Diálogo, pluralismo y planificación

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La madre de uno de los jóvenes asesinados ayer en San Martín llegó ayer a identificarlos. Foto EDH / ??ricka Chávez

Por Por Luis Mario Rodríguez R.*

2013-10-05 6:06:00

Existe un consenso generalizado entre políticos, empresarios y sociedad civil, que la inseguridad ciudadana, el nivel de endeudamiento público, la falta de crecimiento económico, la debilidad institucional y la sostenibilidad de los programas sociales, son probablemente algunos de los principales problemas que deberá atender de manera prioritaria el próximo gobierno. No pueden faltar en la lista la salud y la educación como pilares fundamentales para el desarrollo del país. Estando de acuerdo en los déficits, corresponde ahora encontrar coincidencias en tres dinámicas cuya ausencia ha venido afectando la implementación de una visión de país. Se trata de la capacidad para dialogar, la posibilidad de integrar un gobierno de carácter “plural” y la necesidad de planificar las políticas públicas, su impacto y el financiamiento que requieren.

Ciertamente nos ha faltado la habilidad de dialogar. Continuamos sospechando unos de otros y desconfiamos de las propuestas porque presumimos que sus autores representan a distintos signos ideológicos. Los desacuerdos y los enfoques opuestos en los diferentes ámbitos están claramente identificados. Por el contrario, no nos hemos preocupado por señalar las coincidencias y cuando la fortuna ha querido que las ideas de todos concuerden, algunos se han esforzado por destruir esas agendas porque desmontar la polarización significaría eliminar la razón de ser y el protagonismo de ciertos actores al interior de los partidos, las gremiales, los sindicados y los movimientos sociales.

Por otra parte aún no logramos consolidar la institucionalidad idónea para dialogar. En las últimas dos décadas, los diferentes gobernantes han creado comisiones temporales para buscar soluciones a problemas específicos o trazar la ruta en ámbitos como la educación, la salud y la seguridad. Diversos representantes de la vida nacional han integrado esas instancias y sus recomendaciones, algunas muy buenas por cierto, no han tenido el debido seguimiento. Existen también entidades permanentes que teóricamente nacieron con la finalidad de generar un diálogo sostenido en el tiempo entre los principales protagonistas de la sociedad. El Consejo Superior del Trabajo y el Consejo Económico Social son dos ejemplos que lamentablemente han fracasado porque, o no se les ha dado la importancia debida en términos económicos y de recursos humanos, o se han utilizado políticamente como vehículo para legitimar políticas de corte gubernamental.

El otro aspecto, muy poco utilizado por los mandatarios, es el de la pluralidad al interior de los gabinetes. Hasta ahora los presidentes han nombrado en los principales ministerios a personajes afines al partido que los llevó al poder o en su caso a profesionales, que no obstante su desvinculación partidaria, coinciden en los principios que el titular del Ejecutivo ha identificado como orientadores de su plan de gobierno. Los más capaces para administrar el Estado no están ni sólo en la derecha ni sólo en la izquierda. Tampoco son los hombres y las mujeres con más experiencia los únicos competentes para dirigir la cosa pública. Identificar por tanto a los mejores, sin que el color político sea un parámetro para constituir un gabinete, podría ser una salida al rechazo que en algunas ocasiones causan ciertos funcionarios por su radicalismo y cercanía al poder.

Además integrar un “gobierno pluralista” representaría una muestra muy clara de apertura y principalmente enviaría un mensaje en el sentido que el interés del próximo presidente no es el de beneficiar a sus correligionarios y amigos, sino el de atender prioritariamente aquellos aspectos, que de no solventarse en el quinquenio, pondrían en serios aprietos la estabilidad del país. Una herramienta indispensable para que lleguen los más preparados al Ejecutivo y en general a las diferentes instituciones del Estado, es la aprobación de la “ley de la función pública”, ordenamiento que identificará a la evaluación y el desempeño como los parámetros que indiquen quién debe ocupar una posición y cuál debe ser su salario, los incentivos y las prestaciones.

Y cerramos con una última pieza, la planificación. Uno de nuestros grandes obstáculos es el “cortoplacismo”. Los gobiernos se han dedicado a la atención de la coyuntura y con excepción de algunas decisiones, la vista de los ministros y de los coordinadores de gabinete se ha proyectado a tan sólo cinco años. No se ha pensado en el futuro del país para tomar decisiones en el presente, ni se han definido prioridades, objetivos, metas e indicadores que permitan conocer el rumbo a veinte o treinta años plazo. Como en el caso del diálogo y del pluralismo en los gobiernos, donde la ideología trunca las posibilidades de cambio, en materia de planificación se teme ser acusado de “soviético”, porque ese término recuerda la equivocada sujeción de la economía a los dictámenes del Kremlin.

Al próximo gobierno le tocará innovar, ceder, debatir, reformar y planificar mucho. Son tareas del nuevo siglo que ya demostraron beneficios muy claros en varios países.

*Columnista de El Diario de Hoy.