Las generaciones perdidas

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El presidente de Irlanda, Michael Higgins, al momento de recibir la máxima condecoración de nuestro país, por parte del presidente de la República, Mauricio Funes. Foto EDH /cortesía

Por Por Manuel Hinds*

2013-10-24 6:03:00

¿De qué sirvió la guerra? De nada.

Ciertamente los Acuerdos de Paz contienen cosas muy positivas. El ejército se transformó de un instrumento político en una institución profesional alejada de la política. También los Acuerdos reforzaron en nuestro país el respeto a la democracia y los derechos individuales. Más que nada, el país aprendió que la democracia, no la violencia, es el camino racional para resolver problemas políticos y generar progreso. Aunque estos logros se han debilitado últimamente, no hay duda que la democracia salió ganando al final de la guerra.

Pero la guerra no sirvió de nada porque todo lo que se logró en los Acuerdos de Paz se hubiera podido lograr sin derramar una gota de sangre, como lo demuestra el hecho que todos los países latinoamericanos lograron lo mismo y al mismo tiempo sin necesidad de una guerra espantosa. Los nuevos regímenes democráticos que reemplazaron los regímenes militares que prevalecían en los años ochenta no surgieron de la violencia sino de dos factores que impactaron a toda la región: los fracasos económicos de los regímenes militares y la caída de la Unión Soviética. La caída de la Unión Soviética terminó de un tajo con la polarización que había dominado Latinoamérica por décadas, y el fracaso económico de los regímenes castrenses hicieron que los militares se retiraran de la política. Estos dos eventos llevaron a un natural triunfo de la democracia.

La caída de la Unión Soviética también nos benefició a nosotros. El colapso demostró ya sin lugar a dudas que el comunismo, además de ser tiránico, no era económicamente viable. Sin el apoyo financiero que le había permitido generar y mantener la guerra, el FMLN se vio obligado a buscar la paz, y a aceptar términos que iban en contra de todo lo que había luchado durante la guerra.

Porque el FMLN fue fundado bajo los auspicios de Fidel Castro en La Habana no para establecer un régimen democrático en El Salvador, ni para que hubiera transparencia en el gobierno, ni libertad de expresión, ni respeto a los derechos humanos. Si eso era lo que quería, el que comandaba al FMLN, Fidel Castro, podría haberlo hecho en Cuba. Allí hacía lo contrario y lo ha seguido haciendo por dos generaciones más.

El FMLN desató el baño de sangre que ahogó al país por diez años para volver realidad el objetivo de Fidel: imponer una nueva elite que iba a darle a Fidel el poder en El Salvador. A principios de los noventas, el FMLN tuvo que retroceder y vestirse de demócrata porque el dueño de su dueño había colapsado.

Pero la historia posterior ha demostrado que para la cúpula del FMLN la firma de los Acuerdos de Paz fue una movida táctica. Contradiciendo el espíritu de los acuerdos, el FMLN ha seguido promoviendo el odio y la lucha de clases y quiere mantener abiertas las heridas de la guerra promoviendo la derogación de la amnistía, una derogación que los afectaría tanto a ellos como a los militares.

El FMLN insiste en mantener abiertas las heridas de la guerra porque sus viejos objetivos siguen siendo los mismos. La explotación del odio sigue siendo su método para escalar el poder. Su amo también sigue siendo el mismo. Igual que durante la guerra, todos los caminos lo llevan a La Habana, aunque ahora tiene un cierto desvío pasando por Caracas que es la que ahora paga las cuentas.

El Salvador perdió más de una generación en la violencia. Al FMLN no le importa que se pierdan muchas más en su lucha implacable por el poder. Al fin y al cabo, si ellos triunfaran se perderían todas las generaciones de allí en adelante. Eso fue lo que pasó en Cuba, en donde el triunfo de Fidel Castro hizo que se perdieran todas las generaciones de cubanos que han vivido desde enero de 1959.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.