¿Debe el Gobierno negociar con las pandillas para reducir la violencia del país?

Dos ciudadanos debaten sobre la temática en #ElRingdeHoy. ??nete a la conversación en las redes sociales utilizando dicha etiqueta

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por

2015-07-15 12:05:00

 

María José Cornejo

Sí, debemos explorar el potencial del diálogo, pero rechazar la negociación.  No dialogar de una manera ordenada, inclusiva y transparente,  nos está costando vidas y empodera a la pandilla, dado a que día a día se negocia con las mismas de manera informal.  Mientas que una negociación refuerza el estatus quo, el dialogo inclusivo tiene el potencial de desconcentrar el poder. 

La idea de que “no debemos ensuciarnos las manos” con un interlocutor tan depravado es una fantasía fácilmente refutada por la realidad.  ONGs, iglesias, ciudadanos comunes y funcionarios de gobierno, admiten que en las comunidades no es posible trabajar, establecer proyectos, si no se tiene el aval de la pandilla. El mismo ex Alcalde capitalino, Norman Quijano, admitió que para entrar a comunidades se busca la autorización del palabrero.  

Los mismos partidos políticos saben que para hacer campaña, tienen que llegar a acuerdos con palabreros – aunque en sus discursos no aparezca esta necesidad ni tampoco la admisión de haber hecho uso del instrumento de dialogo.

Para sentarse a dialogar es necesario primero reconocer la racionalidad del interlocutor. En el discurso se fomenta que los pandilleros carecen de racionalidad y que por lo tanto no debemos confiar en ellos. Sin embargo, día a día los ciudadanos que interactúan en comunidades controladas por pandillas, logran acuerdos que generan cierto tipo de estabilidad. Alcaldes, candidatos políticos,  delegados gubernamentales, empresarios,  basan proyectos e iniciativas en la palabra de pandilleros. Por lo tanto, hay que dejar a un lado  la falacia de que los pandilleros carecen  raciocinio y que es posible que el país funcione sin la interlocución con ellos.  Estamos en un contexto en que cientos de proyectos se paralizarían sin la interlocución.

Es injusto que los ciudadanos comunes y corrientes, tengamos que poner nuestras vidas y emprendimientos en tan precarios acuerdos. Es injusto que el gobierno aparentemente no se quiera “ensuciar las manos”, pero que trabajadores sociales gubernamentales, en soledad y bajo riesgo, busquen siempre establecer contacto con el palabrero para implementar los programas del gobierno que no admite ni acobija, esta mediación. A veces, de la necesidad de la interlocución, incluso surgen mediadores no oficiales que ponen sus vidas en riesgo para ser vínculos entre sociedad y actores violentos y que logran darle estabilidad a las comunidades y acceso a proyectos sociales.  ¿Quién los protege?

Se cree que uno de los peligros del diálogo es que se empodera a la pandilla. Lastimosamente la pandilla YA está empoderada y las “pláticas”,  sin garantes, son negociaciones que refuerzan ese poder. Ese poder fluye informalmente de todos nosotros hacia ellas, por necesidad de supervivencia. Además de empoderarla, la falta de un actor institucional da lugar a la instrumentalización de la pandilla en beneficio de particulares. Si se quiere cambiar la balanza de poder a favor de la sociedad, el Estado debe intervenir como garante y mediador.

Dialogar no es una opción, es una necesidad. Hasta que no tengamos la madurez de ver la realidad no vamos a poder encontrar soluciones duraderas. Todos hemos sido testigos de la evolución de la pandilla como resultado de la represión. Seguir impulsando las mismas políticas fallidas es sinónimo de locura. El desgaste de la represión es insostenible.

La pandilla ha sobrevivido por su alta capacidad de adaptación. El Estado salvadoreño cada día pierde poder por que prevalece la altivez moral de no dialogar con las pandillas,  por sobre la necesidad de adaptarse a un nuevo escenario. Seamos inteligentes y valientes,  y empecemos a buscar modelos de dialogo y mediación que verdaderamente empoderen a la sociedad.  Solo así va a recobrar el poder el Estado y más importante, la sociedad.

María José Cornejo

Twitter: @mjcornejo

·Candidata a PhD Criminología Cultural – Universidad de Kent / Universidad de ELTE

·M.A. Políticas Públicas, Universidad de Tsukuba, Japón

·Lic. Ciencias Políticas, Universidad de Ozarks, US. 

No 

Silvio Aquino

Absolutamente nada justifica la violencia. En esto debemos ser contundentes y decirlo con toda la fuerza que nos queda.

Existe una contradicción bastante usual entre las personas que abogan por la amplia comprensión de la violencia, la mayoría habla de una especie de determinismo en el que la sociedad crea la violencia y por lo tanto, es responsable de la misma. Francamente no sé si eso ha sido en algún momento lo que se ha discutido, cualquier persona racional entiende esto. El mal no surge de la nada. Pero es precisamente ese determinismo el que nos dice que nada es absoluto, que las personas estamos decidiendo todo el tiempo, y que si bien hay causas externas que influyen en nosotros, tenemos la preciada libertad de nuestras decisiones personales, influenciadas en gran medida por el ambiente externo, claro, como todo, pero no nos determinan, por lo tanto, tampoco nos justifican.

Defiendo que la solución llegará cuando la sociedad aprenda a ver el problema de forma amplia, pero no puede esto servir para justificar algo tan delicado como la violencia.

Si la violencia es injustificable, ¿qué podemos decir del homicidio? máxima expresión de la violencia, ¿qué tipo de violencia es la que genera homicidios como los que han cometido las pandillas en El Salvador? Hace aproximadamente un mes mataron a un conocido: dos muchachos le metieron catorce disparos frente a sus dos hijas menores de edad y su esposa, pago de renta.

Las pandillas en este país han asesinado a miles de salvadoreños honrados de las formas más salvajes, masacres de familias enteras, gente inocente que no tenía cómo defenderse, jóvenes estudiantes han quedado muertos en un bus por un celular. ¿Qué podemos negociar?

No veo como una posible solución el incremento de violencia por parte de las autoridades, violencia genera violencia, eso todos lo sabemos. Tampoco pido venganza ni busco “ojo por ojo”, no soy partidario de la pena de muerte pero a estas alturas, negociar es simplemente imposible. ¿Qué tenemos nosotros para un pandillero que decidió matar a un salvadoreño inocente?, ¿qué tipo de gobierno hace negocios con estos grupos?. Cada uno de los pandilleros que decidió tomar un arma y usarla en contra de su propio pueblo lo ha hecho de forma consciente, ahora debe afrontar sus decisiones. Haber cerrado por completo la posibilidad de negociación es una consecuencia.

Desde mi punto de vista negociar implicaría una segunda oportunidad no merecida, la deuda de estos grupos es demasiado grande con el país y deben entenderlo. El gobierno debe preocuparse por las tantas familias que han sufrido este fenómeno, por esas niñas que vieron caer a su padre abatido a balas, ellas son las verdaderas víctimas. Negociar sería hasta deshonesto porque en base a sus decisiones, el gobierno realmente no tiene nada que ofrecerles.

No renuncio a mi responsabilidad en esto, cada uno de nosotros hizo o dejó de hacer algo que contribuyó a que llegáramos hasta acá; nunca he negado que las pandillas sean un reflejo de nuestra sociedad pero la lucha pudo ser otra, debió ser otra, ahora no hay nada que negociar, la sociedad les pudo haber hecho mucho daño por medio de la exclusión pero el daño que le regresaron fue desmedido. Decidieron cobrarse con grandes intereses y en ese momento, lastimosamente, se cerró cualquier posibilidad de negociación.

Son un resultado de nuestra sociedad pero ellos también decidieron y lo hicieron mal. Me identifico con una lucha de visión preferencial por los pobres pero el que mata, pierde. Ese es un mensaje que el gobierno debe mandar de forma clara y contundente.   

Silvio Aquino

Director General de la Asociación Somos

Twitter: @silvioaquinog