Deberían ser condenados…

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La embajadora de los Estados Unidos en El Salvador, Mari Carmen Aponte. Foto/ Archivo

Por Por Luis Fernández Cuervo*

2013-12-08 5:00:00

No sirve sólo decir que el aborto es un crimen, que la homosexualidad es un trastorno de la normal maduración afectiva y sexual, que la fidelidad y la perseverancia de una pareja homosexual es muy excepcional y que no interesa a la inmensa mayoría de los homosexuales. No sirve decir que el género no existe más que en la gramática y que no hay cambio real de sexo por muy hábil que sea el cirujano que consigue hacer el engaño. No sirve tampoco decir que las píldoras anticonceptivas en realidad son abortivas y que ellas y el aborto son la causa del aumento terrible del cáncer de mama. Tampoco sirve avisar de que el uso del condón, estadísticamente ha demostrado que más que proteger logra que aumente la infección por el Sida y por otras enfermedades de transmisión sexual.

Todo lo anterior es verdad, pura y dura verdad, pero no sirve sólo decirlo porque la empresa de la muerte ya lo sabe. No son gente equivocada, que difunde eso porque crea que supone un progreso cultural y un camino a la felicidad. Bien sabe ella que no, porque el alcoholismo, la drogadicción y los suicidios en gente joven, aumentan entre los que aceptan las ideas y las costumbres de su cultura de la muerte. De sobra saben –tienen muchos datos contundentes– los resultados de corrupción social, especialmente entre niños y jóvenes, que están difundiendo.

–¿Entonces por qué lo hacen? –¡Porque se trata de que toda esa corrupción son los mejores medios para la finalidad principal que persiguen!

El asunto viene creciendo desde el siglo pasado cuando comenzó con Margaret Sanger el movimiento antinatalista selectivo: –¡Mas hijos para los superiores; menos para los inferiores! Para esta norteamericana, admiradora de Hitler, los inferiores eran los negros, los indios, los hispanoamericanos y los asiáticos en general. Después surgió la I.P.P.F., el informe Kissinger y otros datos estadísticos. El resultado era muy claro. EE.UU. son sólo menos del 6% de toda la población mundial pero necesita y consume más del 60% de todos los recursos económicos del mundo. ¿Cómo mantener ese predominio?

–Hay que frenar la natalidad de los inferiores del propio país y la de todos los otros países del mundo. ¿Cómo? Con una intensa propaganda de unas cuantas mentiras:que crece más la población que la producción de alimentos en el mundo; que tener sólo uno o dos hijos o esterilizar a los inferiores favorece el crecimiento económico; que si sigue creciendo la población vamos al desastre total y que el CO2 de tanta gente e industrias está alterando peligrosamente el clima.

Pero el arma más eficaz está siendo el impulsar un cambio de la moralidad de la niñez y de la gente joven, diciendo que tienen derecho a una libertad sexual sin límites morales y que la homosexualidad es algo normal, incluso honorable.

Como mucha gente y muchos gobiernos ofrecen resistencia, el plan se completa comprando voluntades con dinero, supeditando ayudas económicas a los gobiernos que admitan, en sus planes de educación y de salud, la “salud sexual y reproductiva”, bonitas palabras donde se esconde el aborto legal y el relajo sexual a tope.

Por lo tanto no basta con protestar por la perversidad moral que están imponiendo. Hay que desenmascarar a ese imperialismo político y económico que se esconde detrás de todo ello y la finalidad principal que persiguen. Habría que ir haciendo, a través de las redes sociales, que todo el mundo lo sepa, habría que limpiar la ONU y todos los organismos internacionales de esos enemigos de la humanidad y llegar a que un Tribunal Internacional honesto juzgue y condene a cadena perpetua, o a muerte, a todos los millonarios que financian y dirigen esa guerra diabólica contra toda la población mundial.

Mientras tanto, sin quererlo, su política demográfica está aumentando el número de musulmanes en el mundo. Dios se ría de ellos y prepara su venganza.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

luchofcuervo@gmail.com