“Evita”, la secuela

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elsalvador.com

Por Por Cristina López G.*

2013-03-09 6:06:00

“Evita”, el largometraje de Alan Parker de 1996 lo tiene todo: drama, música, canto, escenografía, comedia, realidad. Lo protagonizan, para bien o para mal, Jonathan Price y Madonna. Pocos directores han logrado con tanto éxito lo que Parker logró hace casi una década con “Evita”: el ganarse el respeto trasladando desde las tablas de Broadway la esencia de un musical a la pantalla grande.

A Parker se le presentó un reto aún mayor que lo normal, pues no sólo quería volver película el legado musical que había dejado Andrew Lloyd Webber, sino que además, lo que muchos verían en pantalla de alguna manera reflejaría la vida de una persona de carne y hueso: Eva Perón.

Tanto el largometraje como el musical reflejan de una manera bastante acertada los días que siguieron a la muerte de Evita, la mujer que a pesar de ser popular frente a muchos “descamisados”, dejó quebrada a la Argentina.

Si “Evita” hubiera sido lanzada a finales de 2013, cualquiera habría acusado al director Alan Parker de plagio, pues cualquiera que nunca vio la película tendría oportunidad de reengancharse sin rentarla con sólo ver en los noticieros latinoamericanos lo que está ocurriendo en Venezuela.

Por el momento, con el espectáculo teatrero de la pompa de los funerales y con la promesa del embalsamamiento para la exhibición eterna, se intenta tapar la pobreza con lágrimas, la corrupción de Chávez y los suyos con condolencias, las serias devaluaciones de la moneda con elogios.

El chavismo, o lo que por el momento ha servido para denominar a los partidistas del folclórico presidente venezolano, se convertirá ahora en la religión que subirá a los altares a un caudillo antidemocrático, cuyas riquezas personales tras catorce años en el poder, ascienden a cantidades billonarias.

Con su muerte, quienes se beneficiaron de su poder, han encontrado la oportunidad de convertir a un hombre en un mito, y al darle a su proyecto político el revestimiento de sentimentalismo y telenovela que incluye las acusaciones de que el cáncer fue inoculado en las venas de Chávez por la CIA, intentan convertir en cordero al lobo.

Entre los tributos y elogios también, se ha pasado por alto que el artículo 233 de la Constitución venezolana, manda a que ante la falta absoluta del presidente, sea el presidente de la Asamblea Nacional quien tome las riendas del país hasta que se proceda a una nueva elección. Los chavistas han decidido, con la excusa de respetar la última voluntad del líder, pasar por encima del texto constitucional dándole a Nicolás Maduro, el vicepresidente en los últimos meses del anterior período presidencial de Chávez, potestades que no le corresponden.

Llama la atención cómo, muchos presidentes latinoamericanos que han sido rápidos en criticar golpes de Estado o ataques a la democracia en diferentes latitudes latinoamericanas, ahora se encuentren tan ocupados volando a Caracas para ofrecer sus condolencias al pueblo venezolano (que seguramente no podría superar su dolor si no fuera por los pésames de tantos excelentísimos), que se hacen del ojo pacho al hecho de que la voluntad testamentaria esté superando en importancia al texto constitucional.

Sin embargo, el silencio ante los decretos firmados por Maduro parece indicar que la objetividad y el respeto al Estado de Derecho, están siendo embalsamados junto a Chávez para el eterno descanso.

*Lic. en Derecho.

Columnista de El Diario de Hoy.

Twitter: @crislopezg