De investigador de la PNC a presunto extorsionista

Carlos Amaya García era investigador de la Policía. Fue capturado en flagrancia cuando recogía la extorsión

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El agente policial fue capturado el lunes en una entrega de dinero controlada, en un local de la avenida España y la alameda Juan Pablo II. Fue detenido formalmente por órdenes del Juzgado 5º de Paz de San Salvador este viernes.

/ Foto Por Marlon Hernández

Por Stanley Luna

2016-02-26 9:45:00

Carlos Roberto Amaya habría conocido a su víctima: 2,754 – identidad asignada por la Fiscalía a un testigo- el propio 14 de febrero, en San Martín.

En la subdelegación de ese municipio, Amaya estaba destacado en la División de Investigaciones.

2,754 también era de San Martín. El encuentro ocurrió por un incidente, detalla la acusación formal contenida en un documento que el Ministerio Público tiene sobre un caso de extorsión.

Este incidente permitió a Amaya obtener los datos personales de quien luego sería su víctima, sin que el afectado imaginara que aquel registro se convertiría en su peor pesadilla.

Solo dos días después del encuentro, la víctima comenzó a recibir llamadas de un número desconocido.

La persona al otro lado del teléfono era un hombre que exigía $2,000 de forma amenazante, advirtiéndole que “valorara su vida”. Por lo que establecieron para el 22 de febrero como la fecha de entrega, no detallaron el día ni lo hora para ello.

Sin embargo, el 17 de febrero, a las seis de la tarde, la víctima se acercó a la Unidad de Investigaciones de Extorsiones para interponer la denuncia.

Dos días después, en horas de la tarde, el afectado le llamó al investigador y le dijo que no podrá darle los $2,000, sino que solo $1,000, ante lo cual él accedió.

El lugar y la hora, a tres días de la fecha acordada, todavía no habían sido definido. 

La tarde del pasado lunes, horas antes que Amaya fuera capturado por la Policía en flagrancia, 2,854 se presentó a Investigaciones para planificar la entrega del dinero junto a otros policías. Para entonces, desde el día de la denuncia, ya había sido planeada la entrega controlada.

A eso de las 10 de la mañana con 17 minutos, la víctima recibió una llamada de Amaya. Frente a él estaba un agente. La voz al otro lado del teléfono le dijo que se presente a un restaurante de comida rápida ubicado en la avenida España y la alameda Juan Pablo II. Llegaron al acuerdo de entregar el dinero a las 11:00 a.m. de ese día.

Llegó la hora. Amaya todavía no había llegado. La víctima le llamó a las 11:25 explicándole que ya estaba en el lugar. El agente le dijo que lo espere 10 minutos más.

De ese tiempo, la víctima esperó solo cinco minutos. Un agente que intervino en la captura de Amaya informó a uno de los cuatro grupos que se habían instalado en la zona que un vehículo particular placa P164-346, color beige se había estacionado en el parqueo del restaurante. El vehículo no era cualquiera, pertenecía a la Policía.

Amaya entró al restaurante, saludó a su víctima. Simulaban platicar como conocidos. Este le entregó un sobre de manila tamaño carta, en el cual se suponía iban los $1000, pero realmente eran billetes de a 10 con número de series, junto a papel periódico con el tamaño de los billetes.

Cuando el agente se disponía a retirarse fue capturado por los investigadores y le incautaron el vehículo, una pistola 9 mm, un cargador de arma de fuego, ocho cartuchos de bala sin utilizar, dos celulares y el paquete de “dinero”.

“Son inventos”

“Llevo tiempos en la Policía”,  se defendió Carlos Roberto en tono cortante, después de haber advertido minutos antes a los medios que no hablaría nada respecto al delito de extorsión que le imputan.

Él no solo se había atrevido a hablar luego de mostrarse incómodo ante la presencia de cámaras y periodistas, sino que también se había contradicho. Antes había manifestado que era nuevo en la Policía, sin especificar el tiempo. 

– ¿Cuánto tiempo? – le preguntaron ahora que había hecho la otra afirmación.

El policía dudó un momento en dar la respuesta. Ya varias veces había guardado silencio cuando le habían interrogado por el mismo tema. Seguía incómodo.

-Desde el 22 de junio de 2004 – manifestó al fin. 

– Casi 12 años -le replicaron.

– Sí- respondió.

La pequeña conversación con Amaya, un agente de la División de Investigaciones en San Martín, lugar donde dijo ser originario, fue sostenida el miércoles pasado en un pasillo del Centro Judicial “Isidro Menéndez”. Justo fuera del Juzgado 5º de Paz de San Salvador.

En este tribunal, él esperaba que se abriera la puerta y lo llamaran para informarle sobre la acusación formal que horas antes la Fiscalía había interpuesto. 

Una acusación a la que se refiere con dos palabras: “Son inventos”, pero que lo había tenido desesperado por aproximadamente hora y media, porque su abogado defensor no se presentaba al lugar.

Para mientras pasaba el tiempo, hablaba de su presunción de inocencia, del apoyo que le había dado su familia. Además se quejaba del trato que había recibido desde el día de la captura por sus mismos compañeros policías.

Este viernes se llevó a cabo la audiencia inicial contra él y el juzgado resolvió detención formal en su contra. 

Ha trascendido que la víctima es un extranjero, pero al estar bajo régimen de protección por parte de la Fiscalía, la representante de la unidad Antiextorsión no confirmó esa información.