De vacaciones y devociones

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Mou, quiere obrar bien con su posible club. Foto: EDH / Twitter

Por Por Carlos Mayora Re*

2013-03-29 6:05:00

En este país, con sólo dos estaciones: la seca y la lluviosa ¿desde cuándo se instaló “el” verano alrededor de la luna llena de marzo o abril? Si verano es cuando no llueve, hace calor, cantan las chicharras y el cielo es más azul… ya llevamos varias semanas en ello.

La más variada publicidad pugna por vender en estos días con el sonsonete de “verano 2013”. Y hace que se nos olvide que el asueto que disfrutamos no es sólo por “el” verano: hoy, sábado anterior al domingo de resurrección, sábado santo, los creyentes tenemos mucho en qué pensar: más allá del coctel y la cervecita, la lunada, la música sabrosa, y la consabida preocupación de que el lunes nos deberían dar vacación, para descansar de las vacaciones.

Son unas fiestas extrañas. Cortas, intensas y como pasajeras. Tanto que si nos pusieran a escoger incluso hasta preferiríamos juntarlas con las de agosto… con tal de que abunden más.

Es verdad que en muchas playas, parajes de montaña, etc. Algunas familias se han reunido y más o menos piadosamente ayer, alrededor de las tres de la tarde, vivieron el Vía Crucis. Es verdad que otros han optado por leer y meditar la Biblia, al disponer un poquito más de tiempo para pensar en Dios; o han asistido a los actos litúrgicos de la época. Es verdad. Pero también es cierto que, siempre un poquito más, terminamos la Semana Santa con la sensación de que es cada vez más vacación y menos devoción.

En el fondo quizá late un convencimiento de que todo eso de la religión está bien para cuando se necesita. Pero en lo que se averigua, aquí y ahora, más vale disfrutar de la corta y fugaz vida que tenemos. Y en eso estamos.

La relación entre una vida plena (feliz) y la fe (que no la religiosidad, entendida como normas externas e impuestas a la persona), puede ser un asunto sociológico; por el que las personas religiosas que viven en un ambiente social religioso, a fin de cuentas son conscientes de que son más felices.

O un tema antropológico, según el cual las capacidades para disfrutar de la bondad, belleza y verdad de las personas religiosas, encuentran en Dios (Amor, Verdad, Vida. Y más importante: Camino), una plenitud que de otro modo sería imposible. O también un caso de estudio de teorías psicológicas, neuro científicas, supersticiosas o hasta de la más rigurosa teología.

Como fuera, el caso es que quienes ponen su absoluto fuera de sí mismos, quienes tienen fe y la concretan en obras de servicio hacia los demás, quienes son coherentes con su conciencia, son, indiscutiblemente, más felices.

No hay religión sin dogma (lo que se cree), sin moral (pautas de comportamiento), ni liturgia (el modo como adoramos a Dios). Por eso, en estos días en que conmemoramos el triduo pascual, que incluye la fiesta cristiana más importante del año: la celebración de la Resurrección de Cristo. Una persona que se quedara sólo en creer, o sólo en ser “buena gente”, o sólo en participar en actos litúrgicos; pero que no combinara, o se propusiera concertar fe, obras y adoración; se quedaría irremediablemente insatisfecha. Como medio llena: y quizá por eso, peor que no hacer nada por Dios en estos días es, seguramente, hacerlo a medias.

A fin de cuentas, todo eso de la religión, las vacaciones, el modo como intentamos relacionarnos con Dios, es cuestión de libertad, porque es cuestión de amor. Y –ya se sabe–, el amor no sobrevive donde no hay libertad: todo lo contrario a pensar que la religión es traba, camisa de fuerza: es liberación.

*Columnista de El Diario de Hoy.

carlos@mayora.org