Frases tristemente célebres

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Las víctimas fueron asesinadas cuando participaban en los oficios del Santo Entierro. En el lugar del crimen aún queda la alfombra pintada en el pavimento. Foto EDH / Lissette Lemus

Por Por Mario González*

2013-03-30 6:01:00

Hace unos días trascendió en los medios que la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, afirmó que la diabetes es una enfermedad de los ricos, lo cual le generó una ola de críticas de propios y extraños en los medios y en las redes sociales por recurrir al clasismo hasta en esos casos.

Nydia Farhat, presidenta de la organización sin fines de lucro N.A. Dia, cuestionó a Fernández: “Nos parece increíble lo que dijo la Presidenta, es una barbaridad. Nadie elige tener diabetes, es una enfermedad que viene, no tiene que ver con una cuestión de clases sociales. Fue una idea desgraciada y se puso en su contra a más de 5 millones de argentinos que la padecen”.

Esto me hizo recordar la también comentada frase del presidente de Bolivia, Evo Morales, de que el consumo de pollos producía homosexualidad y que los transgénicos causan la calvicie. “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos tienen desviaciones en su ser”, aseveró.

No fue menos desafortunado cuando poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 el entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, anunció que iniciaría contra los terroristas islámicos una “cruzada”, término que enfurece a los musulmanes porque les recuerda las guerras entre cristianos e islamistas por el control de la Tierra Santa hace mil años.

Tampoco fueron menos embarazosas más recientemente las expresiones del alcalde de Acapulco, Luis Walton Aburto, quien tras la violación de seis turistas españolas dijo que “es lamentable, pero sucede en cualquier parte”. El edil tuvo que pedir disculpas públicas posteriormente.

En El Salvador siempre se recuerda la frase de un veterano político democristiano ante la Asamblea Legislativa en 1987: “Si pude haber robado, robé, pero no tengo mis manos manchadas de sangre”, misma que muchos consideraron una verdadera confesión.

No fue para menos cuando un coronel retirado, entonces figura destacada del partido ARENA, amenazó en 1988 con fundar una “guerrilla de derechas”.

Algunos casos repentinamente se han convertido en situaciones incómodas y sólo por citar frases de otros, como le ocurrió al ahora Papa Emérito Benedicto XVI, cuando en una conferencia universitaria sólo tomó frases del año 1391 del emperador bizantino Manuel II Paleólogo contra la intención de los gobernantes islámicos de entonces de imponer su fe por la espada. El Pontífice aclaró poco después que sólo había usado la frase con fines didácticos.

Otras declaraciones que han generado comentarios de un extremo a otro son las de personeros del gobierno venezolano de que hubo una conspiración internacional para inocularle el cáncer al presidente Hugo Chávez o que este último intercedió ante Dios para que se eligiera a un papa latinoamericano.

Recuerdo cuando en 1992 los personeros del ahora partido oficial, FMLN, se rasgaban las vestiduras pidiendo que se “despartidizara” y se eligieran a profesionales independientes en la Corte Suprema de Justicia, lo cual llevó a una reforma constitucional con ese propósito. Ahora dicen que no hay problema con que militantes de partidos, sobre todo el propio, asuman cargos en organismos que deben ser independientes por naturaleza, como la Corte Suprema y la Corte de Cuentas, porque –y esta es la frase clave– “la Constitución no lo prohibe”.

No es menos hilarante la consabida de “los 20 años de ARENA” cuando no pueden justificar una metida de pata o un proyecto que no dejó los resultados esperados.

Para no olvidarse quedaron el “aquí huele a azufre” de Chávez en la ONU o el “¡por qué no te callas!” del Rey de España al gobernante venezolano.

La frase más común de los delincuentes en El Salvador es: “yo sólo iba pasando” o, como dijo el salvaje que le echó encima el bus a una mujer que le estaba reclamando, “yo no vi que estaba adelante”.

Otros como el presidente deciden con el imperativo “les guste o no les guste”; algotros intentan arreglarlo todo y hacer un borrón y cuenta nueva diciendo: “Ya acepté a Cristo”, aunque sigan haciendo de las suyas.

Gracias a Dios, la libertad de expresión de la que gozamos pero que se busca restringir a toda costa nos permite decir hasta tonterías, pero eso no quita que no nos convirtamos en reos de nuestras palabras.

*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.