La alternancia y el cambio en Chile y en El Salvador

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Por Por Luis Mario Rodríguez R.*

2013-10-26 6:04:00

Tanto en Chile como en El Salvador existe la probabilidad que retornen al gobierno los que administraron el poder durante veinte años. Se trata de la Concertación en el caso chileno y de ARENA en el salvadoreño. Ambos conservaron el gobierno por cuatro quinquenios de manera legítima, apelando a la voluntad de los ciudadanos en diferentes procesos electorales. Si se cumple el pronóstico que a la fecha señalan las encuestas, el FMLN y la “coalición chilena por el cambio” cederían el Ejecutivo a sus adversarios políticos. Será muy interesante analizar las razones de los electores para no refrendar un segundo período a los que concretaron la alternancia en sus respectivos países y además encarnaron el cambio que demandaban los votantes.

En 1989, con el retorno de la normalidad democrática en Chile, el gobierno fue administrado durante veinte años por la Concertación. Esa agrupación socialdemócrata logró la victoria para Aylwin, Frei, Lagos y Michelle Bachelet. En marzo de 2010 los chilenos le apostaron “al cambio” y acordaron en las urnas ceder el poder político a la oposición representada por el empresario Sebastián Piñera. La alternancia llegó de esa manera a un país con un rumbo económico claramente delimitado y cuyos orígenes se remontan a la dictadura del general Pinochet.

Los gobiernos de la Concertación acordaron que en el ámbito económico conservarían básicamente todas las reformas implementadas por los “pinochetistas”. Con ciertos matices el sistema económico continuó vigente y el éxito fue de tales magnitudes que se creó el mito del “jaguar latinoamericano”. Carlos Ominami, político chileno de gran trayectoria, en su libro sobre “secretos de la Concertación”, afirma que el dinamismo económico, la rápida reinserción internacional, la fuerte disminución de la pobreza y la verdad en materia de derechos humanos, forman parte de los logros de la Concertación en sus primeros años de gobierno. Sin embargo, Ominami reclama que la coalición realmente se situó más en “la lógica de la administración que en la de la transformación”. Según el político citado, la educación, la reforma previsional y la reforma de salud son las grandes deudas de la Concertación.

El próximo mes de noviembre se celebrarán las elecciones presidenciales en Chile. Si no ocurre un suceso extraordinario es muy probable que la Concertación regrese al poder de la mano de Michelle Bachelet. La “coalición por el cambio” que logró la victoria para el presidente Piñera no logrará reenganchar a un candidato afín en La Moneda. La candidata de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Evelin Matthei Fornet, se encuentra muy por debajo de la expresidenta Bachelet en las diferentes encuestas. Los analistas políticos no son claros al explicar los motivos que tienen los chilenos para votar de nuevo a la Concertación. Algunos señalan que Piñera realizó reformas que el gobierno anterior no se atrevió a implementar en las dos décadas que estuvo al frente del Ejecutivo. De ahí le viene el calificativo que en broma la oposición atribuye al mandatario actual señalándolo como “el mejor presidente que ha tenido la Concertación”.

Por otra parte, la llegada de la izquierda al gobierno salvadoreño representó un importante avance en la transición democrática que se inició en 1992 con el pacto de Chapultepec. En 2009 la totalidad de las encuestas identificaban las aspiraciones de cambio como uno de los más importantes anhelos de los ciudadanos. Cuatro años después y a pocos meses de las elecciones, permanecen vigentes las mismas causas que motivaron el cambio en aquella oportunidad. A la doble crisis en los ámbitos económico y de seguridad en 2009, se suma en 2014 una tercera relacionada con el deterioro institucional.

Las diferencias con la transición democrática chilena son muy marcadas. El régimen político que fue sustituido, las condiciones económicas en ambos países y la identificación partidaria de los respectivos candidatos que lograron la alternancia son probablemente los aspectos que distinguen a una historia de la otra. Otra característica que los separa es la dificultad de percibir grandes cambios en un sistema que ha evolucionado eliminando la visión ideológica de la economía frente a otro en el que sucede lo contrario y en el que los cambios por mínimos que fueran podrían ser fácilmente percibidos.

Probablemente los caminos del retorno anunciado en ambos estados encuentran un cauce común en las expectativas que tenían los ciudadanos para que se realizaran transformaciones más evidentes, mucho más profundas y de muy corto plazo. Esta es sólo una hipótesis pero viene bien para los que probablemente “regresen a casa” con el propósito que tomen en serio las presiones y demandas sociales, identifiquen responsablemente las fuentes de financiamiento, se concentren en resolver los dos o tres grandes problemas y empleen su tiempo en implementar una “agenda reformista” de gran calado.

*Columnista de El Diario de Hoy.