Silencio criminal

descripción de la imagen
Alianza no vive su mejor momento en el campeonato. Foto EDH / Archivo

Por Por Max Mojica*

2014-03-03 6:03:00

Las injusticias que se dan en la sociedad puede que tengan un sujeto que las promueva, pero en el terreno político pocas se llevarían adelante sin el apoyo -activo o pasivo- de otras muchas personas que directa o indirectamente prestan su consentimiento y apoyo a que las mismas se realicen.

Las injusticias, por tanto, tienen mucho que ver con la responsabilidad de los ciudadanos más de lo que a primera vista pueda parecer, siendo que esa responsabilidad se hace exponencial cuando se trata de las injusticias promovidas por los Gobiernos: por el Gobierno que oprime injustamente al pueblo, así como por los Gobiernos que por conveniencia, cobardía o por complicidad, guardan silencio y no condenan y repudian de manera clara la opresión de otros, olvidándonos que en esta aldea global todos somos ciudadanos del mundo.

Existen muchas formas de oponerse a las injusticias: desde la condena personal que podemos hacer en nuestro “metro cuadrado”, en nuestro “círculo de influencia”, hasta las condenas realizadas por figuras públicas que se llevan a cabo en medios de comunicación; llegando a las más importantes: las que realizan los gobiernos y las instituciones internacionales (OEA, ONU, PARLAMENTO CENTROAMERICANO, etc.) que deben de velar por que se respeten los derechos humanos en todos los rincones de este mundo, que cada vez más es nuestro mundo.

En cualquier caso, corresponde a cada individuo determinar el grado de oposición y resistencia como respuesta en conciencia a la injusticia realizada por el poder en turno; sin embargo, la opción más común -y a la vez la más equivocada- ante el abuso de poder o la injusticia es el silencio, al menos el silencio operativo, el que a la queja interior no sigue ninguna acción de manifiesta repulsa. Ese silencio con frecuencia se constituye en el mejor cómplice de la injusticia, y cuando la injusticia se materializa en la opresión a todo un pueblo que es sometido, tiranizado, asesinado y encarcelado, ese silencio no es otro cosa que un SILENCIO CRIMINAL.

En 1933 cuando Hitler, en desarrollo de la política totalitaria de homogeneización, impuso sobre las iglesias protestantes el “párrafo ario”, que excluiría de la iglesia a todo creyente con antepasados judíos, el pastor Protestante Niemöller se opuso a dicha política redactando el poema denominado “Cuando los nazis vinieron por los comunistas”, que trata acerca de las consecuencias de no ofrecer resistencia a las tiranías en los primeros intentos de establecerse. El orden exacto de los grupos y las palabras están sujetos a disputa, pero en síntesis el poema expresa un acto de contrición por no haberse opuesto a los Nazis cuando todavía se podía, y lo llevaba a concluir: “Cuando vinieron a llevarse a los comunistas / no protesté, porque yo no era comunista/ Cuando vinieron a llevarse a los judíos / no protesté, porque yo no era judío, / Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”. Pues ahora que es el turno de Venezuela, es simplemente criminal el quedarnos callados, el que los gobiernos se queden callados.

Aunque solo fuera por solidaridad con tantos millones de hombres, mujeres y niños que ahora están siendo triturados por las fauces del poder en las calles de Venezuela, a quienes por habérseles quitado la posibilidad de expresarse libremente no se les permite la denuncia de la injusticia, los que se tienen por protagonistas del mundo libre deberían sentir la obligación de ejercer con la palabra y la acción su crítica sobre la injusticia también como símbolo no solo de un básico sentimiento de solidaridad humana, sino a la vez para demostrar un claro compromiso por la democracia y por el respeto a la voluntad popular de cada uno de los pueblos que gobiernan o, tal como es el caso de El Salvador, que pretenden gobernar.

Nos preguntamos, ¿a dónde está el comunicado oficial del FMLN condenando los actos de violencia cometidos por las fuerzas de seguridad y paramilitares venezolanos contra los estudiantes y las mujeres? ¿a dónde están la OEA y la ONU solicitando sanciones políticas, comerciales y económicas contra el Gobierno de Venezuela? ¿a dónde está el rechazo público y claro de todos los presidentes izquierdistas de Latinoamérica, que en algún momento fueron también perseguidos, torturados, criminalizados, silenciados? ¿O es que la injusticia deja de ser tal, cuando se ejerce sobre nuestros enemigos políticos?

Con la sangre de nuestros hermanos venezolanos se ha escrito una nueva palabra en el diccionario político del “socialismo del siglo XXI” “SILENCIO CRIMINAL: dícese de la pasividad de los gobiernos de Latinoamérica, de la ONU y la OEA, ante la violación de los derechos humanos en Venezuela”.

Ahora y mientras no cese la opresión contra todo un pueblo, la realidad es que todos somos Venezuela, ¿por qué? La respuesta es brutalmente simple: porque lo que actualmente está pasando en Venezuela, también puede pasar en El Salvador. Para quien tenga oídos que oiga “S.O.S. VENEZUELA”.

*Colaborador de El Diario de Hoy.