La enfermedad de ver todo al revés

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Oezil con dos goles y Benzema con uno, vencieron al Betis este sábado. Foto EDH/ Reuters

Por Por Mario González**Editor subjefe de El Diario de Hoy.

2013-04-20 6:00:00

Desde que nació, manifestó síntomas de que algo no andaba bien: comenzó a gatear hacia atrás y aprendió a caminar de la misma forma. Sólo gracias al esfuerzo de sus padres, consiguió aprender a caminar hacia delante.

Bojana Danilovic es una joven de Serbia que sufre una extraña condición que ha dejado a los médicos y los científicos desconcertados: ve todo al revés.

Los científicos de la Universidad de Harvard le han diagnosticado “fenómeno de orientación espacial”: sus ojos lo ven todo de una manera correcta, pero su cerebro le da la vuelta.

En casa de Danilovic hay muchas cosas al revés, aunque para ella no sea así. Por ejemplo, puede ver la televisión gracias a que la tiene de cabeza. También puede trabajar en una computadora sin tener que darle la vuelta al monitor gracias a una aplicación especial que invierte la pantalla.

Aunque las agencias noticiosas hablan de que este es un caso insólito o quizá único, pienso que entre algunos políticos salvadoreños y latinoamericanos es crónico.

Sólo hay que ver cómo ser militar de alto grado y golpista –como lo fue el finado Hugo Chávez– no es pecado para la izquierda oficialista, cuando antes ponían el grito en el cielo y juraban cantando que “la dictadura militar fascistoide morirá con la revolución…”.

Y vuelvo a poner el ejemplo de que antes era pecado ser militante de un partido político y ser magistrado de la Corte Suprema o de la Corte de Cuentas, porque se compromete la independencia tanto de la administración de justicia como del control de los bienes de la Nación. Ahora, según ellos, ya no.

El sacrilegio es ser de derecha y ostentar esos poderes, pero media vez se es de la izquierda gobernante y S.A. de C.V. el postulante a funcionario se llena de olor de santidad.

No soy ni de izquierda ni de derecha, pero conozco bien la historia contemporánea de protagonistas de ambas tendencias en el país como para que no me sorprendan.

Simplemente me sacude la facilidad o “versatilidad” que tiene esa izquierda para satanizar lo que no es de su autoría, lo mismo que hace la derecha a la que conveniente se alía.

Por ejemplo, eso de hacerle creer a la generalidad que son los únicos “progresistas”, cuando la palabra viene de progreso y esto no es privativo de una tendencia política sino todos los hombres y mujeres de bien.

Ese razonamiento lleva a niveles tales de fanatismo, sublimación y explotación del sentimentalismo al punto de llegar a creer literalmente en parajitos parlantes y hacer el ridículo.

Tenebrosamente, en China, Camboya y Corea del Norte, esta clase de pensamientos llevó a millones a la tumba por fusilamiento, hambre y enfermedades.

Los jemeres rojos camboyanos, cuando tomaron el poder en 1973, decretaron que ese era el Año Cero y que allí comenzaba de nuevo la creación… sin Dios, por supuesto. Los mismos comunistas vietnamitas tuvieron que sacarlos del poder por las atrocidades que estaban cometiendo, al grado de matar a dos millones de sus compatriotas.

Cuántos padecieron de esa enfermedad que ahora están horrorizados de ver lo que defendían.

Aquí mismo, en la guerra de los 80, había desquiciados como el jefe guerrillero que a puro garrote mandó a miles de sus compañeros de lucha a la tumba, según historiadores, porque creía que eran infiltrados del enemigo.

Actualmente, a algunos les encantaría proscribir a sus rivales políticos en una nueva versión de Torquemada y la Santa Inquisición, como ya lo han comenzado a hacer los chavistas en Venezuela, al punto de negarles la palabra a los diputados que no acepten a Maduro o este último descalificar llamando “fascista” o “nazi” a todo el que no lo alabe o piense como él, en la más viva expresión de la intolerancia y totalitarismo.

Igual aquí: la Sala de lo Constitucional comienza a resultarles molesta, entonces buscan desarticularla, desacreditarla, impugnar sus fallos, enjuiciar a sus magistrados o someterlos a un tribunal superior.

Yo aprendí desde mi infancia que los principios y valores que nos infundieron nuestros padres y abuelos son únicos y no se pueden cambiar o enajenar a conveniencia.

Menos mal que el padecimiento de Bojana Danilovic no llega a sus inclinaciones políticas como ocurre acá.