El infierno que vivió La Zorra

Les llaman ???Los Veteranos??? o ???Los Vigilantes???. Patrullan de noche con los rostros encapuchados y con armas legales e ilegales; de día mantienen una red de inteligencia que es imposible que un pandillero se les cuele.

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Por Por Jorge Beltrán Luna / Fotos: Lissette Lemus

2017-07-01 8:03:45

Fue a finales de 2009 y principios de 2010 que tres hermanos, hijos de la Tomasa Flores, pasaron de robar y destazar ganado a organizar un grupo de pandilleros de los que Saúl y Victorino se autonombraron jefes. Jefes de una agrupación de la pandilla 18 Revolucionarios que no tardó mucho en volverse poderosa y en someter a una comunidad por completo, a pesar de que en la misma había presencia de policías y soldados, aunque poca.

Victorino, Saúl y Antonio Flores ahora están presos en los penales de Apanteos, Izalco y San Francisco Gotera, purgando abultadas condenas por delitos graves: homicidios, extorsión y secuestro. Eso dicen vecinos de Guadalupe La Zorra, un cantón de unos tres mil habitantes que sobreviven de la agricultura, la pesca, la ganadería y de remesas familiares.

El peor de los tres hermanos era Victorino (Toyino); Saúl, aseguran los vecinos, era un poco más flexible aunque es el mayor; en tanto que Antonio, si bien participaba de las actividades delictivas, no tenía mucho protagonismo dentro de la pandilla. Esta, en pocos meses, llegó a tener de 30 a 40 miembros activos con jóvenes originarios del cantón y de otros que eran llevados al lugar para fortalecerla.

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Una frase del prócer mexicano Benito Juárez destaca en el rótulo que ha sido colocado en la entrada de La Zorra.

Los hermanos Flores no tardaron en extender sus dominios para subyugar a otros grupos de la misma pandilla que ya existían en otros cantones y caseríos. La Anona, El Escobal, La Zarcera, El Salamar??? Y todos los caseríos del cantón La Calzada, una isla de poco menos de dos mil habitantes perteneciente también al municipio de San Luis La Herradura.

Todo el dinero de las extorsiones y otras actividades ilícitas cometidas en La Calzada era enviado a los cabecillas de La Zorra, los Flores, aseguran tanto isleños como habitantes de este último cantón.

En La Zorra, se dice que cada ganadero pagaba 50 dólares mensuales, las tiendas pagaban 75, además de todo lo que se les antojaba pedir, como golosinas, pan dulce, bebidas.

Si se enteraban de que alguien recibía remesas, casi se las quitaban por completo y, quienes vendían saldo de teléfono, tenían que dar lo que les exigían.

Asesinatos y extorsiones… la rutina

“Saúl Flores llegó a tener mil dólares de saldo en su teléfono ya estando en prisión”, cuenta uno de los aproximadamente 60 hombres que actúa como vigilante en La Zorra. Él evade responder si es un vigilante, pero otros vecinos lo señalaron.

“El señor de los cielos” y “Chacorta”, aseguran lugareños, son las cabezas más visibles de un grupo de más de 60 hombres que han ayudado a otras comunidades a organizarse para expulsar a los pandilleros que, ante la mirada pasiva de la policía, habían sometido a los residentes.

Como en La Calzada, en La Zorra los pandilleros organizaban sus torneos de fútbol con equipos por cada clica. Las canchas lucían descuidadas y los jóvenes ajenos a esos grupos no practicaban deporte.

Aunque los policías y soldados que entraban a La Zorra parecían inoperantes o condescendientes ante el control pandilleril, la pandilla 18 ordenó a todos los dueños de las tiendas que no les vendieran nada. “Se llegó al grado de que los pandilleros prohibieron a las tiendas y comedores que les vendieran a los policías”, indica un lugareño.

FOTOS: la isla que expulsó a los pandilleros

Otros vecinos manifiestan que les generaba duda y desconfianza ver que los policías no actuaban, a sabiendas del control y el daño que los pandilleros estaban ocasionando en el cantón.

