Carta al exfiscal: ¿Y usted nos pidió respeto?

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2016-11-25 8:43:00

Estimado Luis Martínez:

Resulta que usted cobró mes a mes su sobrecito de billetes, primero de Mauricio Funes, luego de Salvador Sánchez Cerén. “La cantidad que se le entregaba de tal origen osciló aproximadamente entre los 36 (meses) ya expuestos, de diciembre de 2012 a diciembre de 2015, entre los 10 mil hasta 20 mil dólares”, escribió usted mismo a la Corte Suprema de Justicia. Claro, en Casa Presidencial no hay récord de esto, como tampoco de tantas otras cosas, porque nunca firmó recibos. Tampoco hay récord en Hacienda porque el acuerdo tácito con Casa Presidencial era no declarar este ingreso al fisco. Sobornos no se registran en contabilidad…

Nos enteramos de todo esto, no por un ataque de transparencia de Casa Presidencial o de usted, sino porque usted se vio obligado a justificar ante la Sección de Probidad su patrimonio y su tren de gastos personales. No había otra forma de justificarlos, así que usted tuvo que “confesar”. “Dicha cantidad me fue explicada someramente como una concesión inherente al cargo de fiscal general de la República, como un sobresueldo”, afirmó usted a la Corte.

El hecho que usted concibe que es “inherente al cargo de fiscal general” recibir, aparte de su salario en la FGR y “para sus gastos personales” sobres de cash del presidente de turno, explica mucho de su errática gestión. Siempre me he preguntado cómo un fiscal general, supuestamente vestido de absoluta independencia frente al Ejecutivo, pudo convertirse en el fiel instrumento del presidente Funes en su cruzada de persecución política contra sus adversarios. No hay almuerzo gratis: Una vez que se vendió al diablo, vendió también la imparcialidad de la Fiscalía. Una vez que aceptó 20 mil dólares mensuales de soborno del presidente de la República, puso la institución de la Fiscalía en función de juicios políticos, como en los casos CEL-ENEL y Francisco Flores.

Incluso a la hora de bajarse los pantalones y ‘confesar’, todavía trata de engañar. Usted habla de sobresueldo, pero los sobrecitos de cash que usted cada mes recibió de Casa Presidencial no eran un sobresueldo. Eran un vil acto de soborno del poder ejecutivo para comprar la voluntad de un funcionario que por mandato constitucional tiene que actuar con independencia.

Los sobresueldos son otra cosa, tampoco muy legal, que corresponden a una práctica de los gobiernos de compensar a sus funcionarios (ministros, viceministros y otros) con pagos en efectivo, simplemente porque los salarios oficiales no corresponden a la realidad del mercado de profesionales. Un presidente no necesita sobornar a sus ministros, porque tiene todo el derecho de darles órdenes, corregirles la plana o incluso sustituirlos. La práctica común que el mismo empleador paga, adicional al salario, un sobresueldo no es correcta, no es legal, pero es legítimo, no es soborno, ni es compra de voluntades. Y la solución es simple: asignarles a los altos ejecutivos del Estado salarios que correspondan a su preparación académica y profesional, su responsabilidad y su desempeño profesional. Pero cuando el presidente de la República compra, con sobrecitos de cash, la voluntad de fiscales, jueces, periodistas y otros que no son sus subalternos, es otra cosa mucho más grave. Y esto es, evidentemente, el caso de usted. El fiscal general no solo tiene que ser independiente, tiene la responsabilidad de investigar y perseguir delitos cometidos dentro del Órgano Ejecutivo. Inmediatamente surge la interrogante: Si ya sabemos que esta práctica de comprar fiscales no terminó con la gestión de un presidente (Funes), sino que se prolongó en la Casa Presidencial actual, ¿quién nos garantiza que en el caso de la fiscalía terminó con la gestión de Luis Martínez? Pero a esta duda ya no tiene que responderla usted, sino el actual presidente y el actual titular de la Fiscalía. El delito que cometió usted ya está documentado y es soborno, no es sobresueldo. Hay que nombrar a las cosas por su nombre – y no es correcto que los medios (incluyendo el mismo Faro que documentó este caso), sigan hablando de sobresueldo y no de soborno.

Y a usted le pregunto: ¿con qué cara pronunció esta célebre frase ‘¡Respeten al fiscal!’?

Saludos, Paolo Lüers