Sobre la estupidez reinante

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elsalvador.com

Por Por Luis Fernández Cuervo*

2014-06-15 5:00:00

En el mundo actual existe una extensa plaga de maestros y profesores que se empeñan en enseñar, a gente desprevenida, estupideces tremendas. Y lo hacen pensando que eso es algo bueno, incluso un progreso científico. No son malvados. Eso sería malo, pero esta supina ignorancia de lo evidente es mucho peor. Se empeñan en que sólo somos materia y no se dan cuenta de que la enseñanza, aunque sea de estupideces, es una función inmaterial, una prueba directa de su error, de que tenemos alma, espíritu, de que somos los únicos seres vivos en el mundo que pueden pensar con ideas universales, abstractas y que nuestro pensamiento reflexivo nos hace capaces de autoconocimiento.

Estos mismos enseñadores suelen apoyar sus errores en un pésimo entendimiento de la teoría evolucionista que en ellos adquiere características propias y contradictorias: una especie de religión atea, materialista y animalista, que refuerza sus errores mentales afirmando que nuestras diferencias con otros animales, especialmente con los grandes simios, es sólo de cantidad, de tener un poquito más de cerebrización.

Hace unos dos mil cuatrocientos años atrás, cuando Aristóteles iba creando su magna filosofía que ha iluminado el saber humano durante siglos, también brillaron fugazmente filósofos materialistas y decadentes, pero la mayoría de la gente de aquellos tiempos tenía suficiente sentido común para saberse muy superior a cualquier animal. Disfrutaba de las bellas artes y del teatro, como frutos divinos con el que los dioses premiaban a algunos de los humanos. Una sociedad sana, optimista y creativa, tiende a divinizar lo mejor de lo humano. El pensamiento actual de los países dominantes tiende a animalizar todo lo humano.

Hay gente que piensa en influencia diabólica cuando ve individuos de intensa perversidad. Yo no lo niego, pero me parece mucho más diabólica la cantidad enorme de estupideces evidentes que para grandes masas humanas se aceptan como dogmas de fe… antirreligiosa. El materialismo es una evidente falsedad. De los animales nos separan siglos de cultura filosófica, científica, artística, técnica, etc., prueba patente e irrefutable de que tenemos espíritu.

Esos mismos enseñadores y las mentes que cautivan, siguen diciendo que la ciencia –¿cuál de ellas?– demuestra que la religión es falsa. No se han enterado de que fue el proyecto Genoma Humano y el mismísimo ADN lo que sacó de su agnosticismo a Francis Collins para hacerlo cristiano. También el ADN contribuyó poderosamente a dejar su ateísmo agresivo a Antony Flew llevándole a confesar que: «los argumentos más impresionantes de la existencia de Dios son aquellos que son apoyados por recientes descubrimientos científicos».

Me acuerdo ahora de aquel mentecato fanático de las ciencias empíricas que se puso a enseñar a los niños, en un periódico salvadoreño, que sólo se podía creer que algo era verdad si se podía demostrar por la experiencia. Envalentonado con sus ejemplos de demostraciones empíricas un día escribió: “En cambio ¿cómo se puede demostrar que es verdad el dogma de la Inmaculada Concepción?” Eligió mal el dogma a rebatir. Se ve que ignoraba que cuatro años después de que el Papa Pío IX definiera ese dogma en 1854, la Virgen se apareció en Lourdes a una humilde niña campesina y cuando ésta le preguntó a la Virgen que cuál era su nombre, la Virgen le dijo “yo soy la Inmaculada Concepción” ¡Pura demostración empírica!

Hoy día, la principal acción diabólica, tenaz y globalizante, consiste en extender la estupidez, la ceguera y cobardía intelectual para que no veamos ni denunciemos todas las mentiras, violencias y corrupciones con que la cultura de la muerte está arruinando moralmente nuestra civilización. Es indignante que sus dirigentes, incluyendo al presidente Obama, sigan diciendo que los LGBT sufren discriminación, cuando la realidad es que son injustamente premiados con mayores derechos que los ciudadanos normales. La verdadera y creciente intolerancia y discriminación es sólo contra los cristianos. Ahí se ve bien quién es, en último término, el creador de la cultura de la muerte: el Padre de la Mentira.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

luchofcuervo@gmail.com