Cicerón sigue vigente en la política actual

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elsalvador.com

Por Por Ricardo Chacón *

2013-09-07 6:05:00

Hace un par de semanas, durante una consulta médica, conversando con el doctor me dijo sin rodeos: la clase política actual está bien reflejada por un autor de la Roma Antigua. En tiempos de Marco Tulio Cicerón los ciudadanos padecían las intrigas propias del poder y de los políticos, imbuidos en la ambición y la corrupción propias de la avaricia del “nuevo rico” que tiene, además, “el poder”, ya sea por el apoyo popular o porque tiene las armas.

Un poco sorprendido, pregunté, ¿por qué Cicerón?, y recibí la respuesta del médico, así lo registra el libro “La columna de hierro”, de Taylor Caldwell, e inmediatamente agregó, se trata de una obra puntiaguda propia de esta autora. ¿La ha leído alguna vez?.

De inmediato me remonté a mis años de estudiante, cuando cursaba historia y filosofía y me tocó leer a los clásicos, de las antiguas Grecia y Roma; Cicerón fue uno de los autores que me apasionó. Años más tarde, tuve la oportunidad de tener en mis manos novelas escritas por Caldwell, nacida en Inglaterra pero que hizo su vida en Estados Unidos.

Recordaba obras como “Médico de cuerpos y almas”, donde se describe el encontronazo del hombre, Lucas, el tercer evangelista, que vive los valores sublimes con la crueldad de una sociedad en decadencia. O la otra gran novela, “El abogado del diablo”, la narración de un hombre que deja de lado la fama, la riqueza e incluso el amor por un ideal, la lucha por la libertad. Sin embargo, “La columna de hierro”, donde se narra la vida de Cicerón en la Roma Imperial, no la conocía.

Al llegar a mi casa, y por eso de la maravilla de la Internet, busqué el libro y, en un santiamén tuve la obra en la pantalla de mi Ipad; de inmediato inicié su lectura, que capturó mi interés desde el inicio. Y es que la pluma de Caldwell no sólo es amena y cautivadora, con un lenguaje directo y sencillo, sino también porque la trama de su novela, está en todo momento salpicada de la condición humana en la que se entrecruzan las altas y bajas pasiones, con el continuo enfrentamiento entre el deseo de poder y el dinero, con los valores más sublimes que generalmente tienen que ver con la familia y el amor.

Tal como lo dice Luigi Castelli, la novela tiene sus errores, bueno por eso es novela y no historia, aunque se trate de una novela histórica y, como tal, retrata a un Cicerón mucho mejor de lo que fue; hombre de hogar, un fogoso político y orador, abogado de las causas populares, defensor acérrimo de las instituciones para que estas no fueran usurpadas por el ejército y los militares y celoso guardián de la vida de la República, que mostraba por entonces, los indicios de la decadencia.

Pero sobre todo, y esta es la visión de la construcción novelística de Caldwell, hace entre líneas la comparación de la vieja Roma con los Estados Unidos de hoy; desde esta perspectiva uno de los hilos conductores de la obra es tratar los temas actuales, derivados del poder, como son la corrupción y la ineficiencia política, los peligros contra la libertad y los amaños politiqueros propios de hombres de poca monta, sin escrúpulos, capaces de cualquier cosa para hacer prevalecer sus intereses personales o de grupo.

En este sentido, Caldwell expone a Cicerón como orador y como abogado, luchando contra el Estado megalómano y las leyes perversas; se trata de un hombre de “nuestro tiempo” cuando en realidad vivió en la Roma de un siglo antes de Cristo. Amigo o enemigo de Julio César, desde su niñez, como lo plantea la novela, mantuvo con él una estrecha relación de amor y odio en la que se entrecruzaban las aspiraciones del uno, por ser el emperador y del otro por preservar y vivir en la República.

“Es el Cicerón patriota, dice Caldwell, el amante de la Constitución y de la Ley de las Doce Tablas, el que hoy ha de merecer nuestra admiración y llevarnos a profundas reflexiones.

“Cicerón fue atacado como reaccionario y como radical, según quien lo juzgara o qué camino seguía. Fue acusado malévolamente de vivir en el pasado y no en aquella época moderna y dinámica, e igualmente, se le atribuyó el violar ciertos puntos de la ley y emplear métodos abusivos. Para algunos estaba en contra del progreso y para otros era demasiado conservador. Y si estas frases le parecen al lector penosamente familiares, es culpa de la historia y de la naturaleza humanas, que no cambian jamás. Pero Cicerón se mantuvo siempre en la línea de la moderación, lo que le creó violentos e inquietos enemigos entre los hombres ambiciosos”.

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*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com