Preguntas en torno a lo público y lo privado del “affair” presidencial

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Un grupo de docentes de diferentes centros educativos recibió una capacitación impartida por la Fundación Forja. El objetivo es promover buenas prácticas en las aulas . fotos edh / Douglas urquilla

Por Por Ricardo Chacón *

2014-02-15 6:04:00

En España o en Inglaterra, o en la mayoría de países desarrollados, tienen claro que intervenir en la privacidad de las personas no es permitido, menos por la prensa; con mucha frecuencia personalidades públicas se sienten “intimidadas o acosadas” y, sin tanta vuelta, ponen sus demandas ante un juez. En no pocas ocasiones, los jueces dan la razón a las personalidades e imponen multas a periodistas o medios de comunicación a los que se les ha comprobado que intervinieron en la intimidad sin otra razón que hacerla pública para satisfacer una prensa rosa, morbosa, llena de curiosidades sobre las excentricidades de los “grandes”.

Sin embargo, el tema es complejo y tiene muchas aristas discutibles, sobre todo cuando están de por medio personajes en quienes no queda clara la frontera entre lo individual y lo público, todavía más, cuando estas personas notorias ponen en riesgo asuntos de seguridad del Estado, como ocurre cuando el presidente de una nación es pillado en un lío de faldas, que abandonaba su residencia en moto para visitar a su supuesta amante, como ha publicado ampliamente la prensa mundial en torno al presidente francés, el socialista Francois Hollande.

Es preciso hacer un resumen sobre la cuestión fáctica, luego entramos al análisis: en enero pasado, la revista francesa “Closer”, publicó una serie de reportajes en los que revelaba que el presidente Hollande abandonaba la residencia presidencial en moto, para visitar a su supuesta amante, la actriz Juli Gayet; el impacto en la opinión pública fue mayúsculo, y no sólo hizo decaer la popularidad del gobernante, sino además puso fin a su relación con la periodista Valérie Trierweiler, su pareja oficial y Primera Dama.

El tema fue y es un tremendo escándalo entre otras cosas porque, según la publicación que luego reveló que dio seguimiento a la información durante varias semanas, incluso alquiló un local frente al apartamento de Gayet en una zona exclusiva cerca de la residencia presidencial, donde supuestamente era el “nido de amor” de la pareja.

En las publicaciones se consignan fotos en las que el presidente, enfundado en su casco, maneja una moto que lo lleva de la residencia presidencial al apartamento de su amante.

Gayet ha demandado a la revista por intromisión a su vida privada, mientras que el presidente Hollande, de 59 años, no ha denunciado personalmente a la revista pero ha mostrado en varias ocasiones su rechazo a que la prensa trate asuntos que, considera, pertenecen al ámbito de la vida privada.

Primera pregunta: ¿Es público o privado el “affair” de Hollande? Sin llevar la cuestión al ámbito de lo moral o de la ética, no es este el perfil de esta nota, sin lugar a dudas se trata de una cuestión privada y, en cuanto tal, no es materia para que se ventile en los medios de comunicación. En este punto los regímenes socialistas, con medios de comunicación estatales o de gran control partidario, tienen claro este punto a tal grado que en diversas ocasiones ni siquiera se conoce el perfil del compañero o compañera de vida oficial, mucho menos sale a luz pública un amorío extramatrimonial.

Segunda pregunta: ¿Si es privado , por qué se publicó? Aquí vienen las argumentaciones de los periodistas de la revista “Closer”: se trata de un hombre público, de un presidente que abandonaba no a su esposa oficial sino la residencia presidencial, en moto, para visitar a su novia. Además, dicen otros, pone en tela de juicio la seguridad del presidente, el primer responsable de un gobierno. En cuanto tal, es perfectamente justificable hacer público su proceder.

Se puede especular más sobre este punto, sobre si el cuerpo de seguridad del gobernante sabía y estaba al tanto de lo que este hacía y si, además, utilizaba los recursos oficiales, como guardaespaldas, vehículos, incluso la tarjeta de crédito del presidente, para financiar su “affair”. Desde este punto de vista es perfectamente válido hacerlo público.

Recuerdo hace unos años que un presidente guatemalteco en visita oficial a las Naciones Unidas, durante su estadía en Nueva York, fue pillado en un centro nudista, pero lo peor es que cancelaba los servicios utilizados con la tarjeta oficial. No se diga, de otra presidenta que empleaba el dinero de los contribuyentes para comprar ropa interior, finísimos zapatos y carteras (se trata de dos diferentes presidentas suramericanas).

Las preguntas están formuladas, no sé si las respuestas darán cuenta del problema que bien podría ocurrir aquí; al menos el tema está planteado.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com