¿Por qué hay niños ingresados en el Rosales?

Cada día, niños de 12 a 18 años viven la dura realidad de ser ingresados al Hospital Rosales. Un mundo de adultos, donde sus padres se sacrifican para poder estar cerca de ellos y los médicos se esfuerzan por garantizar su tratamiento.

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Por Xenia González Oliva / xenia.gonzalez@eldiariodehoy.com

2017-02-12 9:00:00

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La alegría de Alex se quedó en Chalchuapa. La cama del Hospital Rosales en la que ha pasado desde hace un mes se ha convertido en una cárcel para la niña. Alex tiene 14 años, pero la leucemia y las quimioterapias que ha recibido la hacen ver más pequeña de lo que en realidad es. La neumonía, que desarrolló estando ingresada, hace que su voz suene melancólica al preguntar por las hermanas, los amigos y la escuela que dejó en Chalchuapa.

Rosa Pacheco jamás imaginó que su hija se enfermeraría de esa forma, mucho menos se imaginó la leucemia como diagnóstico, una palabra que para ellas bien podría ser sinónimo de calvario. Alex comenzó con síntomas que parecían tan insignificantes como pérdida de apetito y mucho sueño. Luego siguieron el vómito, los dolores de cuerpo y la incapacidad de levantarse de la cama.

Su madre la llevó a una unidad de salud donde le hicieron dos veces exámenes de sangre (hemogramas), hasta decirle que la niña presentaba posibles síntomas de leucemia y le dieron una referencia para la Consulta Externa del Rosales. Sin embargo, cuando la doctora y la enfermera de la maquila donde Rosa trabaja vieron los exámenes, le recomendaron que la llevara de inmediato al hospital.

Al ver a Alex, encogida con sus cobijas por el frío en una cama diseñada para adultos, Rosa comparte su deseo de haberla podido llevar al Bloom: “Yo ya tenía entendido que no la podía llevar al Bloom porque hasta los 12 años aceptan ahí. A mí me hubiera encantando llevarla al Bloom porque es un hospital especializado para niños y ella solo tiene 14 años”, dice Rosa, aunque agradece los esfuerzos y la atención del personal del Rosales.


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Estar postrado a una cama de un servicio de Medicina del Rosales es una dura prueba para un adulto.

A excepción de los médicos y del personal para quienes la vida da vueltas alrededor del hospital y que están al tanto del trabajo que cada quien realiza, hay personas que todavía le tienen miedo al Rosales.

Huyen de la posibilidad de tener que ser ingresados ahí, se gastan lo poco que tienen en consultorios particulares hasta que el Rosales se vuelve el único lugar en el que pueden recibir atención médica.

Para los pacientes y sus familiares hay una sensación de ser tragados por una especie de laberinto cuando deben ingresar al mundo del Rosales. Es un espacio que deben recorrer dejados a su suerte, pasando de la Emergencia  a los servicios de Medicina; de las áreas de especialidades a las unidades de archivo, de solicitud de camas y de exámenes.

Hay pasillos en los que se mezcla el olor a lejía, antisépticos, el vapor que emana la lavandería, el olor a comida y el dolor en la boca del estómago al ver la condición tan grave de algunos pacientes que son trasladados en camillas.

Ese espacio será lo único que llegarán a conocer de San Salvador muchos de los que llegan desde otros departamentos del país.
“Con todo mi gusto me la hubiera llevado al Bloom porque pienso que es mejor para ella”, dice Rosa.

La imagen que proyecta el hospital también es reconocida por el personal del Ministerio de Salud. Mario Soriano, coordinador de la Unidad de Atención de Adolescentes y Jóvenes, impulsa proyectos para superar las dificultades del principal hospital de especialidades del país: “(El hospital) ha tenido una dificultad,  que la capacidad instalada no es la mejor para las necesidades actuales de las personas, solo el hecho de la infraestructura genera esa sensación de ???¡Hí???! ¡Ir al Rosales!’. Las historias sobre el trato son otra cosa que ha afectado la percepción del hospital por parte del público, por eso se está trabajando en sensibilizar”.


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La leucemia linfoblástica aguda es la segunda causa por la que un niño de entre 12 y 18 años debe ser ingresado en el Rosales.
Durante casi siete años, entre enero de 2010 y noviembre de 2016, hubo 1,296 pacientes adolescentes ingresados por leucemia. De ellos, 300 tenían entre 12 y 14 años. Cada uno de esos años, dicho diagnóstico se mantuvo como la segunda causa de egresos hospitalarios.

