¿Es posible comer saludable en la oficina?

Mantener una buena salud y un plan alimenticio que aporte toda la energía necesaria para aguantar durante largas jornadas laborales no tiene por qué ser un sacrificio.

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Por Redacción EDH

2017-06-19 11:35:10

Son las 3:00 de la tarde y se te antoja un café con crema, un tierno brownie de chocolate y caramelo con una bola de sorbete encima, o quizá prefieras algo salado como unos pastelitos de carne, unas pupusas o un par de churritos… si eres un oficinista y trabajas al menos ocho horas frente a un computador, es probable que la mayoría de los gustitos anteriores terminen convirtiéndose en dos galletas con café, un pedazo de semita o muchos dulces.

Puede ser que la palabra “dieta” no esté en tu vocabulario o creas que con tantas cosas qué hacer y tan poco tiempo, es imposible que un oficinista pueda comer saludable, pero ¿qué dicen los expertos?

El sitio “TuEcoBlog” explica que normalmente asociamos “comer en la oficina” a “comer con falta de tiempo” y acabamos alimentándonos con comida poco saludable; y unido a lo poco que nos movemos cuando estamos allí, podemos desarrollar riesgos como diabetes, obesidad, desajustes hormonales, aumento de peso e incluso infecciones.

Si vamos a pasar tantas horas en la oficina es importante que sepamos qué, cuánto, cuándo y dónde comer.

¿Qué comer? No es necesario explicar que el menú debe ser variado y apetecible. Si eres de esos profesionales que apenas tiene tiempo para bañarse y arreglarse, intenta hacerte de provisiones que puedas tomar al paso, por ejemplo, yogur, barras de cereal -que aportan gran cantidad de vitaminas del grupo B, que te ayudarán a reducir los niveles de estrés y a combatir la migraña- nueces y frutos secos que aportarán energía y no conllevará que aumentes de peso. Según estudios, las nueces optimizan tus capacidades neuronales, ayudando a evitar ese cansancio psicológico con el que llegas siempre a casa. También puedes optar por los jugos (de preferencia naturales o sin azúcar).

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Para evitar tentaciones y picoteos poco saludables, en primer lugar hay que sacar de los cajones del escritorio los snacks, galletas, chocolates, el pan dulce, los alimentos procesados, las frituras y los dulces que solo añaden calorías de más o grasas saturadas.

¿Cuánto? Si bien el metabolismo de cada persona es distinto y su necesidad de calorías variará dependiendo de la cantidad de energía que gaste durante su jornada laboral, se estima que un hombre promedio puede necesitar entre 2,000 y 2,500 calorías al día. Una mujer, en promedio, entre 1,500 y 2,000.

De acuerdo con el Instituto Médico Láser de España, sea cual sea tu horario de trabajo, es recomendable hacer cinco comidas (desayuno, media mañana, comida, merienda y cena), que pueden distribuirse de distintas formas en función de cada turno.

¿Cuándo? En trabajos con horarios flexibles o turnos es común comer “cuando se puede”. Sin embargo, este tipo de hábitos tiene su peligro.

Comiendo cuando hay que comer, podremos consumir la misma cantidad de grasa pero digiriéndola y metabolizándola mejor, de esta manera sufrirá menos nuestro tipo y nuestro hígado. Un extra es beber agua, ya que ayuda a depurar el organismo eliminando toxinas. Es muy recomendable tener una botella de agua siempre cerca para beber a lo largo del día. Es preferible beber agua durante las comidas y reservar los refrescos light para ocasiones poco regulares.

¿Dónde? Comer delante del ordenador es el peor sitio entre todos. Jeff Brunstrom, profesor de Nutrición y Comportamiento de la Universidad de Bristol (Inglaterra) considera que “comer delante de la pantalla hace que comamos más, que nos sintamos menos llenos y, en consecuencia, que comamos aún más después”.

Las distracciones son el motivo principal por el que nos saciamos menos al comer delante del ordenador, no somos plenamente conscientes de todo lo que estamos comiendo; y otra razón a tener en cuenta es la cantidad de suciedad y gérmenes a los que nos exponemos si comemos en nuestro escritorio.

En general, comer bien en la oficina debería ser una obligación y no una posibilidad. No es necesario que pienses en un riguroso plan de dieta en el que solo tomarás agua y, en cada tanto, comerás un trozo de queso.

Más importante que las quejas sobre la comida y el poco tiempo disponible para prepararla, es mejor que piensas en qué cambios pequeños podrías comenzar a hacer para sentirte más saludable, lleno de energía y sin acumular un nuevo flotador natural en tu cintura.

Consulta a un especialista sobre el plan alimenticio que mejor te convenga y ¡comienza!