“Hoy sabemos que no actuaban por dos razones: la primera es porque la pandilla los tenía bien controlados con los postes (colaboradores), y la otra es porque venían soldados que eran pandilleros”, asegura una mujer, dueña de una tienda.

La impunidad con que actuaban era tal que los pandilleros se mantenían en la calle frente al centro escolar público mostrando sus pistolas y escopetas, mientras que las autoridades estaban en su casa cuartel a unos 500 metros, a solo una calle de por medio.

El control era tal que los dos hermanos menores de Victorino eran quienes mandaban realmente en el Centro Escolar cantón Guadalupe La Zorra. Edoín Adonay y Carlos Elías se llamaban. El director y los profesores no controvertían las órdenes de estos adolescentes.

Eran los últimos dos hijos de Tomasa F. Los dos muchachos vendían marihuana sin ninguna vergüenza dentro de la escuela. Se salían de clase y se alejaban unos cuantos metros para ir a fumar yerba junto a otros escolares. Solo tenían 13 y 15 años cuando hacían esos desmanes.

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Todo lo anterior no solo lo dicen residentes de La Zorra; también lo confirman autoridades escolares, a las que El Diario de Hoy entrevistó para corroborar los desmanes que hacían los pandilleros.

Así vivieron por casi tres años en La Zorra. A merced de 30 o 40 pandilleros liderados por los hermanos Flores, cuya bonanza económica evidentemente crecía rápido. De vivir en una casa sencilla, de repente Tomasa Flores comenzó a construir una casa de bloques de cemento.

Esa construcción aún hoy evidencia, según los lugareños, el auge y caída de aquella familia de delincuentes.

El 2 de julio de 2013, los pandilleros mataron a Juan Antonio Mendoza Martínez, un pescador, de 37 años, que no se metía en problemas con nadie. Era un hombre muy pobre y con cinco hijos que mantener. Pero de la mañana a la tarde, esos cinco niños quedaron huérfanos. “Andate para tu casa, ya vamos a llegar; no te queremos matar aquí (en el lugar conocido como El Aguaje, donde andaba pescando)”. Dicho y hecho.

Ese crimen rebalsó la paciencia de los lugareños, muchos de los cuales tenían jóvenes parientes involucrados en la agrupación criminal. Incluso, en el asesinato del pescador, participaron pandilleros familiares de la víctima.

La ayuda de “El señor de los cielos”

Y ahí??? la cuenta regresiva comenzó.
Si los pandilleros no hubiesen matado a Juan Antonio, no se sabe por cuánto tiempo más habrían gobernado a La Zorra. Porque estaba claro que no había esperanzas de que las autoridades hicieran algo para rescatarlos. La gente desconfiaba de esa pasividad.

Pero veteranos de guerra, entre exmilitares y exguerrilleros, comenzaron a actuar en secreto.

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Dicen que no tenían otra opción. La misma policía abandonó el cantón. Se fueron luego de sentir el rechazo de una población en la que no podían comprar nada en sus tiendas.

Pero hay quienes recuerdan lo que dijo un policía antes de abandonar la casa cuartel: “Me voy, pero yo sé cuándo y a qué voy a volver”.

Por tres meses, a La Zorra no se asomó ni un policía y ningún soldado. La gente tuvo que ingeniárselas. La rebelión pasó de un estado de incubación, en el que solo barajaban posibilidades, a trabajar activamente en secreto.

Los pandilleros dañaron a la familia de un miembro de la Policía que también es abogado. En La Zorra aseguran que este fue quien comenzó a asesorar a los Veteranos, como llaman al grupo de vigilancia. En secreto, la idea de rebelarse se hizo real.

Primero comenzaron a aportar a las autoridades información certera sobre los miembros de pandillas, sus identidades, alias, descripciones físicas, quiénes eran sus parientes, las casas donde dormían, los lugares donde pasaban el día, dónde se reunían.

