Peor el remedio que la enfermedad

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Los presidentes de los equipos finalistas, Wilfredo Guerra (izq.), de Metapán, y Carlos Meza, de Dragón, estuvieron cerca de la Copa. Uno de los dos la levantará.

/ Foto Por EDH / Marvin Recinos

Por Por Manuel Hinds*

2014-05-22 6:03:00

La administración actual está tratando de dar la impresión de que dejará resueltos los problemas fiscales del país cuando entregue el poder. Con ese propósito ha presentado una serie de piezas de legislación para su aprobación por la Asamblea, incluyendo dos nuevos impuestos y otros cambios a la legislación tributaria. La idea es que con esto el gobierno podrá recaudar 200 millones de dólares más por año, que es como la mitad de lo que necesita para poder mantener el nivel actual de gastos.

El problema es que las medidas propuestas no solo no podrán recaudar esta cifra, ni mucho menos, sino que además crearán otros problemas económicos que dificultarán el logro de otros objetivos, más prioritarios y fundamentales. Al fin y al cabo, el problema básico es que la economía no crece porque no hay inversión, y aunque la falta de crecimiento no tiene una causa fiscal, los impuestos que Hacienda ha presentado son tan malos que empeorarán el problema del crecimiento.

La selección de los impuestos que Hacienda quiere crear sugiere que hay al menos dos deficiencias muy grandes en el análisis tributario del gobierno: el deseo de presentar impuestos que parezca que van a dañar a ciertas clases de gente que el gobierno ataca en su retórica –los ricos, los inversionistas, los dueños de empresas– y la falta de conocimiento de las interconexiones que tiene la economía, que los lleva a creer que los dañados serán unos cuando en realidad serán otros, que supuestamente el gobierno no quiere dañar.

En un artículo anterior mostré cómo el impuesto a los “bienes suntuarios” que supuestamente iría a dañar únicamente a los dueños de bienes inmuebles de alquiler realmente va a dañar y mucho más a los constructores y los trabajadores de la construcción.

El otro impuesto que Hacienda quiere introducir supuestamente impacta a algo abstracto, las transacciones financieras que pasan por el sistema bancario. La tasa del impuesto es de 0.25 por ciento de cada transacción, lo cual suena poquito. El problema es que se paga cada vez que se emite un cheque o una transferencia electrónica, se hace un depósito, o un pago, o un retiro de cualquier cuenta. Ciertamente, hay una serie larga de exenciones. Pero éstas vuelven peor el impuesto, porque aumentan los costos de los bancos, que luego se traducen en aumentos de intereses para los préstamos.

El impuesto se ha probado en varios países y ha sido un fracaso porque, al desincentivar las transacciones bancarias, los depósitos bajan, con lo que los bancos tienen menos fondos para prestar mientras que las tasas de interés de los prestamos suben.

Estas no son elucubraciones teóricas sino experiencias vividas en los países que lo han probado. En Colombia, por ejemplo, la disminución de los fondos prestables y de los pagos que la gente hace con instrumentos bancarios fue tal que para mantener la recaudación el gobierno tuvo que subir la tasa del impuesto, ya que cada vez se recauda menos.

El reporte del FMI sobre este tipo de impuestos es una historia de horrores. Dice que impide el funcionamiento efectivo del sistema financiero, sube el costo de financiamiento del gobierno con lo que rebaja la recaudación neta del gobierno, debilita los ahorros y el crecimiento del país, y desincentiva la inversión, que es lo que más necesita el país y lo que el nuevo gobierno dice que quiere. Es como si el gobierno actual estuviera buscando las peores ideas disponibles en el mercado. De esta manera, el gobierno actual está contaminando al nuevo con su récord de errores garrafales.

La situación del país es delicada. A nadie, ni al sector privado ni al gobierno, le conviene que el país caiga en una crisis fiscal. El sector privado debería estar listo para cooperar en asegurar ingresos para el gobierno siempre y cuando se inviertan en mejorar las condiciones sociales y económicas del país. Pero para lograr una solución armónica, el gobierno debe dejar de proponer ideas que no solo no resuelven los problemas del país sino que además crean otros peores.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.