Maras cambian el concepto de ???mapa de riesgo???

Desde el 2013, las pandillas reclutaron a hijos o nietos de veteranos de la exguerrilla y de la Fuerza Armada. En ese sector costero, hay comunidades que viven aisladas por las maras. No salen sin protección policial

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Foto Por ??scar Iraheta

Por Jorge Beltrán Luna

2016-04-14 9:30:00

Hasta hace unos tres años, en los puestos policiales de la zona sur del municipio de Jiquilisco, especialmente en la zona del Bajo Lempa, el concepto de “mapa de riesgo” consistía en señalar en un croquis las comunidades, cantones y caseríos bajo amenazas de inundaciones por desbordamientos del río Lempa, las rutas de evacuación y los lugares donde se podía albergar a las familias evacuadas.

Sin embargo, las maras o pandillas en ese sector han forzado a cambiar ese concepto en las dependencias policiales, desde que la zona del Bajo Lempa comenzó a ser inundada por la mara Salvatrucha (MS-13) y la pandilla 18 Revolucionarios, según diversas fuentes policiales consultadas.

Dejar de señalar los lugares de  riesgo de inundación para identificar los lugares donde hay presencia de una u otra pandilla no ha sido un acto discrecional de ningún jefe policial, sino una necesidad.

Desde el 2013, los homicidios comenzaron a ser la preocupación diaria de los residentes del Bajo Lempa. Y fue el 2015 cuando los índices de muertes violentas se elevaron a una cantidad escandalosa sólo en el sector conocido como Bajo Lempa: 36 a lo largo del año.

Esta podría resultar una cifra pequeña si se compara con municipios como San Salvador, Apopa o Soyapango que suelen registrar esa cantidad en un solo mes.

Pero, esos tres municipios mencionados tienen una población mucho mayor que la zona del Bajo Lempa, incluso que todo el municipio de Jiquilisco: San Salvador con más de 300 mil, Soyapango, más de 290 mil, y Apopa tiene poco más de 130 mil, según cifras publicadas en diversos documentos oficiales.

El sector conocido como Bajo Lempa, en cambio, tiene no más de seis mil personas, según fuentes policiales. 

El parámetro de la Organización Mundial para la Salud (OMS) indica que cuando hay más de 10 homicidios por cada 100 mil habitantes, el problema se convierte en una epidemia.

Tierra fértil para las pandillas

Hace pocos días, El Diario de Hoy publicó un reportaje sobre la comunidad San Hilario, la cual es parte de la zona sur de Jiquilisco, donde desde finales de 2014 y principios de este año, han asesinado a dos veteranos de guerra de la antigua guerrilla del FMLN y han muerto aproximadamente ocho jóvenes, también hijos de excombatientes de la exguerrilla.

Esos jóvenes asesinados eran miembros de la MS-13, según la información publicada por la Fiscalía General de la República y la Policía Nacional Civil sobre dos masacres cometidas en esa comunidad.

En el resto del sur de Jiquilisco, una zona costera, incluyendo el sector del Bajo Lempa, ha ocurrido algo similar a lo que acontece en San Hilario: muchos descendientes de veteranos de guerra, bien de la exguerrilla o de la Fuerza Armada, se convirtieron en miembros de pandillas que hasta hace aproximadamente mes y medio, mantenían en zozobra a sus coterráneos.

De acuerdo con fuentes policiales de la zona, cuyas identidades se reservan para evitarles problemas dentro de la institución, los miembros de pandillas en el Bajo Lempa son hijos o, en algunos casos, nietos de exmiembros de la guerrilla del FMLN y de la Fuerza Armada a quienes el Estado les donó terrenos para que repoblaran la zona en cuanto acabó el conflicto armado tras la firma de los Acuerdos de Paz en enero de 1992.

Este arsenal fue decomisado en octubre de 2015 a miembros de la pandilla 18 que operaban en Puerto El Triunfo y en el Bajo Lempa, incluye un fusil FAL, para francotirador.

Muchos veteranos se fueron hacia Estados Unidos o a Panamá en busca de mejorar la situación económica de sus familias, para lo cual dejaron a sus hijos al cuidado de sus madres o abuelos. “Muchas  veces los abuelos son muy tolerantes y cuando los nietos llegan a la adolescencia no son capaces de corregirlos”, agrega un oficial de Policía consultado.