Hubo lugareños que armándose de valor y de inteligencia fueron a fotografiar a los pandilleros a sus propias casas sin que estos se dieran cuenta.

Y de repente, se desató el caos en la pandilla. A cualquier hora de la noche llegaban contingentes policiales solo a capturar a los pandilleros. Llegaban con información proporcionada hacía solo minutos. Información fresca, certera. No se equivocaban. Solo a traer iban.

Algunas veces la gente se daba cuenta de que se habían llevado a Fulano o a Zutano hasta el siguiente día.
Al ver eso, los pandilleros arreciaron sus venganzas contra la población, pero a la vez se replegaron a las orillas del cantón y ya no permanecían exhibiéndose con armas en las principales calles de la comunidad. La desconfianza cundió entre ellos.

Expulsados de El Chingo

Cerca de La Zorra también se encuentra el cantón San Sebastián El Chingo. Este cantón era controlado por la mara Salvatrucha (MS-13). Esa organización había crecido al mismo paso que la 18 en La Zorra. Era fuerte y sanguinaria.

De hecho, los hombres de cualquier edad de La Zorra habían quedado aislados pues para salir del cantón hacia La Herradura tenían que pasar por El Chingo y los MS les habían advertido que no lo hicieran. Solo dejaban pasar a las mujeres.

Un joven murió por desafiar esa regla. El 9 de febrero de 2014, Fernando Bonilla Nóchez, de 21 años, murió por atreverse a salir de La Zorra con un grupo de hombres de un equipo de fútbol. Los MS de El Chingo ametrallaron el camión en un puente. Varios jóvenes resultaron heridos.

Eran días aciagos para tres cantones de La Herradura: La Zorra, El Chingo y La Calzada. En esos tres cantones con una población de no más de seis mil habitantes en conjunto, entre 2011 y abril de 2017, se cometieron más de 40 homicidios y una cifra igual o superior de desapariciones, según las cuentas de esas comunidades, aunque en los registros de la alcaldía ocurrieron solo 23.

Fue en la segunda mitad de 2013, cuando las reuniones de los veteranos y sus ansias de expulsar a los pandilleros rindieron fruto, asegura uno de los celadores de La Zorra. “Vino gente de afuera a apoyar a los veteranos. En la noche caían (llegaban) en carros bien polarizados a patrullar y a buscar a los pandilleros en sus escondites.

“Aquí se vinieron a traer a unos pandilleros de los más fuertes y nadie sabe cómo”, explica un lugareño.

Para entonces los Veteranos ya habían comprado varias armas con las ayudas económicas de los mismos pobladores y de las ayudas que aún hoy reciben de residentes en Estados Unidos.

“Cuando esta bomba vino a estallar, ya ellos ya no hallaron para dónde agarrar. A unos se los llevó la policía, otros no se sabe… porque ellos también mataron gente. Como a las 2:00 de la mañana llegaban a traerlos. Y luego así fue surgiendo este proceso que ha llegado a tener una fuerza grande. Así vino trabajando esta gente, muy confidencialmente y dispuesta a morirse también. Al final de tres años esto llegó a tener una fuerza que (los pandilleros) no la soportaron”, dice un lugareño.

Del grupo de vigilantes o pacificadores de La Zorra, las cabezas más visibles son “El señor de los cielos” y “Chacorta”. El primero es un hombre alto, moreno, de mirada profunda y con cara de alguien que recién ha despertado.
“Hablá vos con ellos. Deciles lo que sabés porque yo no voy a hablar nada”, le dijo al emisario con quien periodistas de El Diario de Hoy le solicitaron una entrevista.

El “Señor de los cielos” es descrito por los lugareños como un veterano que perteneció a un batallón de reacción inmediata, de hablar escaso y de pocas salidas de su vivienda.

“Ese que viene ahí es ???El señor de los cielos’”, dijo una mujer con un dejo de orgullo, mientras dirigía una mirada discreta hacia un hombre enchancletado, vistiendo una calzoneta negra y una camisa tipo polo.

