Las familias numerosas salvarán el mundo

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Los jugadores del Chelsea celebran uno de los goles ante Norwich City. Foto EDH / AP

Por Por Luis Fernández Cuervo*

2013-10-06 6:02:00

Todo matrimonio unido, que además ha tenido el valor de engendrar, criar y educar bien a cuatro, o más hijos, lo ha hecho sufriendo el reproche y a veces el insulto de parientes y amigos por su “irresponsabilidad”. Y sin embargo ellos son los héroes, silenciosos héroes, que salvarán el mundo.

Se cuentan por millones la gente masificada que se tragó la intoxicación informativa de que tener sólo dos hijos ayudaba al desarrollo económico y en cambio tener más de dos lo dificultaba enormemente. Que más de cuatro Premios Nobel de Economía y un montón de verdaderos expertos en economía y/o demografía hayan demostrado lo contrario, de poco ha servido, porque cuanto más ignorante, más soberbio y vanidoso se sea, más pronto y con mayor firmeza se traga y se defiende, como suyas, todas las mentiras que la cultura de la muerte va creando y lanzando con insistencia a la opinión pública.

Algunas de las mentiras más repetidas son: que hay explosión demográfica; que tenemos que frenar la población porque crece más que los alimentos; que hay un terrible cambio climático por culpa del CO2 de origen humano –¡incluyendo el que lanzamos al aire al hablar o respirar!–, que está produciendo un aumento de terremotos, huracanes, explosiones volcánicas, etc.; que el aborto es un derecho laudable y debe implantarse en todo el país…

Basta leer los periódicos, sabiendo encontrar los datos verdaderos. Además hoy muy buenas páginas e informadores en Internet, para poder separar el trigo de la paja. No hay explosión demográfica a nivel mundial sino todo lo contrario. El mundo se está llenando de viejos y escasean cada vez más los niños. Esa sí es una verdad demográfica y terrible y no el mítico cambio climático, algunos de cuyos informes más recientes y más atendibles mueven a risa por sus diagnósticos de sospechosa indefinición, por sus silencios de datos importantes, o por sus abiertas contradicciones.

La maldad moral se está reforzando con la estupidez más evidente. Así, por ejemplo, en Europa. Todos los principales países europeos, los que se nos presentan como más desarrollados económicamente –pero no lo son en humanidad, en grandeza moral–, todos ellos están en “suicidio demográfico”, o sea: se muere mucha más gente de la que nace. En esos países muchos ven con preocupación y desagrado cómo siguen llegando extranjeros musulmanes para completar la población activa que escasea cada vez más entre los nacionales. Pero en vez de fomentar la natalidad y premiar a los pocos matrimonios que tienen el valor y el patriotismo de tener cuatro o más hijos, van implantando en todos los Ministerios de Salud una mal llamada educación sexual, obligatoria, que fomenta, desde la más tierna infancia, sin ninguna traba moral, el libertinaje sexual, incluyendo la homosexualidad, la facilidad para esos abortivos hormonales presentados como anticonceptivos y facilitando todo para los abortos médico-legales. ¿Van a salir así de su suicidio demográfico? Desde luego que no. ¡Lo van a acentuar! Van a ayudar a que Europa termine siendo enteramente musulmana. Y si de Europa nos vamos a otros continentes, se salvarán de la catástrofe demográfica, aquellos países donde se resistan valientemente a todas las consignas y presiones de la cultura de la muerte. Serán aquellos países donde se fomenten y se premien los matrimonios estables, esos cuyo amor verdadero y generoso les lleva a crear una familia numerosa, donde cada hijo se recibe, no como una carga, sino como un don maravilloso.

“Por los frutos los conoceréis”, son palabras de Jesucristo, que tienen muchas aplicaciones. Una de ellas para ver donde existe un amor verdadero que siempre lleva a la entrega generosa y total. La cultura de la muerte, fomentando la fornicación, el adulterio, la homosexualidad y el aborto, pretendiendo frenar la natalidad de otros países en beneficio propio, está cavando su propia tumba. Por costumbres sexuales del mismo estilo pero no tan degeneradas, se derrumbó y desapareció el imperio romano.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

luchofcuervo@gmail.com