La necesidad de un acuerdo político por el pleno empleo

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La PNC ha alertado a sus agentes a estar atentos a los protocolos de seguridad. FOTO EDH Archivo.

Por Por Willian Pleitez

2013-12-01 5:00:00

22 años después de la firma del Acuerdo de Paz, El Salvador ha llegado nuevamente a una especie de punto muerto, caracterizado porque ni un bando ni el otro parecen estar en capacidad de sacar al país del entrampamiento en que se encuentra. Este entorno, aparentemente desfavorable, constituye también una excelente oportunidad para negociar un nuevo acuerdo político, cuyo eje central no sería ya la democratización, sino el desarrollo. Esta es una de las principales conclusiones del Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2013. Imaginar un nuevo país. Hacerlo Posible; el cual contiene, además, un llamado para que la sociedad salvadoreña ponga en marcha tres “políticas transformadoras”, destinadas a imprimirle un nuevo rumbo al país.

El trasfondo de esta percepción es que la democracia, por sí sola, no genera desarrollo. Especialmente en casos, como El Salvador, donde lejos de ser aprovechada para promover el debate y el diálogo franco sobre las soluciones a los principales problemas del país, ha servido para desencadenar discursos tan furibundos entre sus principales liderazgos que, parafraseando a Clausewitz, pareciera que han convertido a “la política en una continuación de la guerra, sólo que por otros medios”.

Que esto sucediera, probablemente era inevitable, sobre todo tomando en cuenta las profundas diferencias que existían al origen entre esos liderazgos sobre el rumbo que habría que darse a la economía y a la sociedad y sobre la asignación de roles y responsabilidades entre el Estado, el mercado y la familia. Continuar así, sin embargo, ya no tiene justificación. Las fuerzas políticas han tenido la oportunidad de hacer sus experimentos de política económica y política social, que a unos les habrán parecido satisfactorios y a otros insatisfactorios, dependiendo de si eran parte del bloque en el gobierno o del bloque opositor.

Más allá de esas valoraciones, lo que la gente percibe mayoritariamente es que, en esencia, los principales problemas socioeconómicos del país continúan y que probablemente la situación continuará de manera similar, a menos que se produzca un cambio de rumbo que permita buscar la riqueza donde verdaderamente se encuentra: en su gente.

Resumidamente, las tres políticas sugeridas en el último Informe sobre Desarrollo Humano de El Salvador son las siguientes:

Primero, una política de transformación cultural, orientada por dos objetivos: a) aprovechar los símbolos y signos capaces de convocar a la población salvadoreña que vive dentro y fuera del país para fortalecer la identidad nacional y las identidades locales, y b) institucionalizar procesos de diálogo social y político que permitan hacer de la concertación el mecanismo privilegiado para el tratamiento de aquellos asuntos que son críticos para el desarrollo del país.

Segundo, una política social productiva, capaz de potenciar y desplegar los talentos y capacidades de las personas (inteligencia y habilidades sociales y físicas), cuyos ámbitos de acción serían principalmente el hogar y los sistemas de educación y de salud. Desde esta óptica, la política social debe orientarse prioritariamente a prevenir los riesgos relacionados con la mayor inestabilidad laboral y familiar de las sociedades contemporáneas, y a minimizar la transmisión intergeneracional de la pobreza, más que a ‘reparar’ mediante prestaciones de garantía de ingresos las consecuencias de esos cambios una vez se han producido.

Finalmente, una política económica inclusiva, que sin renunciar al crecimiento económico y a la competitividad, viabilice la puesta en marcha de apuestas productivas que permitan aproximarse al pleno empleo y al mejoramiento progresivo de la productividad laboral, los salarios reales y la cohesión social.

Cada una de estas políticas contiene una diversidad de medidas, todas ellas inspiradas en la visión, según la cual El Salvador puede convertirse en una nación capaz de ofrecer altos niveles de bienestar a toda la población. Para ello, sin embargo, habrá que abandonar los fundamentalismos de distinto signo, que han prevalecido hasta ahora y hacer realidad la frase atribuida al ex primer ministro chino, Deng Xiao Ping, que dice: “No importa de qué color sea el gato, con tal de que cace ratones”.

*Colaborador de El Diario de Hoy.