Una moraleja para el 9 de marzo

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El salvadoreño José Salvador Alvarenga llegó hoy a Hawai procedentes de las Islas Marshall. FOTO EDH Agencias.

Por Por Ricardo Esmahan*

2014-02-10 5:00:00

Amigos, somos testigos de cómo al pueblo venezolano sus dogmáticos gobernantes del Socialismo del Siglo XXI lo han encerrado en similar jaula que coarta la libertad desde hace 58 años en Cuba. En El Salvador la gente corre igual riesgo de ser llevada al mismo corral.

Las señales abundan. Algunos empresarios sucumben al encanto del crédito fácil, se filman para publicidad y firman pactos nacionales con políticos inoperantes para reactivar la economía. Lamentablemente se prestaron a persuadir a sus semejantes de que conviene agarrar petrodólares del régimen venezolano, a pesar de la enemistad de este régimen socialista con la libertad económica. En sus discursos esconden que este país petrolero, por su estatismo controlador de la economía, ha dejado de contar con divisas para afrontar las importaciones, provocando el cierre de importantes fábricas generadoras de empleo, Toyota y General Motors.

Y estos políticos salvadoreños, de izquierda radical, anuncian sus recetas para el sistema monetario diciendo que éste “será sujeto a evaluación” si este marzo ganan el gobierno y mantienen el bloque parlamentario. Igualmente dicen que evaluarán la independencia de poderes, que les es incómoda. Sin escrúpulos, desde la Presidencia, promueven que para realizar estos “cambios” no bastan 5 años. Su pretensión es perpetuarse a toda costa.

Ante estas amenazas, llamó mi atención una fábula cuya moraleja alerta lo que pudiese pasar en nuestro país si en marzo nos quedamos en casa sin votar, o si nuestro voto contradice nuestros principios democráticos. Esta fábula de Giovanni Guareschi, italiano que criticó al fascismo de Mussolini, es ejemplarizante. “La vuelta de Don Camilo y la democratización de la justicia”. Se las comparto:

“Un lobo feroz recorriendo hambriento los campos, llegó a un prado cercado por una valla altísima. Dentro del recinto pastaba tranquilo un rebaño de ovejas.

El lobo recorrió todo el cercado para descubrir alguna malla por casualidad suelta, pero no encontró agujero. Cavó con las patas intentando hacer un hoyo y pasar bajo la red, pero fue en vano. Probó saltar la cerca, pero no llegó ni a la mitad de ella.

Entonces, se fue a la puerta y gritó: “¡Paz! ¡Paz! ¡Todos somos criaturas de Dios y debemos vivir según sus leyes! Las ovejitas se acercaron y el lobo les dijo inspirado: “¡Viva la legalidad! ¡Acabe el reinado de la violencia! ¡Hagamos la paz!”

“¡Bien!” contestaron las ovejitas. Y siguieron tranquilamente comiendo pasto.

El lobo se echó frente a la puerta, muy buenito, cantando alegremente. De vez en cuando se alzaba y comía pasto.

– “¡Uh, mira qué cosa!”, dijeron asombradas las ovejas. -“¡También él come pasto como nosotras! Si los lobos no comen pasto”.

-“¡Yo no soy un lobo! –dijo el lobo–. Yo soy oveja como ustedes”. -“Una oveja de otra raza”. Locuazmente explicó que las ovejas de todas las razas deberían unirse, hacer causa común.

Propuso: “¿Por qué no fundamos un Frente Ovino Democrático? Yo acepto con gusto y no pretendo ningún puesto de mando. Hagamos causa común contra el común enemigo que nos esquila, nos roba la leche y después nos manda al matadero”. -“¡Qué bien habla!” observaron algunas ovejas. -“¡Hay que hacer causa común!”

Formaron el Frente Ovino Democrático. Y un buen día abrieron la puerta al lobo, el que terminó siendo jefe del pequeño rebaño. Y empezó en nombre de la idea la depuración de todas las ovejas antidemocráticas. Las primeras que cayeron en sus colmillos fueron las que le abrieron la puerta.

La depuración concluyó y cuando no quedó ni una oveja el lobo exclamó: -“¡Al fin, todo el pueblo unido… en mi panza! ¡Democraticemos otro rebaño!”

El arma de la gente libre es el voto.

* Colaborador de El Diario de Hoy.

resmahan@hotmail.com