Ayer tuve un sueño

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El Dt gaucho no dio pistas de su posible once titular. Foto EDH

/ Foto Por EFE

Por Por Carlos Alfaro Rivas*

2014-06-30 5:00:00

Kamikaze es cruzar en bici nuestro túnel dos, sin luz ni seguidor. Llevo más de 20 años haciéndolo, fuente de varias pesadillas.

Anoche se repitió el aterrador sueño, en el que un furgón de 18 llantas me hizo salir en ambulancia, sin vida, directo y sin sirena, al horno de la funeraria que administra un amigo.

Dos horas más tarde, le entregaron a mi familia una linda vasija con seis libras de ceniza que, después de una alegre despedida, con todo y mariachis, flotaron para siempre sobre las olas de nuestro Pacífico mar.

También flotó mi espíritu directo al Purgatorio adonde, junto a miles de otras almas en pena, nos topamos con un estricto director de admisiones, para someternos a un exhaustivo análisis que determinaría si podíamos seguir subiendo, o nos mandaba de retroceso al infierno.

La primera prueba fue atrás de una puerta verde que leía “Envidia”. El ángel a cargo identificaría a quienes les duele el triunfo de los demás; los que sienten alegría cuando el otro fracasa. A cuantos nos da soponcio cuando vemos a fulano en un Ferrari. Quienes hipócritamente felicitamos al prójimo por su logro, pero en el fondo estamos verdes de la envidia.

La siguiente puerta leía “Ingratitud”, adonde siguió la inquisición para determinar quiénes, en vida terrenal, ignoraron al más necesitado; no dejaron propina adecuada, no dieron las gracias después de una invitación, no trataron con ternura a los animales, no cedieron el paso al manejar.

Juelacha, me di cuenta que más de alguna vez había pecado, y que era muy tarde para arrepentirme.

La siguiente escala serviría para ponchar al “Consumismo”. A aquellas almas que vivieron en un afán por tener más de lo que necesitaban, las que gastaron más de lo que tenían. Las víctimas de una atracción fatal con el dinero (o el plástico), raíz de tanto mal.

Siguió el colador de los “Glotones”; era un enorme salón, tipo auditórium, en el que proyectaban fotos recientes de nuestras figuritas para determinar quiénes vivimos comiendo en exceso.

El ángel a cargo tenía razón; algunos ni habíamos terminado de desayunar cuando preguntábamos qué íbamos a almorzar; nuestra gloria era el buffet all you can eat, participábamos en concursos de comelones de pupusas, nos la pasábamos subiendo a Facebook fotos de lo que nos íbamos a hartar, pagábamos el gimnasio en busca de licencia para seguir tragando.

Uffff, de este pecado creo estar chele.

Almas nerviosas luego nos congregamos en el salón en el que buscaban el pecado de la “Hueva”. “No hay problema si de vez en cuando aventaban al carajo el despertador”, explicaba el ángel moderador. “El problema es que en la tierra la hueva se está volviendo una costumbre colectiva”.

Tenía razón; a muchos nos afecta la falta de ambición, nada nos motiva, no tomamos la responsabilidad por los cuernos. En fin, padecemos de huevitis aguditis, y de esos no quieren en el cielo.

Gracias a Dios de la hueva no tengo ni un pelo; por algo me dice chile piquín una de mis hermanas.

Al fondo había un enorme salón, en el que colgaban del techo unas especies de piñatas de hombres y mujeres en guayabera. Aquí buscaban a los que pecaron de orgullosos, déspotas, infieles, chanchulleros, mentirosos, impuntuales, y otros males, producto de una posición de poder.

Riiiinnngggg…. Como no padezco de hueva, sin pensarlo, obedecí a mi despertador. Sudoroso confirmé el latido de mi corazón, toqué a mi mujer, besé a mi chucha, y di gracias a Dios por aún tener la oportunidad de arrepentirme de mis pecadillos.

Dos horas más tarde, cruzaba en bici nuestro túnel dos, sin luz ni seguidor.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

calinalfaro@gmail.com