Carta a doña Gloria: el arte de ser tolerante sin dejar de ser beligerante (y al revés)

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Así lucía la terminal del Sitramss el pasado 23 de septiembre, durante ese mes se había anunciado que estaría lista en noviembre.

/ Foto Por EDH

Por Paolo Lüers

2015-11-02 7:25:00

Estimada Gloria Salguero Gross:

Revisé el archivo de mis 1051 “Cartas de Paolo” y me di cuenta que nunca te mandé una. Disculpá, por favor, esta negligencia. No significa que no hayas merecido una carta. Siempre lo controversial atrae mi atención, y vos siempre has sido artista del debate polémico.

Lastimosamente, cuando renunciaste al partido llamándolo “ARENA S.A. de C.V.”, todavía no tenía columna en ningún periódico. Me hubiera encantado entrar en esta controversia.

Igual cuando fundaste tu propio partido, y cuando este fracasó en las elecciones del  2003 y desapareció; cuando regresaste a ARENA, y cuando Tony Saca se inventó para vos el cargo de “Secretaria de Gobernabilidad” (que lo heredaste a Hato Hasbún), todo esto se escapó de mi escrutinio crítico, porque aún no tenía el privilegio de tener una columna.

Poco después, cuando conduje para El Faro y el PNUD estas memorables cenas de debate llamados “Encuentros”, tuve el gusto de tenerte en varias tertulias. Pero tampoco te dediqué una columna.

Ni siquiera lo hice cuando en 2006 mi amigo Sebastián, El Torogoz de Morazán, me invitó a acompañarlo para recibir un premio de Derechos Humanos que le iba a otorgar Beatrice de Carrillo, entonces Procuradora de Derechos Humanos. Las otras dos personalidades que recibieron premio fueron German Cáceres, el conductor de la Orquesta Filarmónica, y vos, Glorita. En esta combinación de personajes se reflejó el talento de doña Beatrice para el reality show…

Con el Torogoz nos sentamos en la última fila del auditorio, y le expliqué quién era quién en esta selecta audiencia. Cuando me preguntó de quién era la señora (en mayúscula) con el peinado exótico, le expliqué que era doña Gloria Salguero Gross, fundadora de ARENA y actualmente Secretaria de Gobernabilidad del Presidente. 

Sebastián, con esta cara de campesino pícaro que tiene, dijo: “No jodás, ¡la ‘vieja doña Oligarquía’ en persona!”, refiriéndose a una famosa canción que los Torogoces compusieron para Radio Venceremos, de estas canciones que se burlaron de los jefes militares y los dirigentes políticos del campo enemigo. La frase célebre de esta canción que todo combatiente del FMLN sabía de memoria: “Le da diarrea a la vieja doña Oligarquía / el golpe que da la guerrilla…”. Y Sebastián me contó que cuando escribió la canción, y siempre cuando la cantó, estaba pensando en doña Gloria Salguero Gross, para él la personificación de la oligarquía cafetalera.

Ya le veía mala intención en la cara: “Sebas, no empecés, cabrón”, le susurré. Me contestó: “No te preocupés, sé que ya no estamos en guerra, y además la señora, viéndola así se cerca, me cae bien…”.

Cuando le llamaron para entregarle su premio, y cuando lo vi agarrando su guitarra, le dije: “Cantá ‘Heroico Morazán’, no armés berrinche…”.

Llega el Torogoz al podio, recibe de doña Beatrice su premio, da la mano al gran maestro German Cáceres y a vos, y dice: “Ya que tengo aquí en frente a doña Glorita, quiero confesarle que durante la guerra le dediqué una canción. No se ofenda, Glorita, así era la guerra, nos ofendimos y nos matamos, pero ahora estamos en paz. Con el permiso del maestro German, voy a tocar la canción ‘La Vieja Oligarquía’”.

Se me paró el corazón, retuve la respiración  porque sabía que siempre cuando cantaba esta canción, El Torogoz la comenzaba con un bestial grito de guerra: “¡Muerte a la oligarquía!”.

Pero esta vez Sebastián omitió el grito, y comenzó con una suave secuencia de su guitarra, para luego cantar a doña Glorita de como “la vieja doña Oligarquía”  fue derrotada por la guerrilla.

Y vos, Gloria, muerta de risa, acompañando al cantante guerrillero con zapatazos, y luego dándole aplausos y un gran abrazo. 

En esta escena pienso ahora que te fuiste, y al fin te dedico la carta que merecés: Yo siempre te amé por esta tan extraña mezcla de beligerancia y tolerancia.

Saludos, Paolo