Sobreviviente terremoto 2001: ???Fue duro cuando empezamos a sacar los pedazos de cuerpo, manos, pies???

El sismo de 2001 dejó en la colonia Las Colinas más de 600 personas soterradas.

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El área de la colonia de Las Colinas fue la más afectada por el terremoto del 13 de enero de 2001. / Foto Por EDH

Por Nancy Hernández

2017-01-12 11:18:00

La tranquilidad de una mañana de sábado fue interrumpida el 13 de enero de 2001 cuando un sismo de 7.6 sacudió el territorio salvadoreño.

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El terremoto duró 45 segundos, tiempo suficiente para que murieran  soterradas 600 personas en la colonia Las Colinas de Santa Tecla, La libertad,  a causa de un deslizamiento ocurrido en la cordillera del Bálsamo.

 

 Ahora, 16 años después de la tragedia, todavía muchas personas recuerdan ese día con lágrimas y mucha tristeza.

El terremoto del 13 de enero de 2001 en la memoria de un socorrista



Roldán Amaya, socorrista de la Cruz Roja Salvadoreña, es uno de ellos. Él tiene 63 años de edad, es delgado, piel morena y las canas ya cubren su cabeza.

Amaya aseguró que para él fue muy difícil darse cuenta que algunos de sus amigos habían muerto en ese lugar.


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Manifestó que lo más impactante para él fue extraer los cadáveres de entre los escombros o cuando  se retiraba la tierra del alud.

“Lo más duro fue que ahí en Las Colinas sacábamos pedazos de cuerpo, una mano, un pie, una pierna”, recordó.

Amaya rememora que todos los trozos de las personas o los cadáveres eran llevados a una casa comunal de la colonia para después sepultarlos en la fosa común del cementerio municipal de Santa Tecla.

“Los poníamos todos en fila (los cadáveres), bien ordenaditos. Después los llevaban para enterrarlos en la fosa común porque muchos  quedaron irreconocibles del rostro, aunque la familia estuviera ahí no los podían reconocer”, dijo.

Él aseguró  que fue muy triste ver a las personas de rodillas llorando y otras buscando a sus familiares.

“Lo único que yo podía hacer era ponerme a sus órdenes, agarrar la pala y empezar a mover la tierra” dijo.


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Amaya aseguró que su deseo de ayudar era más grande que su miedo, puesto que él sentía temor por las réplicas.

Entre sonrisas comentó que él siempre buscaba estar cerca de la puerta de las casa donde estaban retirando los cuerpos o retirando escombros “porque así fácilmente podía salir corriendo”, dijo.

Ahora Amaya sigue prestando servicio voluntario en la Cruz Roja; además, se dedica a vender libros frente a la entrada de la Procuraduría General de la República, en el Centro de Gobierno de San Salvador.