Una economía de exclusión

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elsalvador.com

Por Por Juan Valiente*

2014-06-24 6:02:00

Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata.

“No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión.

“No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad.

“Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia.

“A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites.

“La ética, una ética no ideologizada, permite crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos».

“La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis.

“La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen solo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral.

“Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos (los pobres), a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos“.

Y así siguen los mensajes con una bella espiritualidad, con un olor y sabor a Jesús impresionante. Pero en los años 70 a cualquiera que hubiera dicho estas cosas en nuestro país lo hubieran asesinado y acusado de comunista. Así murió el padre Rutilio Grande. Así murieron tantas personas en el país que únicamente buscaban que el problema de los pobres fuera un problema de todos. Aunque pueda ser cierto que en medio de estos cuestionamientos hubiera personas ideologizadas que querían pescar en río revuelto, esa realidad no puede ocultar lo que los salvadoreños encontrábamos y encontramos en la cotidianidad, si nos animamos a salir al encuentro de los pobres.

El Papa Francisco no se deja ganar en fidelidad al Evangelio. Esas pocas citas son de su primera exhortación apostólica “La Alegría del Evangelio”. Para los cristianos que estemos dispuestos a escuchar su voz con humildad, el mensaje de Papa te cuestiona hasta lo más profundo. ¿Tendremos ánimo de ser discípulos? ¿Queremos continuar la farsa de ser católicos por ir a misa sin escuchar los mensajes del sucesor de Pedro?

¡Y, por favor, no caigamos en la fácil tentación de excusarnos acusando al Papa de ser jesuita o de ser seguidor de la Teología de la Liberación o de ser argentino! Ya en 1891 el Papa León XIII promulgó la encíclica Rerum Novarum que enumera los errores que provocan el mal social. ¡Dos mil años y qué poco hemos escuchado! Con razón a veces no convencemos, pues como dicen por sus obras los conocerán.

*Columnista de El Diario de Hoy.