La economía del conocimiento

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elsalvador.com

Por Por Manuel Hinds*

2013-09-12 6:01:00

¿Qué es lo que hace que los trabajadores de un país puedan ganar más que en otro país y aún así poder ser más competitivos (es decir, que puedan vender la misma cosa más barata o una cosa mejor por el mismo precio), que en otro país en el que ganan menos? Esta es una de las preguntas fundamentales del desarrollo económico, ya que los países que han encontrado la respuesta son ricos de una manera sostenible y los que no lo han entendido siguen siendo pobres. La gente gana más cuando produce más.

¿Qué es lo que hace que una economía produzca más? Por muchos años se pensó que la producción dependía exclusivamente del número de trabajadores y de la cantidad de capital existente (maquinaria, equipo e infraestructura). La idea era que para que la producción creciera era necesario o emplear más gente o darles más capital.

Dado que el nivel de salarios depende de la producción por trabajador, el sólo aumentar el número de puestos de trabajo no es el camino a mejores ingresos por trabajador. El aumento del capital por trabajador–es decir, la inversión–sí aumenta la producción por trabajador. Es por eso que es importante invertir sustancialmente. Un mismo trabajador produce mucho más cuando maneja una maquinaria eficiente que cuando hace el trabajo manualmente. Esto le permite ganar más al que opera la máquina que al que trabaja artesanalmente. Mientras más capital invertido tiene una sociedad, es claro que puede crecer más y pagar más a sus trabajadores. Por tanto, es fácil inferir que el camino al desarrollo está en invertir más en capital físico.

Esto es lógico. Sin embargo, el análisis de largo plazo del proceso de desarrollo ha demostrado que esta no es toda la historia. En realidad, ni siquiera es la mayor parte de la historia. Estos análisis demostraron que los efectos de la inversión física en el crecimiento de la producción, aunque sustanciales, no son lo suficientemente grandes como para explicar por qué los países desarrollados producen tanto más que los subdesarrollados. Quedó claro que hay otro elemento que es mucho más importante que la inversión física para determinar los ingresos por trabajador.

A este otro factor, la fuente última y más importante del crecimiento, se le llama “la productividad total de los factores de producción”, término que da un nombre a la eficiencia con la que las personas en la economía usan todos sus recursos, tanto los trabajadores como la maquinaria, los edificios y la infraestructura.

Si usted lo piensa bien, esto también hace mucho sentido. La realidad muestra claramente que dos fábricas pueden ser idénticas, con el mismo número de empleados y las mismas maquinarias, pero aún así una de ellas puede ser un éxito y la otra un fracaso, dependiendo de la inteligencia y la disciplina con la que ellas son manejadas. Lo mismo pasa con las economías. Hay países que pueden tener muchos recursos y mucho capital pero que no crecen y no se desarrollan, mientras que otros con muy poco o nada de recursos lo hacen.

En el fondo, la inteligencia y la eficiencia con la que se manejan las empresas dependen del nivel y la calidad de la educación de los ciudadanos y de su actitud frente a los problemas del desarrollo. Esto es lo que hace la diferencia entre, digamos, Japón, que no tiene recursos naturales pero es altamente desarrollado, y Venezuela, y América Latina en general, que tienen muchos recursos pero son altamente subdesarrolladas.

El problema más serio que tenemos en América Latina es precisamente que no queremos entender la verdad elemental de la economía: que el desarrollo depende de la educación entendida ampliamente para incluir la capacidad de analizar nuestros problemas y de organizarnos para resolverlos. Como manifestación de esto, seguimos pensando que la educación es parte de la política social, cuando también, y principalmente, debe ser la base de la política económica. Mientras no entendamos esto, nos seguiremos revolcando en el subdesarrollo.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.