Poste, paro o chequeo

El problema es tal que muchos de esos adultos se han vuelto cómplices de sus nietos o hijos al grado de convertirse en colaboradores de ellos a sabiendas de que andan por caminos delincuenciales.

En la zona costera de Jiquilisco, según la Policía, son muchos los ancianos que sirven de postes, es decir, que les avisan a los pandilleros sobre los movimientos de la Policía o militares.

La fuente policial hace hincapié de que esa clase de personas no es mayoría. Son pocos. Su actitud cuando la Policía les lleva a los hijos porque andan vagando en horas de clase, es que algunos llegan al cinismo de asegurar que acaban de llegar de trabajar y que salió un momento solo para distraerse.

“Pero tampoco es raro ver que los tatas o abuelos van llegando a sus casas sudados, de trabajar en el campo mientras los hijos o nietos permanecen con el resto de pandilleros”, explicó un policía que conoce muy bien la zona porque tiene muchos años de haber sido asignado en el lugar.

Como en cualquier lugar con alta presencia de pandillas, en el sur de Jiquilisco y, por supuesto, en el Bajo Lempa, esos grupos criminales están en constante reclutamiento de jóvenes o, cuando menos, de colaboradores.

Con ese fin,  las pandillas tienen a niños de entre 10 y 12 años, y hasta a sus mismos abuelos o padres como postes, estos son aquellas personas que de cualquier manera pero principalmente por teléfono o mensajes, les avisan sobre retenes, patrullajes o movilizaciones de policías o soldados.

Otra estrategia es conquistar sentimentalmente a adolescentes como “paros”, es decir, aquellos que les ayudan a transportar armas, drogas o recoger dinero de extorsiones. Generalmente son muchachas adolescentes, aunque también lo hacen con muchachos.

“Claro, cuando un pandillero se hace novio de una niña o joven, a ella no le va a gustar que la Policía se lo lleve preso”, afirmó una fuente policial. Por consiguiente, son ellas quienes se prestan a trasladar armas, drogas o recados de un lugar a otro.

Muchos niños en la zona son engatusados (o engañados) con el regalo de un celular o una bicicleta (medio de transporte muy común en el sur de Jiquilisco) o con decirle que lo van a proteger y que también protegerán a sus familias. 

Algunos deciden hacer más que postear a la Policía o movimientos de gente foránea y deciden involucrarse más con las pandillas.

Estos son los chequeos. Un chequeo es un joven que está bajo observación de la pandilla y que es puesto a prueba asignándole diversas tareas, incluso asesinar.

Sectores aislados por pandillas

Hasta hace un par de años, la llegada del invierno significaba una amenaza latente para las comunidades del cantón La Canoa (Bajo Lempa) de quedar aislada por inundaciones, perder sus cultivos y su ganado.

Pero desde el 2013,  el nivel de operatividad de las pandillas en la zona costera de Jiquilisco, ha llegado a tal grado que varias comunidades viven aisladas por grupos de pandillas. Eso lo dice la Policía.

Por ejemplo, en el cantón La Canoa hay  comunidades que están aisladas de manera permanente y para salir tienen que llamar al puesto policial de El Zamorán para que envíen una patrulla que custodie el camión en el que la gente sale a hacer sus compras o cualquier otra diligencia en otras áreas aledañas.

Ese aislamiento se origina por el mismo control geográfico de las pandillas. La MS-13 tiene la mayoría de control en la zona del cantón El Zamorán hasta San Marcos Lempa. Pero sucede que en algunas comunidades de La Canoa hay presencia de la pandilla 18. 

Por ello es que los habitantes de esos lugares temen salir por la carretera pues la MS-13 instala controles para bajar a los pandilleros o a quienes consideran que son colaboradores de la 18. O para detener a cualquier carro extraño que circule en la zona.

Eso lo vivió en carne propia, en abril de 2014,  un equipo de investigadores que no hicieron caso a la señal de parada de un grupo de mareros. Estos tirotearon el auto y varios policías que iban de civil resultaron lesionados.

Quien se atreve a romper el cerco,  sin custodia de la Policía, corre el riesgo de ser asesinado.

El 5 de octubre de 2015, dos veteranos se atrevieron a salir de la comunidad El Marillo sin custodia policial. En El Zamorán los bajaron a los dos y fueron asesinados.

La situación de seguridad en la zona costera de Jiquilisco ha cambiado un poco desde hace aproximadamente dos meses.