¿Por qué un niño debe entrar en ese duro espacio en el que se ha convertido el Rosales?

En El Salvador, los niños de 12 a 18 años caen en una especie de vacío al momento de necesitar atención médica especializada. Además de que no tienen derecho a recibir atención en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), aunque sus padres sean asegurados, en el Hospital Bloom hay un límite de edad para que sean recibidos.

Soriano explica que para cuando el banquero estadounidense Benjamín Bloom donó el hospital al Ministerio de Salud, el 6 de noviembre de 1928,  se decidió que se apegara a la normativa institucional en la que el control infantil solo se daba de los 0 a los 12 años de edad. “Ahora, con la ley de atención integral fue casual que se definiera que la adolescencia fuera a partir de los 12 a los 18 años”.

En algunos casos, sobre todo si el paciente ha iniciado su tratamiento desde bebé, el Bloom les da atención médica hasta la adolescencia o incluso hasta los 18 años.

En el servicio de Nefrología del Rosales no es raro ver padres con sus hijos adolescentes, referidos del Bloom, de un día para otro, sin que el paciente ni los médicos hayan tenido tiempo para la transición.

Datos del informe “El Salvador Estimaciones y Proyecciones de Población Nacional 2005-2050”, del Ministerio de Economía, establecen que para 2017 hay 919,649 niños de 12 a 18 años en el país. Casi un millón de salvadoreños que no cuentan con un área de atención específica para ellos.

De acuerdo a datos del Minsal, durante el año 2015 fueron atendidos 800,000 adolescentes de entre 12 y 18 años en todo el sistema de salud. Las principales causas de consulta eran las enfermedades respiratorias agudas y las infecciones de vías urinarias. Pero de ellos, el 25% requirió atención hospitalaria, porque además de las enfermedades generales presentaban otras condiciones más complejas.

La principal causa de morbilidad del grupo de niños de 10 a 14 años es la leucemia, informa Soriano. En el caso de los adolescentes de entre 15 y 19 años son las consecuencias de la violencia las que los llevan a los hospitales, pero también traumas en diversas partes de su cuerpo a causa de accidentes de tránsito.

La ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia (Lepina) establece que toda persona, desde el instante de la concepción hasta los dieciocho años de edad, deberá tener acceso a los derechos y garantías que otorga, incluyendo el derecho a una atención integral de salud, donde prevalezca su bienestar.


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Pero si un niño desarrolla una enfermedad crónica después de los 12 años es poco probable que logre cupo en el Bloom, mucho menos que sea atendido por la Seguridad Social en la que están inscritos sus padres.

De acuerdo a datos del Minsal, durante el año 2015 fueron atendidos 800,000 adolescentes de entre 12 y 18 años en todo el sistema de salud.

En el mejor de los casos, el menor de edad será enviado al Rosales o a otros hospitales para adultos, dependiendo de su condición. Ningún hospital para adultos en el país cuenta con un área para la atención de los adolescentes y estos son ingresados junto con adultos. En algunos casos, dependiendo de la disponibilidad del espacio y la demanda, las áreas de ingreso se vuelven mixtas, con pacientes hombres y mujeres en un mismo espacio.

Semanas atrás, en Nefrología del Rosales atendían a dos adolescentes que padecen de Enfermedad Renal Crónica (ERC). Uno de ellos había sido referido del Bloom de improviso, tuvo que ser ingresado en el pabellón de Medicina Mujeres II.

“A veces, del Bloom no avisan, solo vienen de una vez los papás con el niño y la carta de referencia”, comentó uno de los tratantes. Para los médicos de un hospital de adultos también es difícil poder brindar la atención que necesita un menor de edad que no se ha desarrollado por completo. Los instrumentos e insumos con los que cuentan son muy grandes para algunos de ellos y deben ingeniárselas para poder tratarlos.

Rosa se ha preguntado si quizá en el Bloom habría más disponibilidad de medicamentos. Aunque en el Rosales se ha logrado garantizar las quimioterapias de la niña, ha tenido que gastar más de $150 en medicinas para subirle las defensas  a Alex. Logró comprarlas con lo que le quedaba del aguinaldo y la ayuda de sus compañeras de trabajo, donde le han dado un permiso por seis meses sin goce de sueldo.

Para las familias que viven al interior del país, el inicio de una enfermedad crónica también implica el inicio de una travesía constante desde sus casas hasta el hospital. Un viaje que trae desgaste físico y muchos sacrificios.

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