Eres polvo y en polvo te convertirás

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Dennis Alas. FOTO EDH / Marlon Hernández

Por Por Oscar Rodríguez Blanco, s, d, b.*

2013-02-08 6:03:00

En varias ciudades del mundo se están celebrando los carnavales. Son fiestas tradicionales que preceden al inicio de la cuaresma con tinte de permisividad, descontrol y relajamiento moral. El origen se encuentra en las fiestas paganas en honor de Baco, el dios del vino, en las del toro Apis en Egipto, las fiestas del invierno, las fiestas en honor a Dionisio en Grecia, las bacanales en Roma y muchas otras. Lo deseable sería aprovechar el carnaval para hacer gala de las ricas y tradicionales manifestaciones culturales que tiene todo país.

Estas celebraciones se hacen antes del miércoles de ceniza, que es el día en que la iglesia inaugura su camino hacia la pascua. Es tiempo de misericordia divina que invita a la conversión del corazón. Se inicia con un gesto simbólico, no sacramental, como es la imposición de las cenizas sobre nuestra frente con la conocida fórmula: “Eres polvo y en polvo te convertirás”. El pueblo judío acostumbraba cubrirse de ceniza cuando presentaba sacrificios a Dios y los ninivitas usaban la ceniza como un signo de conversión. En los primeros tiempos de la iglesia, los cristianos que querían reconciliarse con Dios, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un hábito penitencial.

El próximo miércoles muchos recibirán la ceniza en sus frentes, no es un rito mágico que perdona los pecados, ni algo que recibimos por tradición, es un signo que indica que de verdad queremos buscar y encontrar a Dios. La ceniza simboliza nuestra condición débil y caduca, nuestra realidad de pecadores, pero también, es un signo de esperanza y superación. Empezamos a caminar hacia la pascua escuchando el llamado de Dios a la oración, al ayuno y la solidaridad sin buscarnos a nosotros mismos con falsas apariencias. Vivimos en una sociedad en la que la apariencia y la fama es lo que cuenta para muchos. En necesario tener presente las palabras de Cristo: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. (Mateo 6, 1).

La oración, el ayuno, la limosna y las penitencias son actitudes propias de este tiempo. Ayudan a entrar en nuestro interior como nos dice el evangelio: “Y allá tu padre que ve en lo secreto te recompensará” (Mt.6,4). No son actitudes para buscarnos a nosotros mismos, para que nos vean o admiren, porque entonces ¿a quien buscaríamos? Buscaríamos la gloria humana y la comprensión de los demás perdiendo el verdadero objetivo de encontrarnos con Dios.

Iniciaremos la cuaresma como un tiempo privilegiado que nos permite confrontar la realidad de nuestra vida con Dios. Es más importante lo que Dios quiere hacer con nosotros, que lo que nosotros queremos hacer por Dios. El profeta Joel en su tiempo llamó a un cambio de vida, la sociedad estaba apática y decadente. Les recuerda que Dios es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.

Estamos invitados a emprender el camino hacia la pascua. Es un camino que incluye la cruz y la renuncia, y por lo tanto, exige sacrificio. El gesto penitencial de la ceniza nos invita a aceptar el evangelio como norma de vida, como mentalidad propia de los que se llaman cristianos y desean seguir al maestro. Abramos un espacio a Dios en este tiempo de gracia.

*Sacerdote salesiano.