Un adiós a “el cambio”

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elsalvador.com

Por Por Eduardo Torres*

2014-05-26 6:03:00

Tan cercano y a la vez tan distante va quedando en el tiempo el día de la toma de posesión de Mauricio Funes, el “no podemos fallar” que dijo en su discurso inaugural del 1 de junio de 2009. La rapidez con que ha pasado el tiempo me ha hecho recordar lo que una vez me dijo mi mentor, mi querido y recordado tío Abelardo Torres. Con excepción de los principios y valores, todo en esta vida es pasajero, pero si en algo se puede ver esto con mayor celeridad es en los puestos públicos: hoy estás, mañana ya no estarás, “son como estrellas fugaces”, me expresó.

La evaluación del quinquenio a partir de lo que dijo Funes en su discurso de toma de posesión hace cinco años a lo concretamente realizado durante el periodo presidencial le es desfavorable al gobierno. Lo que señalan las cifras es que ha habido un raquítico crecimiento económico, alrededor del uno por ciento; altísimo endeudamiento, hasta rondar el sesenta por ciento del PIB. Falta de creación de empleos –de generar oportunidades de trabajo–, una de las grandes promesas de campaña por la incapacidad manifiesta de generar un ambiente propicio para la inversión, como por ejemplo se ha venido generando en otros países de la región.

En el único indicador primario en que nos encontramos al alza, hasta con “viernes negros” como este último, es en la inaceptable escalada de homicidios que nos encontramos sufriendo. Siendo la vida humana el bien primario a defender por parte del Estado, no se está cumpliendo con la función esencial que se tiene en el problema número uno de los salvadoreños. Patético resulta el continuar manejando tan dramática situación con base en operativos mediáticos y seguir rellenando archivos con estadísticas de los seres humanos que han caído víctimas de esta oleada criminal.

Lo que se demanda es que funcione el Estado de Derecho, que no queden impunes los crímenes y demás delitos. Que cada quien evalúe cómo le fue con “el cambio”, ya que al menos en las áreas tradicionalmente más sensibles las cifras globales están ahí. Pero a pesar de ser tan negativo el balance en lo anterior, desde mi punto de vista el principal fallo de este gobierno estuvo en su inusitada intolerancia, en la descalificación de cuanta voz crítica se alzó. En el retroceso hacia los pesos y contrapesos, esencia misma de la democracia ya que ésta, de por sí, estimula el disenso. Por ello fue tan grave la crisis con la Sala de lo Constitucional.

Tuvo que salir la sociedad civil, en un esfuerzo transideológico, a expresarse ante la amenaza de que se decapitara nuestra institucionalidad tras el decreto 743. Pero si fue la Asamblea Legislativa la que lo aprobó, no el Órgano Ejecutivo, podrán argumentar algunos. La sumisión fue de tal magnitud que difícilmente podría haberse aprobado el tal decreto de no haber existido alguna especie de venia desde La Casona, para decir lo menos por no constarme cómo se fraguó el 743 y qué roles se jugaron con posterioridad en “un recurso” que llegó hasta la Corte de Managua.

Existen dos figuras en los períodos presidenciales por las que irremediablemente pasan los inquilinos de Casa Presidencial durante sus periodos: la soledad del poder, que es la decisión final –lo que todo presidente hace es tomar decisiones basadas en la información que le dan sus asesores y ahí el riesgo de llenarse de “yes men”–, el momento de tomarse una decisión difícil, y el legado histórico, el cómo quisiera llegar a ser recordado cada quien al salir. En este último punto todo parece indicar que el gobierno de “el cambio” pasará a ser recordado como el de la prepotencia (el de las caravanas), y la descalificación a priori de sus adversarios políticos y de cuanta voz crítica se alzó.

Arrivederci!

*Director Editorial de El Diario de Hoy.