La salida más fácil

Yo mismo soy el producto de un embarazo de alto riesgo y le agradezco a mis padres que tuvieron el coraje de jugársela por mí y no buscaron la solución más fácil. De igual manera, yo conozco el dolor por la pérdida involuntaria de un hijo en gestación al que esperábamos con mucho amor

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elsalvador.com

Por Por Mario González**Editor Subjefe de El Diario de Hoy.

2013-04-27 5:00:00

El debate sobre si Beatriz debe abortar o no tiene que llevarnos como sociedad a cuestionarnos si nos hemos civilizado suficientemente y hemos construido principios y criterios éticos y humanitarios.

Sabemos que no es fácil la encrucijada en la que está Beatriz y ella, por voluntad propia, tiene derecho a recurrir a las instancias que crea convenientes, pero me aterran dos cosas: que, como se ha dicho, haya intereses mezquinos detrás de este que puede ser el “caso perfecto” para sentar precedentes sobre el aborto, así como que como sociedad nos acostumbremos a buscar la soluciones más simples para no complicarnos.

Estoy claro de que el ser humano debe asegurar su supervivencia y que personas en la condición de Beatriz tienen vida privada y por sus actos darán cuenta a Dios y ante la justicia terrena. Pero, haciendo incluso a un lado mis convicciones de fe porque el caso va más allá de la religiosidad, me quedan varias dudas: ¿quiere ella realmente abortar? Porque el amparo ante la Sala de lo Constitucional no lo solicitó ella directamente, sino abogados que se presentaron como sus apoderados y no me quedó claro quién está patrocinándolos y si estaban acreditados específicamente para pedir el procedimiento.

Y vuelvo a preguntarme si realmente ella quiere abortar, porque, según pudimos ver en la primera resolución cautelar de la Sala, los abogados piden la “interrupción del embarazo”, pero no un “aborto terapéutico”.

¿Hay un riesgo de que el mismo aborto, “interrupción del embarazo” o el eufemismo que quieran ponerle, le traiga complicaciones a ella? Porque se sabe que un aborto siempre tiene el riesgo de complicaciones y traumas sicológicos, más en el estado de Beatriz.

En todo caso, será la Sala de lo Constitucional la que resuelva en definitiva, confío que auxiliada por personal especializado, tanto de profesionales de la Medicina como del Derecho, y no por activistas ni por autoridades o partes interesadas o prejuiciadas. Para el caso, yo esperaba que el dictamen bioético gubernamental hubiera contado con la participación de médicos y no sólo de profesionales en otras disciplinas o que no hubieran dependido del Estado, cuyas autoridades sanitarias han sido las primeras en recomendar el aborto ipso facto.Su disposición en este caso contrasta con el interés mostrado hacia Waldemar, el niño de cuatro años cuya vida depende un trasplante de intestino en el exterior, pero aparte de su familia, nadie parece interesado en gestionarlo.

Las organizaciones pro-aborto tienen derecho de expresar sus opiniones y promover lo que creen justo para la paciente, pero también las pro-vida tienen derecho a luchar por que se preserve la vida tanto de la madre como del hijo y establecer que si éste muere que sea por una falla de la naturaleza, pero no por un pavoroso y sangriento legrado.

Precisamente, este debate espero que nos ayude a construir criterios sólidos, maduros y coherentes, porque muchos estarán diciendo “pobrecita la señora, mejor que aborte…” o que “El Salvador es un Estado laico y la religión no debe imponerse”.

En lo personal, me parece muy simplista y disfrazado de piedad, pero, sobre todo, vale reflexionar quiénes se favorecerían con la legalización de los abortos que, me imagino, no serían gratuitos. Ciertamente hay que pensar en las personas, pero sin que nos utilicen para que después esa sea la “cura de todos los males” y que por cualquier “error” o para quitarnos un problema se busque el aborto, aunque se destruyan vidas valiosas.

Yo mismo soy el producto de un embarazo de alto riesgo y le agradezco a mis padres que tuvieron el coraje de jugársela por mí y no buscaron la solución más fácil. De igual manera, yo conozco el dolor por la pérdida involuntaria de un hijo en gestación al que esperábamos con mucho amor.

En este momento mi madre está en un hospital, porque su corazón y su cuerpo ya están exhaustos y no dan más, aunque su mente y su espíritu están llenos de fuerza y fe. Más de alguno que se la lleve de misericordioso me diría que por qué no le procuro la “muerte piadosa” para que ella ya no sufra, pero yo le respondería que mi deber es luchar por su vida y agotar todos los recursos para salvarla y no tomar esa clase de soluciones exprés.

Pongámonos a pensar, lejos de toda pasión: ¿A quién favorecería que se abriera la puerta para el aborto? ¿Son tan perfectos los abortos que las mujeres no quedan con secuelas o pueden morir? ¿No nos estaremos volviendo una sociedad materialista e indiferente a la muerte de los bebés en gestación? ¿Nos gustará saber que sólo facilitamos el camino para que alguien reciba una medallita y un puesto internacional? ¿Para quién estamos trabajando?

De todos modos, la Sala de lo Constitucional es la que resolverá en definitiva y creemos que lo hará lejos de prejuicios, presiones y con la debida orientación de quienes realmente saben.

Nosotros, independientemente de las convicciones que tengamos, debemos evitar ser fáciles para quienes buscan soluciones fáciles. Como decía mi abuelito, piadosos, pero no babosos…