanalmente siembre precisamente lo opuesto a la unidad nacional, con confrontaciones y berrinches, dedicando tiempo valiosísimo a la intolerancia a la crítica.

Y ojalá lo encuentren pronto, porque donde quiera que esté, debe estar sufriendo muchísimo de ver como el impostor hace exactamente lo contrario a sus promesas de gobernar diferente de cómo se había hecho antes, para unos pocos y “pactando con el atraso”, como dijo ese día de junio hace cinco años. Seguramente lo que más le duela al verdadero, es ver cómo este actor que intenta embaucarnos a todos, ha pasado por encima de la “revolución ética”, “la fábrica de empleos”, la “recuperación de la eficiencia de la administración pública”, la depuración policial, entre otros conceptos que a muchos de nosotros nos parecieron tan bonitos en el discurso inaugural.

Ojalá lo encuentren pronto, para poder decirle, que a los salvadoreños que de verdad queremos un mejor país, nos habría encantado conocerlo.

*Lic. en Derecho.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg