Una selva de cocos flotando en el Pacífico salvadoreño

Son 177 socios los que integran la Cooperativa El Jobal, y los que administran, trabajan y viven de la producción del aceite que extraen de los miles de cocos que cosechan a diario.

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La Isla El Espíritu Santo ha sido llamada por años “El Paraíso de los Cocos” en Usulután, y es que unas 2,000 manzanas de terreno se encuentran cultivadas con palmeras de coco. Foto/Jessica Orellana

Por Jessica Guzmán

2018-02-19 11:22:38

La isla El Espíritu Santo ha sido llamada por años “El Paraíso de los Cocos” en Usulután, y es que unas 2,000 manzanas de terreno se encuentran cultivadas con palmeras de coco.

De esa extensión, 1,100 manzanas son administradas por los miembros de la Cooperativa El Jobal, quienes son los que cosechan el fruto y producen el aceite de coco, el cual es utilizado para cocinar y para el rubro cosmético.

Personal de El Diario de Hoy se trasladó desde muy temprano a la isla, que parece esconderse tras extensos manglares, para conocer el proceso de producción del aceite de coco.

Saliendo de Puerto El Triunfo, tras recorrer unos 6 kilómetros en lancha se llega a El Espíritu Santo, en donde impresiona a primera vista el extenso paisaje con miles y miles de palmeras de cocos, así como por el calor que, desde muy temprano, envuelve a la isla.

Antes de las 6:00 a.m., los trabajadores inician la corta de cocos, para lo cual se suben a una torre de hierro móvil, jalada por una yunta de bueyes.

A los cortadores se les llama “torreros” y van cortando los cocos con una vara de aluminio que en su punta lleva una hoja de hierro afilada como machete.

Cientos de manzanas de tierra cubiertas de palmeras de coco son las que administra la Cooperativa El Jobal, en la Isla El Espíritu Santo, Puerto El Triunfo, Usulután. Foto/Marvin Romero

La yunta de bueyes es guiada por el “bueyero”.

“El trabajo de los torreros es peligroso porque si de repente los bueyes no se detienen puede venirse la torre para abajo, ya ha habido algunos lesionados”, comenta Juan Carlos Hernández, quien cumple el trabajo de “cuartero” (anda con otra yunta de bueyes, para relevar cuando los primeros se cansan).

Surcos atrás van nueve mujeres apilando los cocos, ayudándose con su machete, para que luego pase un tractor que va recogiendo los cocos desparramados, en donde varios jóvenes los van tirando dentro de los trailers con prisa y sin descanso.

Al final del día, los torreros tienen la tarea haber cortado entre 15 mil y 20 mil cocos, explica Alberto López, presidente de la Cooperativa El Jobal.

“Aquí se corta el coco invierno y verano, pero la mejor producción es en el verano, es cuando más se produce y se cortan hasta 20 mil cocos diarios, porque aquí todo el tiempo hay cocos, no para ni la cosecha ni la producción”, manifestó el directivo.

La mayoría de cocos que produce la isla es del denominado “Altos del Pacífico”, que es el que más aceite produce, pero también se cosecha el híbrido y el enano, aunque ni para la producción ni para la extracción de aceite lo dividen, sino que los procesan juntos.

Antes de las 6:00 a.m. los trabajadores inician la corta de cocos, para lo cual se suben a una torre de hierro móvil, jalada por una yunta de bueyes. Foto/Jessica Orellana

Sustento familiar

El negocio de producción de aceite de coco es manejado por la Cooperativa El Jobal, que cuenta con 177 socios, para un sustento de unas 350 familias, indicó el presidente de la cooperativa.

Esto ha funcionado así, por medio de la cooperativa desde la década de 1980, después de la reforma agraria, indicó López, y aparte de los socios se tiene a 20 asalariados.

La jornada de cada uno de los trabajadores, tanto de los torreros como los bueyeros, y las señoras que lo recogen, es pagada a $6.67 diarios, según explica el presidente de El Jobal.

“Aquí hay que madrugar para que el trabajo abunde, ellos empiezan a las 5:00 a.m. y al mediodía ya tienen que ir terminando y así hacen su tarea y ganan su salario”, comentó López.

Sigue el proceso

Los cocos luego de ser recogidos son llevados a un patio de la cooperativa en el que son regados y divididos por parcelas, para que otros trabajadores los partan y luego un grupo de mujeres les van sacando la “carnita”, la que van metiendo en sacos, hasta llenar unos cuatro, ya que esa es la medida de su tarea.

En otro de los patios, esa “carnita” es regada sobre plásticos en el suelo para el proceso de secado por el sol durante siete días, dependiendo también que el clima les favorezca.

Un proceso importante, dentro de la producción en cada cosecha, es la renovación del parque de palmeras en el vivero de palmeras.

Se siembra el coco seco en la tierra, con una pequeña parte descubierta, que es de dónde comenzará a nacer la plantita, y para ello se riega constantemente. De esta tarea se encargan los señores de edad mayor, quienes en su edad joven y madura fueron los antiguos torreros y cortadores.

Siembran los cocos, los riegan “con mucho afán una vez en la mañana y una vez en la tarde, para que nazca la palmera y ya cuando está bonita se trasplanta”, explicó “don Chico”, un trabajador que tiene 60 años de largas jornadas entre cocos.

El dirigente de la cooperativa agregó que en las extensas manzanas de tierra también están impulsando la cosecha de marañón y de cacao, de los cuales esperan tener dentro de unos tres años una fuerte producción.

Las plagas

La vida útil de una palmera de coco es de más de 50 años, sin embargo, dentro de la cadena de producción siempre hay amenazas, como las plagas, y en este caso las ratas son las que pueden dañar la palmera cuando está tierna.

“Cuando la palmera está tierna lo que hacemos es que le mantenemos limpia la zona a su alrededor y eso evita que la rata llegue, pero muchas veces nos han comido varias palmeras y toca volver a iniciar el proceso de cosecha; y eso tarda de nuevo, por ello hay que tener mucho cuidado con eso”, comentó “don Chico”, mientras regaba los cocos sembrados para la nueva cosecha que tardará aproximadamente siete meses en dar frutos.