???Aquí no queremos, ni toleramos pandilleros o mareros???

San José Guayabal, Cuscatlán, tiene un plan de seguridad antipandillas que es impulsado por la alcaldía municipal en alianza con la Policía Rural.

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En el municipio de San José Guayabal, departamento de Cuscatlán, no existe el "ver, oír y callar" que domina al país por imposición de las pandillas. "Aquí no queremos, ni toleramos pandilleros o mareros" es el mensaje que se puede leer en letreros distribuidor en diferentes puntos del casco urbano del pueblo. 

/ Foto Por elsalv

Por Stanley Luna

2016-01-08 11:25:00

“Aquí no queremos, ni toleramos pandilleros o mareros” es el mensaje que las personas que llegan a  San José Guayabal, en Cuscatlán, pueden observar en letreros distribuidos en diferentes puntos.

Esos letreros, de acuerdo al alcalde del municipio, Mauricio Vilanova, fueron colocados meses atrás. En algunos de ellos también se lee “yo escucho, yo veo, yo denuncio, yo me uno”. 

Los mensajes obedecen a un plan de seguridad que la alcaldía, en conjunto con la Policía Rural y algunos militares, desarrollan en el municipio, donde el edil no niega que haya presencia de pandillas.  

 Vilanova, quien está al frente de esa alcaldía desde el 2000,  conversó con El Diario de Hoy sobre   los objetivos del plan implementado en el municipio y los logros que han alcanzado en un lugar que, a pesar de estar rodeado por zonas con actividad pandilleril, registró solo 13 asesinatos el año pasado, según las estadísticas que lleva el alcalde. 

De acuerdo con él, la necesidad de implementar diferentes acciones de prevención de la violencia comenzó en 2004, cuando un pandillero de la 18 Sureña, apodado “El Chato”, llegó de San Martín e intentó convencer a otros jóvenes para que se unieran a la pandilla. Incluso, tatuó a algunos de ellos con el símbolo representativo de la mara, en la parte interna de los labios. 

Aunque así nació la 18 Sureña en Guayabal, advertidos por la posible amenaza que se avecinaba, el alcalde realizó una alianza con la Policía Nacional Civil (PNC), que a su criterio también tenía otra función: hacer trabajar a la institución de seguridad. Además, lanzaron un comunicado en donde les sugerían a los padres de familia que cuidaran más de sus hijos.

“Casi dábamos a entender en el famoso comunicado que El Chato era el que estaba plaqueándolos”, comenta Vilanova, quien menciona que desde entonces las autoridades junto a él iniciaron a recorrer las calles del municipio y cuando veían reunidos a grupos de jóvenes, los detenían y los fotografiaban. 

A pesar que el alcalde cuenta que las familias se molestaban, agradecían cuando, tanto él como los agentes policiales, les enseñaban los tatuajes que los jóvenes portaban. Solo en ese tiempo capturaron alrededor de 30 sospechosos. 

Tregua hizo crecer a las pandillas 

Cuando el gobierno Funes facilitó la tregua con las pandillas, Vilanova asegura que el fenómeno de las maras tocó tierra otra vez en San José Guayabal. 

Para ese tiempo, aunque habían logrado desarticular a la 18 Sureña, algunos jóvenes ingresaron nuevamente a la pandilla con la llegada de otros sujetos que iban a estudiar a las instituciones educativas del municipio, pero que  al mismo tiempo querían organizar a diferentes grupos. 

De esta forma, la pandilla 18 Revolucionaria y la MS se infiltraron en la zona, y actualmente tienen presencia en las afueras del casco urbano. 

Desde entonces, el plan para prevenir la violencia  se vio afectado por la falta de apoyo de la policía local, quien según Vilanova actuaban bajo el concepto de ya no intervenir en las acciones de los pandilleros para mantener la paz. 

Ante eso, el alcalde acudió en 2012  a la subdirección de la Policía Rural, con quien comenzó a realizar patrullajes en la zona pretendiendo detener el crecimiento de las pandillas. Se unieron también algunos militares. 

Esta actitud le valió para que los ciudadanos se involucraran, hasta el punto de formar una conciencia colectiva para  el combate a las pandillas. 

Y hasta el momento, la comuna ha creado una red interna que solo manejan las autoridades, la alcaldía y personas que son llamadas “informantes”, cuyo objetivo precisamente es eso: informar sobre cualquier acción que irrumpa la paz del municipio. 

De hecho,  mientras un equipo de periodistas de este medio conversaba con el edil, él recibió una llamada, en esta sugería a una persona que le hiciera un croquis de un cantón y advertía que para ello le protegerían, porque necesitaba que especificara los caminos por los cuales circulaban unos pandilleros. 

Desde la implementación de las medidas preventivas, en 2012, Mauricio Vilanova destaca que el plan ha dado sus frutos. Los ejes principales del trabajo son tres. 

El primero son los patrullajes disuasivos, en las cuales se busca solo recorrer tanto la zona urbana como la rural para supervisar que todo ande bien. 

A ellos, les siguen los patrullajes represivos, que ya buscan, en algunos casos, la captura de los pandilleros u otros delincuentes que rondan el municipio. 

Seguido de este eje se encuentra la comunicación entre las autoridades y los habitantes, y la puesta en marcha de diferentes proyectos que buscan alejar a los jóvenes de la violencia. 

El presupuesto destinado para ejecutar el plan, de acuerdo a Vilanova, es de $30,000 anuales. Un cantidad que cree insuficiente. 

Resalta que el logro más grande de la serie de acciones  realizadas ha sido debilitar a las pandillas, sobre todo a la 18 Sureña,   lo que ha llevado, además, la tranquilidad a San José Guayabal. 

Sin embargo, por su trabajo tanto él como su familia han recibido  amenazas constantes. 

Para él, el plan quizá no podría tener éxito en otros lugares como San Salvador, “porque los buenos estamos desorganizados, porque el mal avanza por la indiferencia de los buenos”.