Luto y ruina en una familia de Olocuilta tras muerte de joven

William Hernández murió soterrado debido a las lluvias . Sus parientes, de escasos recursos, perdieron casi todas sus pertenencias.

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William Hernández murió cuando un muro y una masa de tierra cayeron sobre él cuando dormía. La tragedia fue en la lotificación El Zapote, del Barrio Concepción, en Olocuilta, La Paz. Foto/ René Quintanilla

Por Diana Escalante

2017-06-15 9:20:34

El mayor de tres hermanos; estudiante de segundo año de bachillerato; empleado de una pupusería los fines de semana y jugador del Club Deportivo Concepción. Así se resume la vida de William Adonay Hernández, uno de los tres salvadoreños que murieron, en los últimos dos días, a causa de las lluvias.

Al joven de 18 años la muerte lo encontró dormido, el jueves, a las 4:30 de la mañana.

La tragedia fue en una pequeña vivienda (construida de láminas y troncos) en la lotificación El Zapote, del barrio Concepción, en Olocuilta, La Paz.

Tras varias horas de lluvia, un muro de seis metros de altura y la masa de tierra que retenía cedieron debido a la acumulación de agua y cayeron sobre la cama donde William Adonay estaba dormido.

Sus padres, quienes se preparaban para ir a trabajar a una fábrica, y sus hermanos, quienes aún estaban acostados, sobrevivieron de milagro.

Tras escuhar un estruendo detrás de la lámina de plástico que separaba las dos habitaciones, la pareja vio a su hijo bajo una montaña de tierra.

Los señores rescataron al estudiante con dificultad, lo cargaron varios metros por un terreno cenagoso y caminaron entre un cultivo de maíz hasta llegar a una calle encementada donde pidieron ayuda a sus vecinos.

Sus esfuerzos fueron en vano, pues su pariente murió en la unidad de salud de la zona.

Familia perdió casi todas sus pertenencias

Mientras los padres de William Adonay hacían los trámites para que las autoridades les entregaran el cadáver, su abuela estaba en la casa intentado recuperar las pocas pertenencias de la familia.

A simple vista, dos gallinas, un perro, un banco de madera, una cocina de mesa y algunas prendas de vestir es lo poco rescatable que había en el lugar.

La sexagenaria relató que ella reside en un cantón de Olocuilta pero a las 7:00 de la mañana, cuando una sobrina le llegó a avisar sobre la tragedia, salió de prisa hacia la casa de su hijo.

Enjugándose las lágrimas, la señora sacó de una refrigeradora vieja -que es usada como ropero- una caja donde guardan las fotos familiares.

La primera que sacó fue una donde se veía a un simpático joven con traje y corbata.

“Este era mi nieto. Era muy cariñoso, viera cuántos amigos tenía. Estaba emocionado porque este año se iba a graduar de bachiller”, dijo con voz entrecortada, sentada a la orilla de una cama húmeda y sus pies descalzos hundidos en el lodo.

Después, mientras buscaba en una canasta llena de libros y papeles mojados, se lamentaba porque los hermanos de William Adonay “seguramente” ya no seguirán estudiando: “Mire, todos los cuadernos se les arruinaron”.

Frente a ella, varios empleados de la Alcaldía de Olocuilta removían la tierra que sepultó al estudiante y la transportaban en carretillas hacia un barranco.

Marta no pudo contener el llanto cuando vio que los hombres sacaron de los escombros los zapatos que su pariente usaba para ir a estudiar y su cama.

A varios metros de distancia, en la calle encementada, donde fue auxiliado el muchacho, varias personas estaban reunidas colocando las sillas donde se realizaría el velorio y cortando hojas para envolver los tamales.