Monseñor Romero y ARENA

descripción de la imagen
La Sub 20 no para sus trabajos rumbo al eliminatorio en julio próximo. Foto EDH / Archivo

Por Por Juan A. Valiente*

2014-03-25 6:02:00

Hace dos días fue el aniversario del asesinato de Monseñor Romero. 34 años han pasado y todavía no logramos como ciudadanos llegar a un consenso sobre su figura histórica. A mi juicio la gran mayoría ya ha aceptado a Monseñor como pastor venerable y mártir de la Iglesia, incluso santo. Sin embargo, sigue habiendo personas que abiertamente lo rechazan o lo denigran, especialmente vinculadas a las fuerzas más ideologizadas de la derecha del país.

Es cierto que es molesto el abuso que a veces los políticos hacen de la figura de Monseñor para ganar crédito electoral o simpatías políticas. Pero no debemos permitir que esa molestia recaiga sobre la persona de Monseñor. Debe caer precisamente sobre los políticos y debe criticarse el hecho del abuso. Sin embargo, le damos demasiada importancia a este tipo de nombramientos de calles, infraestructura y monumentos. ¿Quién no le sigue diciendo Bulevar Venezuela al Bulevar Castellanos?

Comalapa seguirá siendo Comalapa y el Bulevar Diego de Holguín igual. Incluso creo que a Monseñor Romero le hubiera molestado tanto notoriedad, hubiera preferido mil veces que su muerte sirviera no para seguir dividiendo, sino para construir un país donde viviéramos como hermanos. Me imagino a un monseñor a veces temeroso, pero fortalecido por el Espíritu. Un Monseñor que se agigantaba cuando el pueblo, especialmente el pueblo pobre, lo miraba con esperanza.

Monseñor dijo: “Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado. El Evangelio me impulsa a hacerlo y, en su nombre, estoy dispuesto a ir a los tribunales, a la cárcel y a la muerte”. Ojalá todos tuviéramos la valentía que tuvo este hombre santo de decir verdades, aunque no estuviéramos listos para oírlas. Basta dar una vuelta por las vecindades pobres de muchos barrios elegantes para caer en la cuenta que algo no está bien en nuestro querido El Salvador, que algo todavía no está bien.

Las reacciones en contra de Monseñor Romero son la mayoría de las veces viscerales. Sin conocimiento, sin meditación, sin haber al menos leído las homilías de Monseñor o sus meditaciones diarias. Monseñor en el mundo ya es sin lugar a dudas la personalidad más reconocida del país. Ha sido propuesto al premio Nobel de la Paz. Es parte de la galería de mártires del Siglo XX que está en la fachada de la Abadía de Westminster en Londres. Una búsqueda sencilla de “Monseñor Romero El Salvador” da cerca de 600 mil resultados.

Es necesario que la derecha y ARENA especialmente puedan reconciliarse con lo más negro de su historia. Será la única manera de permitir que sus seguidores comiencen a trascender el odio de clases y logren pensar en las personas antes que en la ideología. Si queremos construir un El Salvador que funcione para todos, debemos reconocer de dónde venimos.

No es posible continuar cegándonos a la realidad de pobreza e indigencia en la que apenas sobreviven muchos de nuestros compatriotas. No es posible continuar cegándonos a reconocer que durante la guerra las Fuerzas Armadas y fuerzas paramilitares asesinaron y torturaron a muchos salvadoreños. Cada día había que recoger cuerpos, muchos de ellos salvajemente torturados. Enrique Álvarez fue uno de tantos que sufrió esta suerte por apostarle al bando contrario.

Y no debemos tener miedo. La misma izquierda ya en muchas ocasiones ha reconocido sus excesos y ha pedido perdón. ¿Cuándo podrá la derecha hacer lo mismo? El Informe de la Comisión de la Verdad es lectura obligatoria para todos nosotros salvadoreños. Se llama “De la locura a la esperanza”. Precisamente el tránsito que tenemos que hacer todos nosotros para que pueda haber futuro en el país. Los invito a abandonar la locura y abrazar con pasión la esperanza de ese futuro anhelado.

*Columnista de El Diario de Hoy.