Somos ESEN

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El jugador de Nigeria, John Obi Mikel, centro, disputa un balón en un partido contra Etiopía por las eliminatorias de Africa el sábado, 16 de noviembre de 2013, en Calabar, Nigeria. Foto EDH/AP

Por Por Cristina López G.*

2013-11-16 6:01:00

Esta semana se celebraron veinte años desde que un grupo de visionarios decidieron tomarse el riesgo de hacer una apuesta millonaria por la región centroamericana. Y no era un riesgo cualquiera: el hecho de que los frutos sólo se ven a largo plazo, hacen que las inversiones en educación sean las más difíciles. Dos décadas después, somos más de mil los beneficiados de la visión de esos tomadores de riesgo, que podemos decir con todo orgullo, pero sobre todo, con muchísima gratitud, que somos ESEN.

Los que somos ESEN aprendimos desde las primeras semanas que ahí no es relevante el colegio del que nos graduamos, el árbol genealógico, o la capacidad de pago. El gran igualador es el salón de clases, la certeza de que el examen de admisión no le hace favores a nadie y de que la capacidad académica y el trabajo bien hecho es el único criterio importante.

Los que somos ESEN tuvimos más de una vez que pasar la vergüenza de explicar que sí, que ya nos habíamos graduado de la secundaria, pero que “íbamos a la Escuela” porque así se llama. Y a pesar de las burlas de otros universitarios al hecho de que los que somos ESEN teníamos que estudiar en formato de tiempo completo y tener las mismas clases siempre con los mismos compañeros, es innegable que la experiencia (que es como ir a la secundaria otra vez, pero con el triple de dificultad) deja anécdotas, aventuras y amigos que duran toda la vida.

Los que somos ESEN aprendimos (¡gracias BT!) que cuando lo que importa es el equipo, sólo se puede sobresalir individualmente cuando el esfuerzo sirve para que ganemos todos. Es el haber llorado y reído para internalizar esas lecciones lo que ahora vuelven a un graduado ESEN un activo valioso en cualquier empresa, con independencia de lo que se esté emprendiendo.

A los que somos ESEN nos enseñaron a asquearnos de las bajezas de la corrupción y el plagio. Aprendimos que no se copia en un examen no por miedo a una posible expulsión o a decepcionar al profesor, sino por el compromiso ante el honor propio y el de los colegas. Ese honor que proviene de la plena conciencia de que copiar sería una falta grave de respeto al tiempo de los que estudiaron bien y de que la mediocridad deshonra.

Los que somos ESEN sabemos que a la Escuela y a su gente, le debemos eterna gratitud. No nos dijeron qué teníamos que pensar, nos enseñaron a pensar con independencia. Se acusa a veces de manera ridícula a la ESEN por adoctrinamiento, y sin embargo, la correspondencia de amigable debate que hasta la fecha mantengo con mis más queridos profesores (a veces por las opiniones publicadas en esta columna), es prueba fehaciente de la independencia de criterio que se inculca.

Los que somos ESEN sabemos que el regalo más importante que la Escuela nos dio fue el de enseñarnos a soñar que no hay techo para las ambiciones académicas si se ponen los medios del trabajo bien hecho. Ya del resto se encarga la Escuela, que nos deja la capacidad de competir codo con codo en post grados internacionales con compañeros graduados de las mejores universidades del mundo, como pares, sin tener nada que envidiarles en cuanto a preparación académica.

La Escuela nos dio muchísimo. Los que somos ESEN tenemos una deuda incalculable, sólo pagadera siendo profesionales de éxito y construyendo país, donando a los fondos de becas para que nuestra familia, de los que somos ESEN, se multiplique y seamos más los que queremos una mejor Centro América para nuestros hijos. Gracias por todo, ESEN.

*Lic. en Derecho.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg