Industrias Laford crea Cuckol, la última cena de las cucarachas

Un emprendimiento de $1,100, que nació en una bodega, llevó a unos jóvenes a incursionar en el mercado del veneno contra plagas, y ahora exportan a C.A.

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Foto/ Jorge Reyes

Por Vanessa Linares

2017-05-05 9:33:19

Moisés Alvarenga cursaba tercer año de Administración de Empresas y cada noche que se reunía con sus compañeros a estudiar, por los restos de comida y dulces que siempre quedaban por ahí, también tenía que luchar con una molesta plaga de cucarachas.

Una vez, probó una especie de “receta casera” y queriendo “quedar bien con la suegra”, preparó suficiente mezcla para que su novia y la madre de ella también la usaran en su casa. Moisés cumplió dos retos esa vez: librarse de las cucarachas, porque la pasta funcionó, y conquistar a la señora, pues le gustó tanto que hasta le recomendó embolsar y vender el producto.

Pero, días después, cuando quiso compartir más del cucarachicida, éste ya no servía. Entonces, decidió ir a la biblioteca de la facultad de química y farmacia, consultar libros y a catedráticos para idear cómo mejorar la fórmula y darle más tiempo de vida sin perder su efectividad.

“Fue así como debajo de los árboles de la facultad de Economía, comenzamos a soñar y a hacer planes”, recuerda Sara de Alvarenga, gerente financiero-administrativo de Industrias Laford, la empresa que junto a aquél joven universitario emprendedor, inició en 1998.

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Cuckol, la pasta mata cucarachas, fue el primer producto creado por los Alvarenga. La pareja asegura que preparar su primer pedido de 20 cajas con 24 unidades cada una, les tomó una intensa semana en la que los brazos de Moisés servían de mezcladora, unas mangas de cocina como envasadora y planchas de ropa como selladora.

Foto/ Jorge Reyes

Hace casi 20 años, comenzaron la aventura de emprender. Ambos dejaron sus trabajos para dedicarse de lleno a la empresa. Su primer planta de producción se instaló en un espacio de 20 metros cuadrados, que era la mitad del cuarto de bodega en la casa de la suegra; con una inversión inicial de 10 mil colones, dividida en partes iguales. “Eran todos los ahorros de nuestra vida, cinco mil colones de él y cinco mil colones míos, son ahora como $1,100 (???) eso solo nos sirvió para los tubos donde almacenar el producto”, rió la gerente.

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Ahora, con la mayoría de máquinas diseñadas por el mismo emprendedor y una plantilla de 29 colaboradores, la empresa es capaz de elaborar mensualmente entre 70 mil y 80 mil unidades de presentación en sus tres principales líneas de producción: control de plagas (con productos como Cuckol-pasta y pastilla, Hormikol y Ratatón-pellet y trampa), uso personal (Mosquikol, repelente a base de extractos de plantas de citronela y eucalipto) y productos para perros bajo la marca Canni (champú, acondicionador y fragancias).

Desde 2004, Industrias Laford comenzó a exportar, primero a Guatemala y luego al resto de Centroamérica y República Dominicana. En el futuro próximo planean concretar la exportación a EE. UU., incorporar nuevos productos en la línea de control de plagas y ampliar la capacidad instalada con un nuevo centro de operaciones logísticas. “Aquí sí se puede emprender, oportunidades hay en todas partes, la pregunta es con qué visión lo quiero ver. Si es con una visión derrotista y negativa, por muy buena que sea la idea de negocio, va a fracasar. Pero si nos aferramos a la visión de fe, las amenazas se pueden convertir en oportunidades”, concluyó Moisés Alvarenga, gerente general de Laford.

Foto/ Jorge Reyes