La ineficiencia del subdesarrollo

breve análisis Lo que los latinoamericanos no hemos querido aprender es que la única manera de aumentar salarios sosteniblemente es aumentar la eficiencia de los trabajadores, es decir, aumentar la producción por persona. Con trabajadores produciendo más es posible incrementar los salarios

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El diputado Guillermo Gallegos (sentado) conversa con Walter Guzmán, de Gana; Roberto Angulo, de CN, y Roberto Lorenzana, del FMLN, durante la aprobación del Acuerdo con la UE. fotos edh / jorge reyes

Por Por Manuel Hinds*

2013-07-04 9:00:00

n los próximos años la historia le estará mostrando otra vez a Latinoamérica que la única manera de lograr el desarrollo de una manera sostenible es aumentar la eficiencia en el uso de los factores de producción: la tierra y el capital físico (construcciones, maquinaria y equipo) y humano (educación y salud).

Por esta eficiencia es que los países desarrollados producen mucho más que los subdesarrollados con la misma cantidad de gente, o producen la misma cantidad con mucho menos gente. Así, por ejemplo, India y Canadá producen prácticamente lo mismo (1.8 millones de millones de dólares al año). La diferencia es que India lo produce con una población de 1,221 millones de personas, y Canadá con 34 millones nada más. No es un milagro, entonces, que Canadá tenga un ingreso por persona que es aproximadamente 35 veces el de India. De igual forma, Alemania y Vietnam tienen casi la misma población (alrededor de 85 millones de habitantes). Pero Vietnam produce 123 mil millones de dólares con esa población, mientras que Alemania produce 3.6 millones de millones de dólares, es decir, 29 veces lo que produce Vietnam por persona.

Estas diferencias no se deben a que unos países tienen más recursos naturales que otros. África y Latinoamérica son de las regiones que más recursos naturales tienen, y son de las regiones más pobres del mundo. Japón prácticamente no tiene recursos naturales y es uno de los países más ricos del mundo, igual que Singapur y Hong Kong. Irán, con 75 millones de personas y enormes volúmenes de petróleo, produce 25 por ciento menos que Suiza con ocho millones de habitantes y ningún recurso natural, excepto su belleza.

Lo que los latinoamericanos no hemos querido aprender es que la única manera de aumentar salarios sosteniblemente es aumentar la eficiencia de los trabajadores, es decir, aumentar la producción por persona. Con trabajadores produciendo más es posible incrementar los salarios. El aumento de esta productividad se logra con dos tipos de inversión: en maquinaria y equipo (un obrero con un tractor puede cultivar muchas veces más que uno con un machete) y en capital humano (un ingeniero o un médico producen más que un obrero).

La inversión también está sujeta a los requerimientos de la eficiencia. Un puente que nadie usa, unas casas que nadie compra o profesionales con habilidades que nadie quiere contratar son desperdicios que, en vez de mejorar la productividad del trabajo del país entero, la reducen. Es decir, con los mismos niveles de inversión es posible tener diferentes aumentos en la productividad del trabajo, dependiendo de cuán eficiente es la inversión.

El uso eficiente de la inversión depende de la inteligencia y la educación, que es lo que permite hacer decisiones acertadas en lo que se va a invertir. Es decir, la eficiencia de la inversión es una función del capital humano. En el fondo, al pasar por todas las etapas de este análisis, el lector encontrará que lo que define todo es el capital humano:la educación, la salud, las actitudes y la disciplina de la población. Es de este capital que se deriva todo lo demás. Sin capital humano no hay nada, y con capital humano hay desarrollo aunque no haya capital físico. Esto quedó evidenciado, entre muchos otros ejemplos, al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando los países europeos y Japón quedaron con su capital físico destruido. En una década habían regresado a su esplendor de antes de la guerra. Eso no fue un milagro. Fue el capital humano.

En los últimos años, América Latina volvió a gozar de un boom los precios de productos primarios, y volvió a creer que esos productos eran el camino al desarrollo. Creyó que el desarrollo puede comprarse sin educación. Ahora que los precios de esos productos están bajando, América Latina debe de enfrentar lo que nunca ha querido enfrentar: la necesidad de educar a sus poblaciones para lograr el desarrollo sostenible. Ojalá que ahora si lo aprenda.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.E