Tenemos que hablar de las “Beliebers”

descripción de la imagen

Gobierno de Funes buscaba reducir con el Pati el impacto en el desempleo de jóvenes que vivían en alto riesgo delictivo, pero alcalde de Ilopango, Salvador Ruano, dice que se benefició a pandilleros.

/ Foto Por Archivo

Por Por Cristina López G.*

2013-11-30 6:05:00

Debería haber pasado a la historia de manera inadvertida como la inocua reunión de un grupo de niñas que comparten los mismos gustos. Decidieron manifestarse en una plaza de San Salvador hace una semana para que Justin Bieber, su ídolo pop, haga un concierto en el país. Sus mamás decidieron apoyarlas llevándolas a una plaza pública: les dieron el mensaje de que sus gustos importan, que las plazas y calles del país son también suyas y que pueden ejercer su derecho a expresar opiniones libremente.

Con lo que se encontraron fue con la intolerancia de quienes tienen un problema con los gustos de los demás. Con los que piensan que el límite de la libertad de expresión es el buen o mal gusto del que la expresa y si coincide con el de la mayoría. Y el disenso, que es lo normal y lo esperado en una democracia, se volvió violencia, pues fue ejercido con insultos, y expresado tirándoles basura.

¿Por qué el asunto amerita escribir una columna? Porque a raíz del suceso dos elementos que tienden a hacer su aparición en la sociedad salvadoreña con bastante frecuencia, volvieron a asomar su fea cara: el fantasma de la doble victimización y el del machismo.

La doble victimización, pues hay quienes afirman que ser violentado o insultado era un riesgo que deberían haber asumido desde que decidieron salir de su casa a expresarse en público. Ese argumento se aplica con demasiada frecuencia en el país después de episodios de victimización: se asume que la víctima tiene parte de la culpa, pues debería haber asumido la animalidad de los demás. Como si la animalidad en los demás es lo justificable, el argumento se estira y se aplica hasta para casos más delicados: la víctima de robo tiene la culpa de que la asalten por tener cosas que otros quieren y exhibirlas en zonas peligrosas; la víctima de violación tiene la culpa de lo que le pasó por andar en falda, entre otros asquerosos ejemplos de esta lógica simplista y absurda, que absuelve de responsabilidad al victimario.

Y sí, machismo, porque cabe preguntarse si un grupo de niños manifestándose por Messi habría recibido el mismo trato. ¿Es que acaso manifestarse para que U2 visite El Salvador es más meritorio y merece un tipo de respeto que las niñas “Beliebers” (como se conoce a las fans de Justin Bieber) no merecían? ¿Qué línea cruzaron las niñas, que los que manifiestan otro tipo de pasiones irracionales por equipos de fútbol de otros continentes aparentemente respetan?

Las niñas, que inicialmente se podrían haber ido a su casa con una lección de civismo tras haber ejercido un derecho pacíficamente en una plaza que también les pertenece, recibieron otro mensaje. Que sus gustos no son importantes. Que su libertad de expresión, si lo expresado no le gusta a los demás, sólo la pueden ejercer en su casa. Que SUS plazas no son suyas. En lugar de mandar a su casa a un grupo de potenciales mujeres empoderadas, mandaron a su casa niñas con miedo. El disenso respetuoso es el primer paso si nos interesa construir un país en el que quepamos todos. Ojalá que en futuros episodios, sepamos dar este paso.

*Lic. en Derecho.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg