¡Adentro!

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La estadounidense Serena Williams hace un tiro de derecha durante el duelo contra su compatriota Sloane Stephens, en el torneo de Brisbane, Australia. Foto EDH / AP

Por Por René Fortín Magaña*

2013-01-03 6:03:00

El nuevo año anuncia el advenimiento de un escenario de lucha cívica y política en pos del mejor derrotero para nuestro pueblo. Preparémonos para ella. Nunca cobró más fuerza la valoración de esa actitud como en los actuales momentos. Ahora es cuando, con diligencia y determinación, debemos acatar nuestra obligación ciudadana de “Cumplir y velar porque se cumpla la Constitución de la República” (Art. 75 N° 2 Const.).

Más allá del materialismo histórico, uno de cuyos soportes es la teoría monista del determinismo económico, conviene recordar los supremos valores jurídicos de la axiología, y ponderar la secular dialéctica, susceptible de sincretismo, entre las concepciones de Friedrich von Savigny, cuya obra dio origen a la escuela histórica, y Rudolf von Ihering, fundador del método teleológico. De él son estas palabras: “Todo derecho en el mundo debió ser adquirido por la lucha; esos principios de derecho que están hoy en vigor ha sido indispensable imponerlos por la lucha a los que no los aceptaban, por lo que todo derecho, tanto el derecho de un pueblo como el de un individuo supone que el individuo y el pueblo están dispuestos a defenderlos” (La lucha por el Derecho).

Ciento noventa y dos años llevamos persiguiendo lo que aún sigue siendo un desiderátum: el Estado Democrático Constitucional de Derecho consagrado en nuestra Constitución. Nuestro deber es convertirla de semántica –como diría Karl Loewestein– en normativa, y, desde luego, defenderla del ataque de las concepciones totalitarias. Y atesorar las virtudes de nuestro régimen constitucional, que se hace evidente cuando, aún sin estar plenamente logrado, muestra su grandeza vis a vis los desacatos de nuestra Asamblea Legislativa, la prepotencia de nuestro Órgano Ejecutivo, y las arbitrariedades de la cúpula de nuestro Órgano Judicial.

Dos cosas se necesitan para salir del pantano político y social en que nos encontramos: Bandera y voluntad.

¿Puede haber bandera más alta que el pabellón azul y blanco, inconmensurablemente más alta que la de los partidos políticos, representativa de un país organizado bajo las normas del Estado de Derecho, con justicia, libertad y seguridad para todos? Que responda por nosotros la letra del Himno Nacional.

Tenemos bandera, pues. Hace falta ahora fortalecer nuestra voluntad. “Dadme una palanca –decía Arquímedes– y moveré el mundo”. Nuestra palanca ha de ser la aplicación de la mejor ingeniería para conjuntar los esfuerzos dispersos. La sociedad civil, que tan ejemplar papel desempeñó en el 2012 superando la endeble actuación de la partidocracia, puede –y debe– sumar fuerzas para lograr ese cometido, y rechazar la acción retrógrada de quienes pretenden volver al pasado e imponer la esclavitud. El rumbo legítimo de la historia es hacia adelante no hacia atrás.

El buen ejemplo es el más eficaz modulador de la conducta. Y el mal ejemplo que dan nuestros funcionarios (“nos guste o no nos guste”) es la más deletérea actitud contra la armonía social y la gobernabilidad.

Dirigiéndose a los jóvenes dijo una vez Unamuno: “Te repito que te prepares a soportar mucho, porque los cargos tácitos que con nuestra conducta hacemos al prójimo son los que más en vivo le duelen. Te atacan por lo que piensas; pero los hieres por lo que haces. Hiéreles, hiéreles por amor. Prepárate a todo, y para ello toma el tiempo de aliado. Morir como Ícaro vale más que vivir sin haber intentado volar nunca, aunque fuese con alas de cera. Sube, sube, pues, para que te broten alas, que deseando volar te brotarán”. Y en una metáfora audaz: “No seas avaro, no dejes que la codicia ahogue a la ambición en ti; vale más que en tu ansia por perseguir a cien pájaros que vuelan te broten alas, que no el que estés en tierra con tu único pájaro en mano”. (Ensayos)

¿Idealismo extremo? Quizás. Pero sin ideales los horizontes de la vida se estrechan. Es verdad que el pragmatismo reclama con razón su participación en la conducción de los negocios públicos porque los pies hay que ponerlos en la tierra y es necesario moderar el ciego y fanático ideologismo. En todo caso, es necesaria una brújula que señale una trayectoria para no ir por esta vida sin rumbo, zigzagueando, con los ojos vendados, las rodillas flexibles, las manos suplicantes, tránsfugas de partido en partido, y de de curul en curul “por un puñado de dólares” o “por unos dólares más”. (Eastwood).

Tenemos bandera, pues, y acción demostrada que puede magnificarse.

El pueblo salvadoreño ha despertado con vigor y clarividencia, y ha tomado en sus manos lo que le corresponde: la soberanía. Su consolidación habrá de producir mayores frutos, y hará entender a los funcionarios públicos que, por grande que sea su arrogancia, sólo son mandatarios, pues el mandante es el pueblo. Con las cosas en su puesto, haremos realidad el país que anhelamos. Comencemos pronto para llegar pronto. ¡Adentro!

*Dr. en Derecho.