“¿Debe de tener algunos hombres que lo cuidan?”, preguntaron los periodistas.

La respuesta fue que no. “La gente de La Zorra sabe lo que él ha hecho por la comunidad y por eso lo protege”, dijo un pescador entrevistado.

El “Señor de los cielos” les dio muestras de su voluntad de pacificar el cantón, incluso actuando contra su propia familia. Porque él tenía hermanos y sobrinos miembros de la pandilla 18.

Los que no están encarcelados tuvieron que irse del cantón dejando todo cuanto tenían. La última en ser expulsada de La Zorra fue una hermana del “Señor de los cielos”. La mujer recién había salido de prisión y la pandilla la misionó para que la organizara nuevamente.

Pero la red de informantes de los vigilantes de La Zorra es vasta y efectiva. En el autobús iba la mujer cuando en el cantón ya se sabía. La dejaron que se bajara y que se metiera a la casa. La mantuvieron vigilada y en cuanto anocheció un grupo de hombres encapuchados la sacó a la calle, le dieron una paliza y le dijeron que a menos que quisiera morirse, que no volviera al cantón.

Vecinos de La Zorra cuentan que en esa acción participó el mismo “Señor de los cielos” y que él dio la orden de que no la mataran, que nomás le dieran la golpiza. Hasta ahora, de la mujer no se sabe nada.

Poco antes de ese episodio, los Veteranos habían dado el golpe de gracia a la pandilla 18.

A Tomasa solo le quedaban tres hijos en libertad. Dos de ellos eran los adolescentes que mandaban en la escuela de La Zorra. Edoín Adonay y Carlos Elías eran aún menores de edad cuando los encontraron muertos en el lugar conocido como El Aguaje.

“Allí les pegaron a Toyino, a Saúl y a Antonio donde más les dolía. Y viera. Hasta algunos de los veteranos se sumaron a la búsqueda cuando se supo que habían desaparecido. Claro, ellos andaban haciendo el mate que buscaban pero ya sabían dónde estaban los cadáveres”, afirmó un joven que conoció bien a ambos pandilleros.

Los hallaron al atardecer del 8 de diciembre de 2014. Tomasa los veló una noche y a la mañana siguiente los fue a enterrar. Eran las 11:00 de la mañana cuando los sepultaron. A la 1:00 de la tarde, la mujer ya se había ido con el único hijo que le quedaba.

Foto/ Lissette Lemus

La casa que estaba construyendo quedó sin terminar. Hoy solo se ven las paredes sin techo. Era una casa muy amplia y de sistema mixto, en nada comparada con la que tenían antes de que se beneficiaran con dinero que se dice era de extorsión. “Hoy dicen que vive allá por La Tiendona”, afirma un lugareño.

Pero los pandilleros quisieron atacar por otro flanco.

Corrieron el rumor de que en La Zorra había un grupo de exterminio. Los lugareños dicen que eso lo hicieron los mismos familiares de pandilleros. Entonces llegó a La Zorra un subcomisionado de la policía y reunió a unas 500 personas en la casa comunal. Les dijo que no era legal que en la comunidad existiera un grupo de exterminio.

Pero un grupo de mujeres justificó que el grupo les infunde tranquilidad y complementa el trabajo de la Policía. El oficial se retiró en silencio.

Los Veteranos o el grupo de “Vigilantes” de La Zorra ha sido muy criticado, dicen algunos de los vecinos, pero aseguran que no trabajan al margen de la ley y que mantienen una buena coordinación con la Policía, ya que están apostando por la prevención en los jóvenes.

Aseguran que solo en La Zorra tienen 12 equipos de fútbol con 20 jugadores cada uno que van a jugar a La Calzada, a El Chingo y otros cantones vecinos a los que no podían asomarse antes de que los Veteranos ayudaran a tranquilizar” La Zorra.

Todo funciona, dicen, con dinero que la misma comunidad aporta y también de remesas que desde Estados Unidos les mandan para mantener tranquilo el cantón.