No votar no es una opción

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El procedimiento policial tras recuperar el vehículo, cerca del rancho Navarra, generó fuerte tráfico. Foto EDH / O. Carbonero

Por Por María A. de López Andreu*

2014-01-17 6:04:00

¡Pobres salvadoreños! Somos víctimas de la imparable violencia que a diario enluta a tantos hogares, además de la falta de empleos, la absoluta incapacidad gubernamental, etc. Víctimas también de una saturación política que nos asfixia: nos vimos “favorecidos” con un ridículo “debate”, nos atosigan las múltiples encuestas y ha recrudecido una campaña feroz, que resulta ya insoportable.

Todo esto, lejos de mover a la ciudadanía a votar masivamente, podría surtir el efecto contrario, haciendo que el importante porcentaje que aún no se identifica con ninguna opción, prefiera no votar el 2 de febrero. ¡Eso no puede ser!

Los partidos políticos y, en especial, el TSE, tienen la obligación de convencernos sobre el enorme privilegio que significa vivir en un país donde, cada cierto tiempo, podemos elegir a quienes van a representarnos y dirigirnos. El hecho de que los candidatos no nos gusten, no cuadren con el ideal que nos hemos formado, tengan muchas o pocas deficiencias, no nos habilita para evadir el tener que escoger. No votar es un voto pasivo, es depositar la voluntad propia en quienes sí acudiremos a ejercer el sufragio.

Quejarnos de la calidad de nuestros presidenciables es ejercer nuestro derecho a la libre expresión. Pero también asumamos la culpa que, al respecto, tenemos como sociedad.

Porque “todo conglomerado vale en relación a los individuos que la conforman”. Si nuestra población está mayormente formada por personas con una deficiente o nula calidad moral y educativa, así será el recurso humano con que contemos para desempeñar los puestos, públicos o privados, que se necesiten.

Sin embargo, a pesar de ello, nuestra empresa privada tiene un excelente nivel. ¿Por qué? Porque ¡capacita, capacita, capacita! Se acusa a los empresarios de no crear más empleos, pero no se les reconoce que deben “educar” a la mayoría de su personal para que realicen decentemente el trabajo que les corresponde. Y, con esfuerzo, constancia y paciencia, contribuyen a la superación, económica y humana, de sus empleados que así lo desean.

Bueno, y ¿a qué viene todo esto?

A que tendremos ciudadanos capaces, honestos, patriotas, con grandes méritos, a quienes gustosamente votaríamos para altos cargos, cuando nuestra población, mayoritariamente, esté debidamente educada y rechace el vivir de dádivas. Es decir: la educación es un tema vital.

Y, ¿quién tiene la capacidad, honestidad, experiencia, vida limpia y amor a la enseñanza para llevar a cabo la titánica misión de redirigir como se debe nuestro sistema educativo? ¡El Dr. René Portillo Cuadra!

Entonces, salvadoreños que hartos de la política prefieren no participar, piénselo bien. Porque quedándose en casa, no logran nada; votar por quien sí puede comenzar a solucionar nuestros más graves problemas, es el primer paso indispensable para un mejor país.

El Dr. Quijano ha tenido la sabiduría de elegir muy bien a quien se hará responsable de la educación en su gobierno. Demuestra que, igualmente, sabrá elegir a quienes le acompañarán en su gabinete para afrontar la debacle en que el presidente Funes está dejando a nuestro país.

Hoy por hoy, la única fórmula que nos da alguna esperanza, es la de ARENA. Pero no basta darles el voto; debemos también estar vigilantes para que cumplan las promesas hechas, a la vez que ponemos nuestro mayor esfuerzo para que, todos juntos y al amparo del Divino Salvador, saquemos adelante a nuestra patria.

*Columnista de El Diario de Hoy.