Los ciclos políticos y económicos

descripción de la imagen
El mexicano Andrés Guardado, a préstamo al Leverkusen alemán. Foto EDH / AP

Por Por Manuel Hinds*

2014-01-30 6:05:00

El ciclo político de la América Latina está comenzando a revertirse como consecuencia de la reversión del boom de productos primarios. Uno tras otro los gobiernos suramericanos están cayendo en su popularidad por la declinación de las tasas de crecimiento económico.

A través de toda la historia de la región, las tendencias políticas se han movido de acuerdo a los movimientos económicos, que la gente atribuye a éxitos o fracasos de los gobiernos de turno. Ciertamente, los gobiernos hacen una diferencia. Pero, en el caso de la mayor parte de la América Latina, el crecimiento de las economías ha dependido más de los precios de los productos primarios más que de las políticas mismas.

Así, los países exportadores de estos productos han crecido a tasas muy altas durante los últimos diez años, independientemente de sus ideologías y sus políticas económicas. Países con políticas económicas opuestas, como Chile y Bolivia, o Perú, Brasil y Argentina, crecieron a tasas muy similares, reduciendo su pobreza y acumulando reservas internacionales en porcentajes también similares. Lógicamente, el alto crecimiento no provenía de sus políticas, que eran tan diferentes, sino del boom.

Pero los pueblos pensaron que el alto crecimiento se debía a las políticas de gobierno y sacaron conclusiones aplicadas a su realidad local. Así, todos los presidentes de esos países, a pesar de lo diferente que pensaban, fueron aclamados como genios, desde Lula hasta los Kirchner, y desde los presidentes chilenos y peruanos hasta el mismo Evo Morales. Ahora que los booms de los precios de los productos primarios y de los influjos asociados de capital están llegando a su final, el prestigio económico de esos líderes está declinando rápidamente. Los pueblos son tan volátiles que de pensar que eran genios económicos están pasando a pensar que realmente eran incompetentes aunque sus políticas no hayan cambiado. Peor aún. Piensan que toda la ideología de esos líderes, en la que tuvieron una fe ciega sólo unos años antes, era malvada. Demandan algo nuevo.

Esto no es la primera vez que esto pasa en América Latina. El fin del boom de los precios de los productos primarios de los años ochenta terminó con los gobiernos militares en toda la región. Los gobiernos democráticos liberales que los sustituyeron se beneficiaron del pequeño boom del fin de los años noventa, pero perdieron su prestigio cuando ese boom terminó con la recesión internacional de principios del nuevo siglo. El nuevo y prolongado boom que comenzó en 2004 es el que convirtió en genios económicos a Lula y sus contemporáneos y que está ahora terminando, amenazando con transformarlos de genios a monstruos. Aunque hay algunos gobernantes de derecha en peligro de sufrir esta mutación, la mayor parte son de izquierda, miembros del Socialismo del Siglo XXI.

Hay algunos países que no se mueven con los precios de los productos primarios porque sus exportaciones son mayormente industriales: México, El Salvador, Costa Rica y República Dominicana. Estos son afectados por los ciclos, pero sólo en forma indirecta, a través de las exportaciones a países que exportan productos primarios. Pero en el pasado, nos movimos también con esos productos, cuando dependíamos del café. Igual que en otras partes de América Latina, la gente pensaba que el gobierno había sido bueno si los precios del café habían estado altos en los mercados internacionales, y malo (hasta el punto de darles golpe de Estado) cuando estos precios caían. Pero aún ahora que ya no dependemos de estos precios, nos movemos políticamente con ellos por influencia de las fluctuaciones ideológicas de la América Latina entera, que se rigen, sin saberlo, por los movimientos de los precios de los productos primarios en lejanos mercados internacionales.

Pocas cosas evidencian más el subdesarrollo político y económico de América Latina. Ni siquiera hay consciencia de donde viene el crecimiento. Mucho menos de la necesidad de poner las esperanzas no en precios que suben y bajan en los mercados mundiales sino en el aumento de productividad que sólo la educación puede dar.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.