Una historia que inspira

descripción de la imagen

Por Por José María Sifontes*

2014-02-03 5:00:00

Si me preguntaran a qué médico contemporáneo le tengo más admiración no tendría mayor dificultad en responder. Es al doctor Benjamín Carson, neurocirujano pediatra estadounidense quien, además de tener una habilidad quirúrgica sobrenatural (es apodado “manos privilegiadas”), ha contribuido significativamente al conocimiento de su área de especialidad. Admiro a muchos médicos; a unos por su contribución a la ciencia, a otros por su dedicación y destreza, y a otros por su honestidad profesional y el trato humano que dan a sus pacientes. Reconozco también en muchos su aptitud y falta de egoísmo para enseñar a los que tienen menos experiencia lo que han aprendido a lo largo de toda su vida.

Estas cualidades las reúne el doctor Carson de quien ya hablé en un artículo hace varios años. Sin embargo, no son estas cualidades, importantes sin duda, las que hacen especial mi admiración. Es su historia.

Benjamín Carson nació en Detroit, Michigan, y vivió su niñez en las condiciones más adversas que uno puede imaginar. Hijo de una madre pobre que lavaba ajeno para mantener a sus dos hijos. El padre alcohólico, casi ausente, que en lugar de contribuir a los gastos era una carga más. Los niños se criaron en una cochera que adaptaron como casa (era lo que la madre podía alquilar) en una zona poco privilegiada de la ciudad. Si a esto agregamos que Benjamín era un niño de raza negra en un tiempo de segregación racial, completaremos el cuadro. Los niños del vecindario eran dados a vagabundear y apenas llegaban a estudiar la primaria. Benjamín por un tiempo fue uno más de ellos y en sus primeros años fue de los peores estudiantes. Parecía que su vida estaba ya trazada.

Pero origen no significa destino. La madre, mujer de carácter, se determinó sacar a sus hijos adelante y superar las adversidades. Sin saber leer ni escribir tuvo la intuición de lo que sus hijos debían hacer para superarse. Los obligó –esa es la palabra exacta– a leer y autoformarse. La manera era dura pero simple, si los niños querían comer tenían la obligación de leer en la biblioteca pública dos libros por semana. Todas las semanas escuchaba lo que habían leído, y lo que al principio fue para ellos un fastidio se convirtió en entretenimiento y luego en afición. Sin la amenaza ya del hambre Benjamín se convirtió prácticamente en un erudito. De mal estudiante pasó a ser el primero de su clase. Al graduarse de la escuela paso al ROTC, una especie de reserva para jóvenes, lo que le permitió obtener una beca en Yale para estudiar Medicina. Ganó otra beca en la Universidad de Michigan y terminó su formación en Neurocirugía Pediátrica en Australia. Con el tiempo llegaría a ser el jefe del Departamento de Neurocirugía Pediátrica del Hospital Johns Hopkins y uno de los neurocirujanos más importantes en el mundo. Benjamín Carson ha hecho cirugías que han pasado a la historia, como la separación de dos bebés siameses unidos por el cerebro, que necesitó de un equipo de más de sesenta personas y un día y medio de tiempo quirúrgico. Actualmente Benjamín Carson comparte su tiempo profesional con charlas motivacionales a niños, especialmente minorías.

La historia de Benjamín Carson, que no dejo de contar cada año a estudiantes de Medicina, nos enseña que nadie está por las circunstancias condenado al fracaso y que, con determinación, todas las adversidades pueden ser superadas.

*Médico psiquiatra.

Columnista de El Diario de Hoy