La oxigenación del espíritu

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Javir Simán, presidente de la ASI, entrega el premio emprendedor a Arturo y Hugo Tona, de la empresa TERMOENCOGIBLES.

Por Por Eduardo Torres*

2014-06-13 5:00:00

En el marco de esta gran fiebre que cada cuatro años vivimos alrededor del planeta, la fiesta del Mundial de Fútbol, conviene resaltar qué significa para nosotros los seres humanos el deporte; cuál es la importancia de hacer ejercicio en la cotidianidad de nuestras vidas y, por supuesto, algunos de los entretelones de esta fiesta mundial por el deporte que a más millones de personas apasiona en el globo terráqueo.

Desde la antigua Grecia, donde el deporte estaba ligado a la religión, dice el filósofo español Rafael Alvira en su libro “Filosofía de la vida cotidiana”, se dieron cuenta de que la actividad deportiva cumplía la función filosófica-religiosa de ayudar al autoconocimiento. Quien conocía su verdadera identidad era considerado como un ser “divino”, y lo divino era también lo perfecto. El deporte, entre otras cosas, busca entonces darnos perfección.

El buen deportista, asegura el maestro español, es el que está en forma, “expresión profundamente filosófica desde hace 2300 años” ya que forma, en filosofía, significa perfección. Perfecto significa lo mejor y más completo, aquello a lo que no le falta nada. “Mente sana en cuerpo sano” (Mens sana in corpore sano), dice la universal frase, ya que –al menos en esta vida– al ser los seres humanos una unidad indisoluble entre intelecto y cuerpo, el intelecto se cultiva con la adquisición de conocimiento mientras que el deporte existe –en el buen sentido del término– para cultivar el cuerpo.

Han sido los ingleses quienes en la sociedad moderna llevaron el deporte al sitial de honor que ahora le corresponde. El deporte es una competición civilizada, con reglas preestablecidas que los árbitros se encargan de aplicar. Fuera de casos bochornosos extra deportivos, por mucha pasión que exista a la hora de competir, los resultados son casi siempre aceptados; lo normal es saludar al adversario y, como solía decir hace varias décadas un locutor deportivo, “acá no ha pasado nada”.

En esta era de la globalización, donde se puede seguir en el fútbol jornada a jornada al equipo de la liga que se desee, o a Rafa Nadal, María Sharápova, la NBA o la Fórmula Uno, quizá ni siquiera nos damos cuenta de la importancia que tiene el deporte en nuestras vidas. Ante la frenética actividad cotidiana en que estamos inmersos, la práctica regular del ejercicio se vuelve fundamental para oxigenar nuestra mente y combatir las “enfermedades del Milenio”, fundamentalmente las cardio y cerebro vasculares, el cáncer y las adicciones.

La práctica del deporte nos ayuda también, escribe en su mencionado libro el reconocido maestro de filosofía, Rafael Alvira, “a llegar al final de nuestros días de la manera que pide el ideal americano, o sea ‘en perfecto estado de salud’. Así evitaremos a los demás, en lo posible, la tarea de cuidar de nosotros. En este aspecto, ser deportistas de verdad –no los que se autodestruyen en el exceso– es pensar en el bien futuro de nuestros seres cercanos”.

Dos años antes del mundial de Sudáfrica estuve por ahí en un congreso y pensé que tendrían problema en mejorar la inseguridad y que tampoco saldrían a tiempo con las obras de infraestructura, retrasadas y con sospechas de corrupción. Casi lo mismo pensé en Brasil hace dos años, con la excepción que conscientes de la responsabilidad que se les venía –de la imagen país–, se ha visto cómo han intentado recuperar espacios tomados por la criminalidad y el narcotráfico. La infraestructura igual que en el sur de África, inconclusa al día “D” y argumentándose costo al doble de su valor en algunos casos.

La fiebre mundialista, sin embargo, es tan grande que más allá de lo interno del país anfitrión, ¡a disfrutar este Mundial que recién inicia! *Director Editorial de

EL DIARIO DE HOY.